quedar al pairo" EL CUENTA CUENTOS La lluvia cae mansa, sobre los olvidados campos extremeños. Febrero llama ya a la puerta pidiendo paso a un mes de enero, frio y seco que preferimos olvidar. Es la rotación de las Estaciones. Los pobres de mi época lo odiábamos, más, si tu vida transcurría en el campo, siempre era mejor la sombra de una encina en verano ` que pisar charcos. Hoy desde la distancia recuerdo aquel pueblo agrícola y ganadero que fue Santiago. Que no difería de los del entorno. Con gente rica, ganaderos propietarios...y cantidad de desheredados famélicos a verlas venir. Ahora busco a algún protagonista de aquel tiempo. Colegas contemporáneos sobrevivientes de hambrunas y desamores. Rudos, que hayan transitado por caminos intrincados en busca de un imposible para ayudar a salir adelante a los suyos. Siempre habrá quien añore aquel pasado. “... a nuestro parecer cualquier tiempo pasado fue mejor” según nuestro ínclito poeta J. Manrique. La nostalgia puede ser hasta saludable si no es obsesiva. ¿quien no echa mano de sus recuerdos alguna vez? Hoy me hallo entre esa clase de personajes vetustos que los años nos dan ya por prescritos. Con los recuerdos en la mochila 'que se dice ahora. Así que suelo vagar por esas intrincadas calles y callejas solitarias de mi pueblo, en busca de unos recuerdos de mi infancia, desdibujados por el tiempo y la distancia. Es otro mundo, otra forma de vida con la que tengo poco en común. Miro por los bancos del centro de mi pueblo y, ni una paloma (nunca hubo) ni un subvencionado por el Inserso. A pesar de el radiante sol que esparce este tranquilo luminoso día sobre la plaza y sus solitarios bancos. Espero ver uno de aquellos niños con calzón y tirantes de los años 40 del pasado siglo; pelo corto mocos verdes asomando, tal como éramos. No, la tristeza me invade. Parece increíble tanta decadencia tanta soledad. En mi infancia las noches eran más frías y más aburridas. No teníamos ni un simple transistor. Ni luz para la lectura. El candíl consumía aceite virgen extra. Y eso no se podía soportar. A si que pronto a la cama. Que la leña el fuego era eso, fugaz y se apagaba en cuanto las sopas llegaban a querer hervir. Los más mayores que rondaban a alguna moza, lo soportaban mejor, ya no iban con pantalón corto. Y otro particular las hormonas testosteronas: la líbido en concreto, a esa edad hace milagros. La sangre hierve. Los recuerdos de esas noches en tinieblas, que no sabías con quien te cruzabas por la calle hasta reconocer su voz, era habitual. Afortunadamente estas estaban bastante transitadas. ¡Tantos animales vivían con nosotros!. Que era raro no oír un rebuzno un ladrido el gruñido de un cerdo con hambre o el canto insolente de un gallo a esa hora. Como para no sentirte solo al pasar por un solitario y estrecho callejón. Si,era un pueblo ganadero. Lo que te da que pensar,¿ porqué el año 41 (del hambre) se moría la gente ?“por que no tenían pan” ¡Dios mio que atraso! El puente: nostalgia de nuestros buenos recuerdo. Lugar de reunión, solía estar muy concurrido. Ahí nos veíamos al cruzar de un lado al otro del pueblo. Paso obligado de noche. Junto a la fragua de tio “Charran” ahí estaban los mozos a “verlas venir”no me extraña que tío Vela el municipal, tirara amenazante de vergajo cuando se obstruía el paso a las mozas por la noche, fuese invierno o verano. ¡ De cuantas cosas insólitas hemos sido testigo los veteranos! Y cuanta experiencia acumulada. Unas buenas y otras mejor olvidar. Emirey |