Pizarro - Caceres

Mi estimado Antonio, el niñino devorador de tostadas,( al menos en sus intenciones estaba el serlo), apareció a la hora de comer con toda la tribu de abstinentes evacuadores y se dirigió al rinconcito del comedor en el que al igual que yo, debía sentirse a salvo. Estaba lo suficientemente alejado del mundanal ruido y asombrosamente cerca del buffet con el objetivo de hacer el menor ejercicio posible en el ir y venir a por platos, se sentaron todos con una total falta de discreción pues todo el comedor supo que habían venido.

Se puede decir que el interés con que miraba las evoluciones de “Antonio” era sociológico, era un principio de estudio humano sobre las cualidades de un niño “natural” y “abierto”.

La comida no transcurría al igual que el desayuno de una manera jovial, ni en sus caras se adivinaban goces venideros, mas al contrario sus rostros reflejaban el cansancio; el cuarteado de sus pieles denotaba el mal resultado de arena, sol y agua de mar. Vamos que tenían cara de cansancio, hastío, hambre y una necesidad de siesta que la madre de Antonio parecía no adivinar reparadora con el gracioso “niñino” dando la tabarra.

Llegado el momento del postre, se requirió que Antonio trajera unas rajas de sandia y el solicito y ajeno al cansancio que todos parecían tener, raudo y veloz trajo de lo bueno lo mejor, de lo mejor lo superior, se presentó con cuatro rajas dignas del mejor bodegón, se sentó solicito él y cogió la más hermosa y roja y abandonándose al mayor de los deleites que es comer de manera rústica y natural, se puso hasta arriba, los hocicos,… por que aquello no era una boca era un hocico, las manos chorreando hasta los codos… y como el “angelito” no partía la cáscara se puso las orejas con dos goterones resbalando por los lóbulos de tal manera que pareciera que tenía pendientes .
Entre bocado y bocado no dejaba de requerir la atención de la madre y ésta, embadurnado ya el brazo de zumo de sandia empezaba a verse en su cara, un hartazgo que no hacía presagiar nada bueno.

--¿Mama, mama, puedo comer otra?—Curiosamente con su madre no gozaba de tanta familiaridad como para llamarla por su nombre.

--¿Mama, mama, puedo comer otra?—Insistía una y otra vez ajeno a la “tajante” (¡Mira, que bien!) resolución de su petición de otra “taja” de sandia.

La madre, mujer de “carácter”, y para que nos vamos a engañar con una mala leche que “pá qué”, en un alarde de sincronización y de sobrado magnetismo, además de una magnifica demostración de cómo medir las distancias, lanzó la mano derecha, hacia el rostro de Antonio, que se encontraba al otro lado en el momento justo en que este dejaba de morder la tajá, no obstante no pudo evitar salpicar al resto pues el “angelito” tenia los hocicos hasta arriba, su rostro se puso rojo como la sandia, la madre siguió hablando como si tal cosa y el pobre de Antonio dejó la cascara en el plato mientras me miraba sonriendo porque a la vez yo me estaba “escohonando”, resuelta ya sus dudas sobre si podía coger otra taja de sandia acariciaba el pobre su “hociquino” sintiendo una ligera quemazón fruto de la intransigencia de mamás autoritarias.

Y, no, no comió más sandia, …angelito…

Triste pero real como la vida misma, perolo.

¡¡Sí!! pero al final nos quedamos con las ganas de saber cómo acabaron las señoras.
El niño no era un niño era un toro comiendo sandía, espero que no arrebañara tanto la cáscara como para comerse lo blanco que tiene,
porque ya sabeis que hay un estudio que dice que el comer mucha cáscara produce ciertas alteraciones.

¡¡Ala a comer sandía!! y si podeis... ¡arrebañar bien la cascara!.

Triste no es la palabra, los que hemos sufrido de pequeños ciertas redondeces, sabemos que al ver a uno de estos chicos hoy dia, con lo perseguidos que están, lo que nos entra es cierta nostalgia, lo triste es que porque esté un niño un poco gordito (la mayoria de las veces es puramente hereditario) ó porque sea así de buén comensal, muchas veces se le aparta, por no decir que en algún caso los padres han llegado a perder la custodia por este motivo.

Un saludo para esos gorditos.

Bueno Perolo, ya me quedo un poquino más relajao, no veas como me tenías, claro que pensando en las señoras, cómo estarían ellas, de todas formas hay algunos remedios caseros, te comes tres o cuatro ciruelas de las negras, (lo de negras no se porque será) que son bien gordas y si puede ser calentitas y seguro que no llegas a tiempo, y si no higos chumbos, claro hay que quitarlos los pinchos...
¿pues sabes lo que te digo? que eso es lo que voy a hacer yo, comerme sólo lo colorao, y el gallo, claro que yo las quito las pipas no vaya a ser que se quede alguna escondida y no veas la que se puede armar de gorda.

¿Te imaginas que nos estuviera leyendo la talante con lo bandida, a la vez que graciosa que era?, era más graciosa... ¿ande andará?

¡Calla,calla! que cosas tienes... ni me lo mientes... que me dá el apretón.

De todas formas si nos estuviera leyendo, desde aqui la mando un saluo...
asi puede imprimir...

Ale que tengas un buendia. (Ende luego... que ocurrencias...¿será bandido?)

Cagüendiez! no se que me ha pasado leyendo estos dos últimos mensajes vuestros que me ha empezado a picar "tó" el cuerpo... debe de ser un sarpullido ó algo.

Igual se trata de un brote de alergia

Saludos manchegos