Santiago del Campo - Caceres

+ UN DIA DE CAMPO.
Ya en ese tiempo salía con mi pareja a comer al campo. Prometidos ya ese verano de 1967. Los días festivos -como otros madrileños de la época- nos desplazábamos por las cercanías,. Río Manzanares arriba, hasta el Pardo y sus inmediaciones.
El rio, de orillas sin definir de zarzas bordeando los recortados lagos. Ofrecían la posibilidad de aislarte de los demás entre la tupida flora de monte bajo y sauces reflejándose en las quietas aguas.
Más arriba un pantano embalsa a estas del “Aprendiz de río” según algunos
autores. Lo que hace que su corriente sea mínima. Que sus charcos y pozas se repartan aquí y allá a lo largo del curso, antes de adentrase en la gran ciudad.
En este tiempo concreto en que el uso del auto era aún muy limitado. Nos valía el servicio de autobuses urbanos para escapar por un día de la 'jungla de asfalto'. Algo que echamos de menos los que dejamos atrás nuestro querido pueblo y sus verdes horizontes.
Este día de verano, un buen baño era lo adecuado, pero lo descartamos. Para eso mejor la piscina. Todo discurría según lo previsto, los paseos por los márgenes, irregulares. Haciéndonos notar para no molestar a quien ese día disfrutaban de la campiña a su manera tras un seto o farallón expuesto a los rayos solares por el intrincado margen. Recuerdo bajar por la orilla derecha, junto a mi pareja, tras superar un tramo del río sin agua; a continuación un lago no muy grande aparecía ante nosotros con un aparente halo de transparencia y delicado aroma campero. Y ahí, una persona que subía y volvía a desaparecer bajo las aguas. Era un muchacho de unos 15 años. El charco como pudimos comprobar luego. Tenía un hoyo que cubría lo suficiente para no hacer pie. Ahí estaba luchando este chico por escapar de esa trampa en la que debió caer. La explicación más plausible es que si no sabia nadar, solo quería mojarse los pies en la orilla. Resbaló y se encontró con esa profundidad.
Sin pensarlo un momento, mi mujer con su poca experiencia se lazó al recate. Desapareciendo ambos bajo el agua. -Yo, que carezco de madera de héroe,- también me lancé al agua a continuación y, allí éramos ya un revoltillo de tres.
Me tengo por un nadador de tipo medio. Enseñé a los míos en estas artes. Que aprendieran la técnica de el control de la respiración, de flotar sin esfuerzo. De salvavidas nunca hice.
Desde el fondo del lago con poco más de dos metros de profundidad, intentaba catapultarlos hacia la orilla.
Y en esa tarea me encontraba (que no se si hubiese tenido éxito) cuando acertaron
a pasar por allí dos muchachos de unos 20 años. Que no dudaron en zambullirse.. . Tirando del primero que emergía. Ya me fue fácil empujar a mi mujer para ganar la orilla y salir. Nadé un poco para sacudirme el estrés, con unas brazadas por el lago y, oí a los dos salvadores decir desde esta. “Este sabe nadar.” A veces no basta con saber nadar. Salvar a alguien que está en apuros; sino estas preparado, es muy complicado. Mejor pide auxilio. Evitaras males mayores. Emilio rey.

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