Malpartida de Cáceres - Caceres

Me alegra comprobar que los años de la dictadura empiezan a olvidarse y que cada vez más, la gente empieza a revelarse contra aquellos que, con afán de protagonismo, intentan acaparar y dirigir las decisiones del colegio, del instituto, de la política y de la iglesia, y por supuesto de todos los que les rodean.
Esto es el despotismo por excelencia, siempre guardando las apariencias, claro está, sin darse cuenta que cada vez engañan a menos gente, porque en los pueblos ya se sabe, los rumores corren, y las paredes no son lo suficientemente gordas para que los vecinos no se enteren de lo que pasa puertas adentro.
Pues si señores, en los colegios empiezan a estar hasta la coronilla, y los comentarios sobre este tipo de gente, son en plan de guasa y hacen reír a más de uno. Aún siguen metiendo cabeza a como de lugar en algunos centros, pero porque no se presenta nadie más (que pena da que por falta de iniciativa sigan dándose casos donde tomen decisiones individuos como los descritos).
En la política se van dando cuenta, hasta los que está a la derecha del todo, que estos déspotas descendientes del franquismo les restan votos, así que, aunque nos les expulsan del todo, ya que suelen ser gentes influyentes, si que intentan que se les vea lo menos posible con ellos.
¿Y que pasa con la Iglesia, que durante muchos años ha estado regida por las decisiones impuestas por estos santos varones?. Pues que ya se empieza a estar harto que San José y la Virgen lleven siempre el mismo apellido, que las lecturas de las Fiestas de Guardar las hagan siempre los mismos (¡viva la humildad!) y que, como de sacristán se tratara, ayude al párroco a dar la comunión. De ese tipo de manos, a menudo llenas de soberbia, cinismo y crueldad da grima tomar algo tan sagrado.
Porque no creamos que es sólo mero afán de protagonismo, que también. La historia está en meter mano en todo, y controlarlo todo, incluidos sus parientes más débiles e indefensos, a los que se les anula tanto la voluntad como la cuenta corriente, negándose después a cubrir las necesidades más básicas.
Todo esto se suele disfrazar de obra de caridad, voceando a los cuatro vientos los bondadosos y abnegados que son por hacerse cargo de gente indefensa, como podrían ser ancianos o inmigrantes, o ser donantes de sangre, .... o participar en todo aquello donde se les vea con sus retoños por delante.
Esperemos que gente como esta no tenga cabida entre nosotros en los años venideros, y que, al menos por vergüenza, no se atrevan a cometer los atropellos que hasta ahora han hecho impunemente.