la magia de los caminos. La magia de los caminos. Desplazarse de un lugar a otro, como lo hacían en el primer tercio del pasado siglo o hasta la primera mitad, aquellos antepasados nuestros. Es algo que hoy se ignora. Pueden hacerse una idea o aproximación leyendo el “Buscón” donde Quevedo hace buena descripción de posadas y arrieros. Con jornadas enteras cabalgando hasta cubrir largas distancias, casi siempre perseguidos por el hambre, como describe el autor en ésta obra. No habían cambiado mucho las cosas, aunque nos separarán dos siglos, de lo que este narra, a cómo se vivía aquí en nuestro entorno en el primer tercio del pasado siglo. Los caminos vecinales, no eran unas carretera actas para carruajes, eran caminos de herraduras, batidos por recuas de caballos y mulos, y sobre todo por el sufrido rucio, más asequible y paciente. La magia de los caminos para estos profesionales del transporte, se prolongaba si la luna iluminaba la cálida noche de agosto, evitando el calor del estío. En su lento caminar estos héroes, se confundían con el paisaje, en las tortuosas cuestas,del Almonte, entre carrascas y escobas aprovechando la oscuridad. En esos años cuarenta, cuando el estraperlo de harina estaba en su apogeo entre los pueblos vecinos, y se pagaba por un costal 5oo ptas de la época. Porque el Gobierno la intervino en época de racionamiento. La que fue frontera insalvable para todo tipo de carruajes, con el Almonte como obstáculo, había quedado atrás, ya en 1925, (según C. cerro de las Vacas) el tráfico rodado fue posible al inaugurarse esta vía que desbloqueó toda la comarca de los Cuatro Lugares. Si te detienes y observas los accesos a los puentes de S. Francisco, tendrás una ligera idea de lo precario que eran las comunicaciones, hasta esa fecha,y lo que representó al entrar en servicio esta vía. Para evacuar a una persona herida o enferma había que recurrir a un mulo con dos sacos de paja y el accidentado encastrado en el centro. Era el único recurso, hasta esas fechas. Por tanto un avance en lo que era una España arcaica. Conocimos el auge de las hueveras, 40- 50 del pasado siglo. Mujeres aguerridas que surtían a la capital de los productos de los pueblos. Tía Uve, Anastasia, Valeriana, la abuela Pascuala tia “Pelá”tia Capitana y tantas otras. La herramienta de trabajo, el burrillo; la ciudad como ultimo horizonte, donde vender y comprar. No utilizaban el autobus porque las ganancias no llegaban para ese lujo. Nuestras arrieras-hueveras, con las típicas aguaderas para todas las clase de mercancías; gallos, huevos, espárragos o quesos. Si el río se lo permitía, (no eran más de 40 k. Ida y vuelta). La soledad, no era buena compañera. “-Ya no voy sola a los viajes, ya canta el cuco-” decía alguna, ya a últimos de marzo, cuando los caminos se animaban con el canto monocorde de este ave parásito. Aveces cabalgando el burrillo si el terreno era llano, otras a pie, siguiendo el paso y el cansado ritmo de éste. No tendrían sucesores, fueron las últimas. Con ellas acabaría la profesión ya en los 60. el mismo burrillo casi se extingue a la par, sin cometido alguno. Son recuerdos que te llevan a la nostalgia, de tiempos duros, no exentos de magia. |