cosas que pasaron. + COSAS QUE PASARON. Pasan los días los años, un lustro tras otro que se van acumulando en nuestras vidas. Eso nos da también experiencia como para reconocer los errores que cometimos. Démoslo por bueno si hemos podido contarlo. Por lo menos aprendimos de ello. Aunque a veces llegamos a tropezar en la misma piedra. No nos hacemos mejores o peores al envejecer, solo más parecidos a nosotros mismos. Lo cual no impide que yo ante el espejo no me reconozca. A medida que vamos acumulando experiencia. Vamos perdiendo esos reflejos que nos evitan pegarnos un morrazo al pisar una piel de plátano. No es bueno el pesimismo. Lo de la luz al final del túnel es un recurso al que no se puede renunciar. Aunque en ese trayecto el 'gato negro' del túnel brillara por su ausencia. Parecen cosas que escapan a la razón, pero habrá un día que tendremos que explicar a nuestros hijos porque han nacido: y será maravilloso si para entonces sabemos la razón. Así de complicada es la vida. Hay preguntas que no encuentras respuesta. Por eso lo único bueno de ser imperfecto o una mera calamidad, es la alegría que procuras a los demás por esto. Pero el colmo del humor consiste en reírse de si mismo cuando estas arruinado por propia voluntad. Ahí está viendo pasar el tiempo, y no es la puerta de Alcalá. Es el veterano reloj de mi pueblo; Santiago. No diferencia los días de las noches. Llueva o haga sol. Centinela del discurrir de la vida, con su peculiar resonancia. Desde que se construyo allá por mil ochocientos ochenta y..., Sobre una reducida cota, que solo se aprecia si caminas hacia el sur, bajando al arroyo, por el llamado 'risco' donde estaba ubicada en tiempos la fuente Concejo. Unos metros abajo el vetusto puente: rustico y sólido. Con su estilo de la baja Edad Media. Suprimido en aras de la modernidad. A la generación de la guerra nos pueden esos recuerdos, de los juego infantiles en sus inmediaciones, entre la suciedad del entorno y lo peculiar de su arquitectura. La esbelta espadaña del veterano reloj nos avisa del tiempo que se nos fue, de las horas que pasaron sin ser conscientes que nos van acercando a una meta, cuyo pronostico no deja de ser un inquietante misterio. Este icono que apreciamos los lugareños, como la misma iglesia. Un legado de los antepasados. Un trabajo arduo al que no damos la importancia que requiere, de aquellos esforzados antepasados nuestros que con escasos y rudimentario medios nos dejaron el testigo. Ahí están ambos; iglesia y reloj. Esparciendo su monótona resonancia, el eco en la solitarias y melancólicas campiñas. emirey |