Santiago del Campo - Caceres

AÑOS Y LEGUAS I parte El tiempo discurría lento; sin sobresaltos, esos años de postguerra en un pueblo como este, de la áspera estepa Cácereña. De costumbres inamovibles y nula evolución. Los cereales y ganadería eran los recursos que existían de toda la vida. Desde la noche de los tiempos. Sin opción a diversificar. así que a mirar al cielo y ver si al fin llueve. Así era la vida ese 1952, en una España rural y profunda, de costumbres atávicas
de caciques pedigüeños y 'señoritos'.
Alguna esperanza aparecía por el horizonte. En estas fechas. La ciencia acababa de vencer al maldito bacilo de Cock. Con el descubrimiento de la Estreptomicina y el Pas. Este había diezmado a mis antepasados en plena juventud (la tuberculosis) y salvaría de morir a miles de jóvenes Yo con el tiempo llegaría a conocer a esta plaga maldita. Al trabajar en un hospital más de tres décadas. La gente seguía muriendo aún sin haber cobrado el retiro, Que se sepa, nadie padecía de diabetes, colesterol o gota. El cáncer era un castigo divino.
Mi sufrido e inteligente burrillo. ¡No; no era tan burro!. Ahora pasados los años siento en el alma haberlo dejado en manos de gente extraña. ¡Lo siento de verás!
. Marché a Cataluña. Con 18 años y escaso bagaje, en 1954. Sentía pasión por tener una bici. Con apenas 16 años me había hecho cargo burrillo. Era todo mi capital. Agradecido, sufrido, resistente. Solo protestaba cuando le apretabas en demasía la cincha con el aparejo.
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Emprendíamos la marcha enfilando un camino. Al monte para traer leña, o una carga de agua. Cuando a esta había que traerla de una fuente lejana. ¡Cuanto me acuerdo de mi burrillo! Nos entendíamos sin hablar, un solo, ¡ Arre ! O aquella orden
corta y sonora ¡ Soo! Que equivalía a el stop de ahora. Cargaba conmigo sin protestar.
En esa época, quien no tenía un burrillo, se consideraba un indigente irrecuperable,
que tenía que acarrear la leña a las espaldas. Después de una larga caminata por los
intrincados caminos y veredas de la dehesa. Con mi rucio estaba tan de acuerdo que
no necesitaba darle ordenes. Quizá cuando la marcha era lenta y se hacía tarde.
Con un movimiento de mis piernas era suficiente y entendía la orden.
Emirey, (continuará)

Esto era lo que había en esos años y bastantes años después en el 54 yo tenia 7 años salí del pueblo con 15 y todo seguía igual, después no se lo que duraría.
En espera de la segunda parte.
SALUDOS