Los Quintos y la Tradición Extremeña Todos los años es dable presenciar la estampa --tradicional, alegre, colorista, movida y bulliciosa-- de la incorporación de los reclutas a filas. Ahora se lleva a cabo en varios llamamientos. El tema del pase de la mocedad española desde sus hogares al glorioso Ejército para nutrir sus efectivos y servir a la Patria --iqué bello es servir a la Patria!-- no puede ser más simpático, típico y castizo. Por ello ha sido tratado por tantas plumas ilustres y también ha merecido la atención de maestros del pincel y músicos en sus prodigiosas obras artísticas. En la tierra parda, concretamente en Arroyomolinos de Montánchez, cerca del llamado «Balcón de Extremadura», la talla de los «quintos» suele estar precedida de una noche de jolgorio en la que la alegría de los mozos y acompañantes, sus músicas y canciones rompen con estridencia los silencios nocturnos habituales en la localidad. Los «quintos» del reemplazo anual, que ya en las divertidas fiestas de Carnestolenda corrieron los gallos, a lomos de cabalgaduras enjaezadas a la antigua usanza, con aderezos y mantas bordadas exprofeso para la ocasión, organizan una buena juerga en la que no falta ni la tradicional comilona, ni los añejos y famosos vinos de la tierra, algunos con más de veinte años de solera, reservados y guardados celosamente para la ocasión, amén del sabroso jamón serrano, que goza de celebridad en muchas leguas a la redonda, de los fritos y pestiños y licores escanciados en abundancia que llenan los corazones de alegría, hasta el momento, serio y solemne, de la talla del mozo, después de haber comido en la calle los churros y bebido el aguardiente de alambique de la pitarra doméstica. VALERIANO GUTIERREZ MACIAS La noche de «quintos» toca a divertirse y en verdad que todos ponen empeño en conseguirlo. En Zarza la Mayor, población fronteriza con Portugal, varios días antes se preparan con motivo de la talla de los «quintos» los numerosos y variados dulces para obsequiar generosamente a los invitados. Y llega el día grande. Muy de mañana, familiares venidos de distintos puntos de la geografía española y otros residentes en el pueblo, así como sus amistades, acuden a casa del «quinto» para desde allí acompañarle a la Casa Consistorial, donde ha de tallarse y sufrir reconocimiento médico. Por todas las calles afluyen grupos numerosos acompañando a los «quintos» que parecen verdaderas procesiones. Una vez verificada la talla y reconocimiento médico vuelven a sus casas y allí son obsequiados con dulces y licores todos los acompañantes, y a la hora de la comida se reúnen en el mayor yantar, para comer todos en familia y celebrar el acontecimiento de que ya ese joven es todo un «quinto», con lo que todo esto representa en la vida del hombre. Durante todo el día muchos vecinos acostumbran a visitar a los padres de los nuevos «quintos» para darles la enhorabuena y hacerle un regalo, a la vez que son agasajados con dulces y bebidas. Después del «talleo» ---día en que en todos los pueblos los «quintos» estrenan trajes lo mismo que si fueran a contraer matrimonio--, viene el sorteo de los destinos a donde han de ir los mozos del reemplazo, operaciones que son seguidas con el máximo interés en todas sus fases, estando pendiente de la misma incluso los familiares, las novias y hasta los modernos -ligues-, que les acompañarán a varios actos y las llevan al dedillo para saber, todo lo pronto que puedan, la suerte que les ha tocado. Actualmente los modernos medios de difusión y principalmente las emisoras locales de radio dedican discos a los mozos relacionados con el sorteo. Pero cualquiera que sea la suerte, en todo caso el júbilo invade a los mozos, a sus jóvenes corazones y el buen humor y la alegría son características de estos muchachos al borde de adquirir la patente de ciudadanía. Y transcurrido un corto lapso, llegan las concentraciones de LOS QUINTOS Y LA TRADICION EXTREMEÑA los reclutas para ir a incorporarse a Africa --plazas de Ceuta y Melilla-, así como a las ciudades --plazas castrenses de la Península, Baleares y Canarias--, tan conocidas por las Islas Afortunadas. «Ya se van los quintos, madre», se oye ahora en los pueblos, villas y ciudades. Días de esparcimiento en los reclutas por lo que respecta a sus trabajos habituales, para dedicarse a los trajines y preparativos propios del viaje, la comunicación del destino a la empresa o entidad donde se ocupan y, sobre todo, y esto es muy importante registrarlo, la despedida de la novia, que encierra una estampa sentimental del mayor tipismo. Poco a poco, sin darse cuenta --como quien dice metiéndosele de rondón encima-- el mozo se va trocando en hombre con todos los aditamentos