Ibahernando - Caceres

En tiempos en los que todavía se podían ver asnos (burros), un anciano molinero decidió que si vendía el suyo podría obtener un buen dinero en la feria de Robledillo. Así que decidido a no dejar pasar la oportunidad, partió en compañía de su joven hijo que le ayudaría a llevar el asno en las mejores condiciones para que llegase a la feria tan fresco como el que más. Ataron las patas del animal. Entre el padre y el hijo cargaron en sus hombros la que sería su fortuna en el mercado de ganado.
No tardaron en encontrarse con otros viveños que también se dirigían a la feria, y que al ver la estampa del padre y su hijo cargando con el jumento, no dejaban de reir. "¿Quién de los tres era más burro?", intentaban dilucidar.
El anciano, molesto por la actitud de quienes parecían desaprobar que llevasen el burro a cuestas, decidió que lo mejor era desatarle las patas y que su hijo lo montase. Así que levantando sus pies de tierra y entre lo que parecían protestas del asno, el hijo lo montó y reanudaron de nuevo el camino.
Habiendo retomado el molinero sus pensamientos sobre el dinero que iba a ganar con la venta, tuvo que interrumpirlos al encontrar a tres comerciantes que a toda prisa iban para le feria, sin detenerse, y que quedaron sorprendidos al ver al joven en el burro y al anciano padre a pie. El más viejo de ellos increpó al muchacho diciéndole que debía de ser él quien realizase el camino a pie y su anciano padre, con las fuerzas ya perdidas por la edad, subiese al asno.
El molinero, mirando a su hijo, le dijo que lo mejor era complacer a esas personas, así que el joven puso pie en tierra y el anciano acomodó sus posaderas sobre el asno.
Sin embargo, pocos metros pudo recorrer en esa nueva posición sin sentir la incomodidad de las palabras de unas mujeres, que por allí pasaban, y que no dejaron de increparle por ir tan cómodamente, mientras que su joven hijo tenía que soportar el camino a pie.
Fueron tan insistentes en sus críticas, que el anciano molinero, para evitar escucharlas, le dio la mano al muchacho y los dos montaron desde ese momento en el asno, que no parecía aprobar de muy buen grado el peso de los dos pasajeros.
Las alegrías duran poco cuando piden permiso a desconocidos, y así fue que, un grupo de viajeros al ver al burro que casi no podía con el peso del anciano y su hijo, comenzaron a tacharlos de locos aprovechados que yendo a vender al animal, les importaba poco su sufrimiento.
Bajó el molinero del burro con tanta determinación como mal humor, y decidió, que ya era hora de tomar una decisión que contentase a todo aquel que se cruzase en su camino, así que le pidió a su hijo que bajase el también, y mandó a caminar delante al burro abriendo paso.
Al poco de que el burro alegremente trotase sin la carga anterior, encontraron a un transeunte solitario que les preguntó: ¿Está de moda ahora que el asno vaya a sus anchas y el hombre le siga a pie?, si es así, ¿Me podría decir quién de los tres es el dueño?.
Perdieron de vista a aquel inoportuno y descarado viajero, y como se estaban acercando a Robledillo, en donde pensaba vender el burro, el anciano decidió atar de nuevo las patas del animal, y entre él y su hijo cargaron con el satisfecho burro. A lo lejos, un grupo de personas se acercaba. El molinero miró al hijo, el hijo miró al asno y éste empezó a temer que duraría poco su cómoda situación.



Adaptación libre.
jareri.