HOMENAJE A VUESTRO MAESTRO MUERTO ( D. JULIO ) Hola, mis estimados amigos santiagueños. Acabo de leer en vuestro foro la noticia de la muerte de un maestro de vuestro pueblo, don Julio. Esta noticia me ha traído a la memoria un poema que hice a mi maestro extremeño.Me he decidido a introducirlo en homenaje a vuestro maestro(que en paz descanse).Un maestro que muere es como un libro que se cierra; es una especie de Quijote que lucha a solas con los molinos de viento de la ignorancia con el libro por escudo y la pluma por lanza. He leído el mensaje de condolencia de dos alumnos suyos; hacéis bien porque "es de bien nacido ser agradecido". Saludos cordiales y amistosos de Wenceslao Mohedas Ramos Jaraicejo(Cáceres) / Barcelona A MI MAESTRO EXTREMEÑO Por maestro, por “padre”, por amigo, te dedico este lírico homenaje: un poema compuesto con bagaje de recuerdos, vivencias... que bendigo. Me sembraste, maestro, la semilla del cultivo ideal, que es la cultura, en parcelas mentales con ternura, con el lápiz, la goma, la cartilla... Dirigiste mis pasos inmaduros por las sendas angostas de las frases y, al compás de tus pasos y tus clases, fui ganando horizontes más seguros. Me enseñaste a soñar con otros mundos más allá de costumbres y rutinas y a volar tal las leves golondrinas por azules celestes más profundos. Me alumbraste –tal faro- mi sendero en la noche sin luna de mi infancia; disipaste mis sombras de ignorancia con la luz de tu espíritu sincero. Me rompiste en pedazos la pereza - telaraña en las mentes infantiles -; deshilaste los hilos tan sutiles de la venda interior de mi cabeza. Me iniciaste en el culto a los saberes en el templo sagrado de la escuela; despertaste mi mente en duermevela con la espuela especial de los deberes. Me libraste con libros del hastío de esas almas vacías de inquietudes, cultivando cosechas de virtudes culturales en campos de baldío. Me colmaste el vacío recipiente de mi mente sedienta de sapiencia y calmaste de angustias mi existencia con efluvios fluviales de tu fuente. Me prendiste la llama del lirismo -¡fervorosa pasión por la poesía!- que tornó mi tristeza en alegría y, en amor solidario, mi egoísmo. Me plantaste ilusiones, ideales, sentimientos... en tierra de bonanza y ya apunta hacia el cielo mi esperanza por encima de bienes materiales. Resolviste las dudas, los problemas que cubrían mi vida de ceniza; con la nívea blancura de tu tiza, me pusiste en claro mis dilemas. Tú le diste a mi vida otro sentido más ameno, más pleno, más sublime y mi pluma, maestro, te redime de las sombras voraces del olvido. A tan alta labor, qué bajo precio; tu sudor interior no ve el ingrato y te paga tu esfuerzo tan barato por cosecha invisible para el necio... Tu recuerdo indeleble va conmigo como un grato e ingrávido bagaje y estos versos son lírico homenaje al maestro y al padre y al amigo. Wenceslao Mohedas Ramos Jaraicejo (Cáceres) / Barcelona |