y perfiles. Así empieza escalonadamente a servir al Ejército, a entregar su existencia toda a España, la Madre Patria --que esto es lo que significa ser soldado--, para defender a nuestra bendita Bandera de la que todos nos sentimos legítimamente orgullosos. De esa Bandera de la que escribieron los copleros de Madrid en las postrimerías del pasado siglo: Colores de sangre y oro tiene la hispana bandera. No hay oro para comprarla ni sangre para venderla. Los pueblos suelen despedir a los mozos con fiestas bien sonadas y las madres y las novias con llantos. Por considerar que contribuyen a completar este trabajo, transcribimos a continuación algunas letras de las coplas de los «quintos» en diversas comarcas extremeñas: En la histórica ciudad de Trujillo, cuna de la Conquista y de Pizarro, creador de un imperio, se entona: Al llegar a la Dehesilla volví la cara llorando. Adiós, pueblo de Trujillo. ¡qué lejos te vas quedando! No llores, que yo no lloro, porque me voy a la guerra; tú sé buena y te respondo que he de volver a tu vera, VALERI ANO GUTIE' RREZ MACIAS Hasta el reloj de la torre tiene contienda conmigo, que me cuenta los minutos que estoy, morena, contigo. Porque soy quinto, por eso canto; porque me llevan a comer rancho. Porque soy quinto. por eso lloro; porque me llevan a ver al moro. Por no extendernos demasiado facilitamos solamente una de las coplas cantadas por las mozas: Virgen de la Victoria, la del Castillo, Madre de los soldados de tu Trujillo, vela por ese quinto de mis amores, guárdalo, Virgencita, que yo prometo plegarias y flores. De igual modo, en Ceclavín, se siente la llama de la tierra, de la patria chica; y por eso, al despedirse los quintos, cantan: Adiós, Ceclavín bonito. las espaldas te voy dando; yo no sé qué tengo que mis ojos van llorando. Esta es la ronda de los «quintos» de Villanueva de la Vera, donde tiene lugar el famoso «Pero Palo»: Porque soy quinto llora mi madre, la escaparapela no quiere darme. La escaparapela ya me la ha dado la mi morena, que soy soldado. Soldadito quiero ser. pero no de Infantería, que quiero ser caballero, sí. sí; pá llevar la prenda mía y ¡adiós! «LOS QUINTOS» Y LA TRADICIÓN EXTREMEÑA No llores tú, vida mía, no llores que yo no lloro. aunque a la guerra me lleven, sí, sí y i adiós! En Montehermoso, capitalidad del traje típico de Extremadura, con su fabuloso xombrero, o «gorra» para las mujeres, que ha dado la vuelta al mundo, cantan los «quintos»: Ya se van los quintos, madre, ya se van los buenos mozos y queda la plaza llena de tuertos y legañosos. En la villa de Garganta la Olla --famosa por su danza «Las Italianas» y escenario de las andanzas de la célebre y aguerrida moza La Serrana de la Vera, que es la historia hecha leyenda--, cuando los «quintos» marchan a prestar el honroso servicio de las armas, en la noche de despedida, mozos y mozas dan rienda suelta a sus corazones e interpretan una bella canción: Ya se va mi corazón. Cantan las mozas: Ya se van los quintos, madre, ya se va mi corazón, ya se van los que tiraban chinitas en mi balcón. En Cuacos de Yuste, que nos lleva a evocar a Jeromín, futuro Don Juan de Austria, el poeta Felipe Jiménez Vasco, «El Ruiseñor de la Vera», dictó: Por una ventana que a la mar caía la niña lloraba, yo le respondía: --No llores por mi que voy a la guerra, volveré por ti a esta nuestra tierra. No llores chiquilla, Que yo volveré y desde Melilla te recordaré. VALERIANO GUTIERREZ MACIAS Hermosura de los Cielos cuando Dios la repartió. No estarías tú muy lejos cuando tanto te tocó. Esta calle la rondan los mozos, los que se van a la guerra voluntarios y forzosos. Esta calle la rondan los mozos. En Don Benito, ciudad de la B a j a Extremadura, de gran entidad, tienen tradición las canciones de «quintos», que han sido recogidas y salvadas del olvido por el grupo folklórico Caramancho, de elevado prestigio, que nos brinda esta jota de «quintos»: Ya no son sólo las madres las que lloran por los hijos. que también lloran las novias cuando se van al servicio. (Estribillo) Si te toca te joes que te tienes que ir, que tu madre no tiene para librarte a ti. A mi me ha tocao el uno y a mi compañero el dos; qué suerte tan desgraciá hemos tenío los dos. Con Dios, que ya me despido, de tus cerrojos y llaves y de ti no me despido, porque a la puerta no sales. Tiene esta jota t a n t a s v a r i a n t e s como pueblos, villas y aldeas hay en el solar patrio. En Arroyomolinos de Montánchez, ya mencionado en este ensayo, de la Alta Extremadura, también se canta una jota, que, en parte, nos recuerda a la anterior: Si te toca te jodes que te tienes que ir que tu madre no tiene dos mil reales pá ti, a la guerra del moro a que luches por