30-11-10 13:51 | #6617145 -> 6617134 |
Por:RO-FER-2 ![]() ![]() | ![]() ![]() |
RE: PERSONALIDAD El concepto de personalidad integradora se aplica a aquella persona en la que predomina el estar viviendo en proceso de integrar progresivamente su diversidad de manifestaciones humanas, con las respectivas polaridades dialécticas que éstas conllevan. Y esta integración es tanto en la manifestación individuadora de la persona (siendo sí misma) como en la vinculadora (formando vínculos afectivos con los demás), así como tanto a un nivel personal (es decir, físico, emocional e intelectual) como transpersonal (es decir, espiritual, este ámbito que actualmente estudia la psicología transpersonal), en favor de su crecimiento individual y también participando así en el devenir evolutivo. Pero este concepto de personalidad integradora no es igual que el de personalidad integrada ni el de personalidad integral, ya que ambos inducen a pensar en un logro que ya se ha alcanzado, que está alcanzándose o que es alcanzable de una vez por todas y de manera definitiva, lo que está muy lejos de nuestra realidad evolutiva humana, siempre en marcha construyendo el destino. | |
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30-11-10 14:42 | #6617401 -> 6617145 |
Por:RO-FER-2 ![]() ![]() | ![]() ![]() |
RE: PERSONALIDAD Estudiamos en este apartado uno de los problemas más decisivos e importantes de la Antropología Filosófica, la libertad. Depende de ella no sólo la realización y el destino personal de cada uno, sino también la realización y el destino de la Historia humana. El conocimiento humano alcanza su pleno sentido en el ejercicio de la acción libre. Mientras que el animal se realiza en fuerza de potencialidades biológicas, el hombre tienen que desarrollar sus facultades y el proyecto de su vida con decisiones autónomas de las que ciertamente sólo él es capaz. Si el conocimiento humano tiene por objeto todo lo que es, si la voluntad humana puede apetecer todo lo bueno, la última decisión del hombre ante el ser y ante el bien depende de su libre elección. No está escrita no determinada en ningún sitio. Por estas autodeterminaciones es como la persona realiza el sentido de su vida. Comenzaremos por precisar unas nociones que nos ayuden a evitar confusiones y a comprender mejor el problema. En el lenguaje ordinario entendemos por libertas la inmunidad de vínculo. Por eso decimos, impropiamente, que un río corre con libertad o que un pájaro es libre en el aire. Con una mayor precisión, llamamos libertad a la inmunidad de necesidad moral (la ley es un vínculo o necesidad moral, no tenemos libertad moral para matar o para robar), o inmunidad de necesidad física que es la inmunidad de una necesidad de orden físico o psíquico, sea extrínseco (la coacción) sea intrínseco (determinación intrínseca). Por eso hablamos de libertad moral y de libertad física o psicologíca. Nosotros atenderemos únicamente a ésta y en cuento libertad o inmunidad de vínculo intrínseco necesitante. De la libertad moral se ocupan la Ética y la Sociología. La Antropología Filosófica se pregunta si el hombre está dotado de libertad físico-psicológica o, por el contrario, si sus actos están intrínsecamente determinados. Ésta en nuestra cuestión. No queremos que todos los hombres, en todos sus actos, actúen con plena libertad, ni que toda actividad humana sea ejercicio de la libertad. Lo que afirmamos es que las personas humanas, que tienen uso normal de razón, están dotadas de la facultad psicológica de elegir que llamamos libertad, y por ello de realizar actos humanos que luego explicaremos Esta libertad la definían acertadamente los escolásticos como aquella facultad gracias a la cual el hombre, aun dados todos los prerrequisitos para actuar, puede, de hecho, actuar o no actuar, actuar de manera o de otra. Se la llama también libre arbitro. A la libertad para actuar o no actuar se la designa como libertad de ejercicio o de contradicción, a la libertad para decidir una cosa u otra libertad de especificación o de lo contrariedad. La existencia de la libertad como capacidad humana de autodeterminación en muchas ocasiones es una convicción tan universal que nadie, en el vivir común de la humanidad, se atrevería a negarla. Nada de la vida humana se explicaría sin ella: sin el sentido de responsabilidad y de moralidad tan arraigado en el hombre, ni los infinitos e imprevistos avatares de la Historia, ni el esfuerzo y la esperanza humana. Si no somos libres somos muñecos en manos de un destino de unas fuerzas necesarias y misteriosas. Pero todos, si somos sinceros, somos conscientes de que no es así y en la vida nos comportamos como seres libres y responsables. El objeto de la voluntad libre siempre es el bien. El mal en cuanto mal no podemos elegirlo. Cuando elegimos lo menos bueno, que en el lenguaje ordinario llamamos mal, el abuso de la comida, la infidelidad a un compromiso, lo elegimos sub ratipne boni, poe el bien que ello nos proporciona, aun a conciencia de que es un bien menor y un mal moral. Por aquí atisbamos ya que el hombre es tanto más libre cuanto mejor elige y tanto elige mejor cuanto elige un bien mayor. Es decir, que la libertad no consiste en una determinación voluntarista de hacer lo que a uno le venga en gana, como con frecuencia se cree, sino en la debida liberación de atractivos perjudiciales o menos humanos que nos permita elegir lo más conveniente y conducente a los fines de la realidad humana. Libertad no equivale a capricho, libertad equivalente a liberación de caprichos. Preexiste unas verdades y una jerarquía de valores objetivos que nos indican cuál es la decisión más personalizante, la que debemos tomar para ser personas o para realizar mejor nuestra personalidad, para proceder moralmente bien. Queda después nuestra autodeterminación de la cual el sujeto es responsable. En la Biblia judeo-cristiana libertad es participación en el ser mismo, estar en contacto con la frente del ser, con la manantial de todo bien, con la verdad y el amor. Cada uno lleva sobre sí la responsabilidad de las propias opciones y es inútil querer eludirlas porque de un modo o de otro siempre elegimos, aunque eligiéramos el no elegir. La vida moral propia y ajena es un hecho evidente desde que los hombre han sido capaces de reflexionar. Hay una especie de intuición, o conocimiento por conaturalidad, diría Maritain, por el cual caemos en la cuanta de que hay acciones honestas y acciones inhonestas. Por eso, ha habido siempre una conciencia moral. Pero la moralidad carecería de sentido si no fuéramos psicológicamente libres. Ni experimentaríamos el remordimiento por una acción inhonesta, ni la paz y la alegría por un acto moralmente bueno. Que haya habido errores en la designación del bien y del mal (epicúreos, hedonistas, utilitaristas, vitalistas, marxistas, racistas, etc.) no significa sino que el hombre puede confundir valores, arrastrados por instintos o deformaciones en el conocimiento. Otro tanto hay que decir de la vida legal. Ningún código civil, ningún código penal tendría valor ni sentido alguno si no fuéramos realmente libres. Pero desde que tenemos noticias de la vida civil, desde el Código del Hammurabi (siglo XVIII-XVII a.C.), hasta los Códigos de nuestros días, todas las leyes están presuponiendo que podemos cumplirlas o que podemos quebrantarlas. La labor pedagógica que se realiza con los niños en la familia o en los colegios, si tiene algún valor éste consiente fundamentalmente en ayudarles a que, a medida que se desarrolla, hagan buen uso de su libertad. Consideramos que son adultos cuando son capaces de autodeterminarse correctamente conforme a la verdad y al bien. Karl Rahner observa que «la libertad no conste en poder constantemente hacer lo contrario de lo hecho hasta ahora sino en poder hacerse a sí mismo definitivamente y de una vez para siempre» | |
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