Navalmoral de la Mata - Caceres

NAVALMORAL DE LA MATA
LA ROTONDA
Vergüenza torera
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CLAUDIO MATEOS/


CONOZCO a varias personas que en los últimos años han pasado a engrosar las filas de la militancia antitaurina, y cada vez estoy más convencido de que llevan razón. Ya es un misterio que en Cáceres la gente siga acudiendo sin rechistar las tardes de feria a un coso donde se paga un dineral por sentarse dos horas sobre una piedra de 15 centímetros con las rodillas del de atrás clavadas en la espalda, pero no me refiero a eso. Es más bien una cuestión de principios.

Debo decir en primer lugar que me gustan los toros. Aunque mis conocimientos son rudimentarios, en su día aprendí a disfrutar de una buena faena, a sacarle el gusto a una tanda de naturales ejecutados despacio, hacia adentro y con la mano abajo, como debe ser. Hasta perdía horas de estudio en plenos exámenes buscando un bar con Canal Plus para ver si mi paisano Juan Mora triunfaba por fin en San Isidro.

Pero me he plantado. No quiero seguir ignorando por más tiempo que la lidia del toro en las plazas de España, parte de Francia y media América Latina es una salvajada que ya ni siquiera se puede justificar apelando al arte y la épica, antiguos valores de la tauromaquia hoy destronados en favor de la rentabilidad comercial. No menciono la tradición porque siempre he pensado que las costumbres sólo deben mantenerse si lo merecen por ellas mismas, y no asumirlas como una herencia sagrada e intocable.

Se ha perdido la vergüenza torera. Lo dicen muchos entendidos. El escalafón lo dominan unos cuantos pegapases que marean con el pico y fuera de cacho a unos toritos mansos y desmochados. Han acostumbrado a la gente a tragar con lo que sea, y no sólo en las ferias de segunda, donde hace años que se extinguió el toro bravo, sino también en templos venerados como Las Ventas o La Maestranza.

Dicen que acabar con las corridas de toros sería el fin de la raza, pero ese es otro debate.

Así que a mí, que me borren.