¡La jira! Aquí vuelvo con otro tema que estará de actualidad en el pueblo en pocos días, “La Jira”. Quiero apuntar el origen de esta palabra, pues me ha resultado curioso conocer su etimología, y para el que no lo sepa, “jira” significa banquete opíparo, pues es una palabra que procede del francés “faire bone chiere”, dar de comer bien. En castellano jira designó en todo el Siglo de Oro un banquete o comida, y es en el siglo XIX cuando empezó a tomar el sentido de “banquete campestre”. Algunos, relacionándolo con “girar” le dan el sentido de excursión, y suelen escribirlo con “g”, ortografía sin fundamento etimológico. Y ahora que está a punto de llegar ese día (o tal vez sean esos días), he de decir que actualmente ha perdido el encanto que tuvo en otro tiempo, cuando la mañana del día de difuntos todos los chicos y chicas recorríamos el pueblo de comercio en comercio para comprar los productos de la merienda. En uno se compraban las castañas, en otro las latas de conserva, siempre con la prudencia de que se hiciese el gasto en el mayor número de tiendas posibles, pues ahí residía el encanto, en que todos los comerciantes tuvieran conocimiento de que nos disponíamos a ir de jira y nos ofrecieran sus mejores opciones, pues también valían sus recomendaciones. Apenas daban las doce ya estábamos todos saliendo a buscar el lugar donde instalar el campamento en las cercanías del pueblo, hacer el fuego, asar las castañas, las patatas, preparar en la lumbre los chorizos asados y el tocino, y los que eran más mayores que ya se permitían el tomar licores, haciendo sus ponches mezclados. Al regreso, todos juntos por las callejas para entrar en el pueblo cantando y riendo. Hoy, se hace la compra en las grandes superficies, se desplazan los grupos a casas de campo donde permanecen dos días, y no tienen contacto con otros grupos, y cuando ya les van quedando pocos víveres se desplazan al pueblo para abastecerse y continuar. Se ha individualizado una fiesta que llegó a ser popular y con carisma de amistad y camaradería. Yo sólo digo que me gustaba ¡aquel tiempo feliz en que éramos tan desgraciados!, como afirmaba Alejandro Dumas.
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