Santiago del Campo - Caceres

VIVIR CON EL RECUERDO La tarde se iba despidiendo. El arroyuelo se deslizaba mansamente, entre la maleza de arbustos,
con su pequeño caudal de aguas cristalinas. Yo un zagal de poco más de ocho años, habia guardado
los pocos espárragos que llevaba en la mano, para dar la jornada por finalizada. Y con un último impulso plantarme en mi casa. Donde me esperaban los garbanzos de medio día, cocinados con
un poquito de aceite. Desde mi atalaya contemplaba en las limpias aguas, cómo una culebra de agua, intentaba hacerse con algún descuidado renacuajo para saciar su apetito, por los recovecos
del charco de aguas reposadas y transparentes. Fuera del agua, todo discurría en una aparente paz y armonía, en un entorno cuidado, puesto que era nuestro medio de vida, el campo.
Todo esto lo iba aprendiendo de la naturaleza a tan temprana edad, era el medio en que me
desenvolvía, un medio campestre y cuidado cómo era en la primera mitad del pasado siglo.
Si, había que aguzar el ingenio para salir adelante, sobrevivir que no era tan fácil cómo parece,
más para un crio que acababa de perder a su progenitor. ¡El hambre despierta el ingenio!, En un
tiempo con tantas limitaciones, -tantas- que si no llovía corrías el riesgo de no superar la hambruna
de ese frío invierno, y no son elucubraciones..
Las cosas que hoy nos rodean y nos hacen la vida más cómoda y confortable. No existían.
Hasta la ropa de vestir era prohibitiva por el precio,era el motivo de que el vestido no cambiase,
igual para el calor o el frío.
El que fuésemos descalzos -los más necesitados,- no era por capricho, no teníamos dos pesetas
para comprar unas alpargatas que duraban dos días. Siempre que no lloviera
Teníamos asumido que sin pan la vida no era posible. De ahí el dicho de primeros de siglo
que parecía colmar la felicidad del personal de la época, "Pan y toros" Pero no te pierdas el lema
de los que vivieron allá al final del siglo XIX reinando los Borbones. "Dios Patria Rey".
Con estas premisas ya lo tenían todo solucionado aquellos bisabuelos nuestros. ¡Que cosas...!
Así son casi siempre los cuentos del abuelo. Unas batallitas que todos se resisten a escuchar
y nos limitamos a poner negro sobre blanco, por si alguien con un poco de suerte pica.

Cuando intento escribir algo sin guión preconcebido,surgen imágenes de estos paisajes de mi
infancia, sin pretenderlo. Y mi torpe estilo al describirlos se va deslizando por esos caminos de horizontes claros, que llenaron mi espíritu de paz, cuando los sueños a esa edad eran de un
futuro más halagüeño, si es que llegaba a una edad adulta.
emirey