Montánchez - Caceres

Cuando uno, por comodidad o por complejo, renuncia al nombre de su linaje, mal puede exigir que el prójimo lo respete.
Si en el Camp Nou se hubiera silbado a un jugador negro, a un entrenador gay o a un juez de línea musulmán, el Barcelona sería sin duda severamente castigado por incitación al odio. Ahora bien, la víctima del ultraje ha sido España a través de su himno y en la persona del rey, que allí estaba como Don Tancredo coronado, y ese tipo de agresiones, en nuestro país, tiene bula. Es decir que, pese a las amenazas del secretario de Estado de Deporte, señor Cardenal, que había amagado con sanciones si se producía el insulto institucional, cabe perfectamente augurar que no pasará nada. Porque aquí nunca pasa nada. Hasta que ya no quede nada por pasar.

Es de sentido común que los símbolos nacionales, en particular bandera e himno, merezcan un respeto específico y sean protegidos por la ley. Ocurre en todas las naciones. Es igualmente de sentido común prevenir comportamientos violentos en asambleas humanas masivas, porque en esas circunstancias es especialmente fácil que se desborden las pasiones. Del mismo modo, debería ser de sentido común que las entidades responsables de mantener la ley y el orden en estos recintos, es decir, los clubes de fútbol, que gastan indecentes millonadas en traficar con piernas prodigiosas, aporten los medios precisos para ello. Y si no, que respondan con su abultada faltriquera. Lo que no es de sentido común, ni puede serlo, es que en un campo de fútbol, en un partido de máximo relieve institucional, con las más altas autoridades del Estado presentes, se ultraje a los símbolos nacionales con la connivencia pasiva del club anfitrión y en plena impunidad.

Es interesante constatar que el Gobierno, en su flácido lamento por el ultraje, habla de deporte, democracia, convivencia y otras amenidades, pero elude en todos los casos la palabra “nación”. No vaya a ser que alguien se moleste, ¿no? En realidad aquí está la clave del asunto: cuando uno, por comodidad o por complejo, renuncia al nombre de su linaje, mal puede exigir que el prójimo lo respete. El himno –como la bandera o el rey- no es símbolo de la convivencia y la democracia. Es símbolo de la nación, y es esta la que fundamenta el orden democrático y, al mismo tiempo, la ley que lo protege. En España hace mucho tiempo que se ha invertido el orden de las cosas. Así nos va.

Con el Generalísimo Francisco Franco esto no hubiese sucedido, los españoles de bien no habríamos tenido que soportar esto.
¿España? ¿Qué España? No existe. Existe "este país". O mejor sería decir "estos países".
Porque ni patrimonio, ni dignidad ni valores tenemos, pero países aquí tenemos para dar y tomar.¡Ah¡ y partidos políticos, de esos también estamos bien servidos.

El insulto a todos los españoles de pitar durante el himno tiene facil solución. SI YO FUERA EL REY, ME LARGO, EL CAMPEONATO SE PARA Y LA COPA SE VA TAMBIÉN, a partir de eso si los jugadores o equipos quieren seguir jugando que jueguen, pero ninguno se lleva la copa ni el título. Sanciones y rollos son engaños, es como si un policia te para y te dice que te vayas a casa y mañana te va a buscar y te lleva al calabozo. Sanciones no, suspensión total del partido. El campeonato puede seguir con el resto de los equipos de futbol españoles que sean mas respetuosos.
Artur Mas estaba gozando, se le veía. A este le quito yo el cachondeo en un segundo. Pero en nuestra querida España hay un Rey que no tiene claro su deber para con el pueblo español y un presidente y politicos sin escrupulos, admiten todo con tal de estar en el poder.

La izquierda española y los nacionalistas dicen que es libertad de expresión el pitar al himno español, pues que le piten a sus madres, a ver que pasa.