mi. LOS QUINTOS Y LA TRADICIÓN EXTREMEÑA Madre, los quintos se van y se llevan a mi hermano; ya no tiene quién le lave el pañuelo de la mano. Porque me toca a Melilla me llaman el pobrecito, como si Melilla fuera matadero de los quintos. Si te toca te jodes que te tienes que ir. y la novia que tienes no ha de ser para ti. Las penas de las novias, cuando sus «quintos» se van, han hecho e inspirado muchas canciones, como esta que se canta en Ahigal: Mi novio, cuando se fue, me dijo que no llorara, que echara penas a un lado, pero que no olvidara. (Estribillo) Yo soy un quinto, mi madre llora, la mi morena la quedo sola. La quedo sola, la quedo sola; yo soy un quinto. mi madre llora. En Fuenlabrada de los Montes, de la Baja Extremadura, también existen canciones inspiradas en la ausencia del mozo, que ha sentado plaza en el Ejército: Si te toca te jodes que te tienes que ir y las buenas muchachas, para mí, para mi. para mi, para mí; si te toca te jodes, que te tienes que ir. VALERIANO GUTIERREZ MACIAS Yo no siento ir a Melilla ni pasar por el Estrecho, lo que siento es mi morena que se queda de barbecho. Ya no son las madres solas las que lloran por los hijos, que también lloran las suegras cuando se van al servicio. En Torrequemada, una vecina de la localidad, nos informó: Como soy quinto, mi madre llora y mi morena se queda sola. Se queda sola. y yo le digo: -Morena mía. vente conmigo. En Ahigal, pueblo pintoresco, sus habitantes conservan sus ricas tradiciones, y tienen muy buenos golpes o -machás- y un gracejo que hay que reconocer. Cantan los «quintos»: Yo soy un quinto de hogaño y no me meto con naide. Y al que se meta conmigo, las tripas le pongo al aire. De esta calle soy el amo, porque vive aquí mi novia. Y si alguno no lo sabe, lo aprenderá de memoria. Somos "quintos" y eso basta, pá rondar por este pueblo. Y si alguno se molesta que se vaya al cementerio. Los "quintos" son los que cantan, que los "sextos" ya no valen, pues van las calles arriba sin decir "adiós" a nadie. LOS QUINTOS Y LA TRADICIÓN EXTREMEÑA Y contestaban los aludidos: Estos "quintos" no son "quintos". que son niños por criar, pues rompen la pandereta por no saberla tocar. A mi me ha tocado el uno y a mi compañero el dos. ¡Qué suerte más desgraciada hemos tenido los dos!. En Guijo de Granadilla, escenario galaniano por excelencia, los «quintos» cantan estas e s t r o f a s , acompañados de flautas y tamboril: Madre, mañana habrá toros, los quisiera disfrutar; por lo menos veinte riales me va usté a tener que dar (bis) Si me pides veinte riales, veinticinco te daré; pero te pido que olvides, que olvides a esa mujer (bis) A esa mujer no la olvido, aunque me dé mil riales; la quiero más que a mi vida, más que a usté con ser mi madre (bis). En Ceclavín, relacionada con la guerra de Africa, los «quintos» cantaban esta canción: En el barranco del Lobo hay una fuente que mana sangre de los españoles que murieron por España (Estribillo) i Pobrecitas madres cómo lloran al ver a sus hijos que a la guerra se van!. VALERIANO GUTIERREZ MACIAS Ni me lavo ni me peino ni me pongo la mantilla; hasta que venga mi novio de la guerra de Melilla. (Estribillo) Los quintos, cuando se van, unos cantan y otros lloran; otros van a por papel para escribir a la novía. En la histórica villa de Ceclavín, ya citada, en el año 1921, cuando el desastre de Annual, se cantaba: Soy del reemplazo del diecinueve y estoy cumplido; me voy a España a ver a aquellos que más he querido Al fin la hora llegó de que el Suboficial calmara todas las impaciencias; a todos nos llamó y nos manifestó que iba a tomarnos la residencia. Casar de Cáceres también se asoma a esta panorámica quintil: i Quinto peluso no llores más. Mira a tu padre, mira a tu padre, qué alegre está. La ciudad de Villanueva de la Serena, perteneciente a la Baja Extremadura, tuvo Caja de Reclutas. Comprendía casi la mitad de la provincia de Badajoz. Y cuando se incorporaban los quintos, cantaban esta jota: Al entrar en Villanueva, lo primero que se ve: La Zona llena de "quintos" y el Teniente Coronel, LOS QUINTOS Y LA TRADICIÓN EXTREMEÑA De la localidad de Ceclavín son estas coplas, que cantan los «quintos» en las «rondas» que organizan, acompañados, cómo no, del tamborilero, y que dedicaban a la novia, que las oía al otro lado de la reja: Si quieres que yo te quiera ha de ser con condición, que lo tuyo ha de ser mío y lo mío tuyo no. Y como muestra del buen humor, del gracejo que siempre está presente en estas «rondas», valga como muestra esta estrofa: A tu puerta hemos llegado cuatrocientos en cuadrilla. Si quieres que nos sentemos, saca cuatrocientas sillas. VALERIANO GUTIERREZ MACIAS Académico C. de la Real de la Historia |