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16-05-08 23:04 #876869
Por:SOMAZITO

LA SERRANA DE LA VERA
El comienzo de los romances suele situar a la Serrana en Garganta la Olla en la Vera de Plasencia. En ciertas versiones se la localiza en las Sierras de Piornal o entre Piornal y Garganta la Olla, como aparece en una versión cántabra, de Salceda, recogida por José María de Cossío:

‘’Entre Piornal y Garganta,/ no muy lejos de Plasencia,/ relatan viejos romances/ una historia verdadera…”

Otras versiones romancísticas que no presentan muchas diferencias con el resto la ubican, de forma más imprecisa, en Sierra Morena, quizá un añadido que concuerde con la rima “é-a” del romance. De hecho en la mayoría de las versiones andaluzas del romance se la ubica en tierra cacereña.

Normalmente en los romances no aparece caracterizada de forma monstruosa, sino como una hembra de gran belleza, aunque en algunas versiones andaluzas se afirma que posee cuerpo mitad yegua y mitad mujer, concordando con las versiones en que la serrana al final del romance desvela haber nacido de una unión entre ser humano y yegua:

“De cintura para arriba/ de persona humana era;/ de cintura para abajo/ tiene estatura de yegua...”

Suele llevar el pelo suelto y largo hasta los pies, aunque en otras versiones lleva la cabellera trenzada bajo la montera.

Son escasas las descripciones en que se la hace parecer fea o desproporcionada, como en la mencionada versión cántabra de Cossío:

“Es hombruna y zanquilarga,/ membruda y ojimorena…”

Viste falda corta y va provista con todos los pertrechos de una cazadora que recorre a pie los montes, ya arcos y flechas o bien una honda, o incluso una escopeta (en añadidos que se suponen más recientes).

En las versiones altoextremeñas se menciona cómo se complace en satisfacer sus necesidades naturales:

“Cuando tiene gana de agua/ se baja pa la ribera;/ cuando tiene ganas de hombres/ se sube a las altas peñas…”

No parece, sin embargo, ninfómana, aunque tratar de calmar su instinto sexual le traerá problemas, incluyendo su apresamiento.

Entonces aparece el “intruso” en el romance, que lo mismo puede ser un pastor que un leñador, un arriero o un soldado. Éste entra en los dominios de la serrana, que le corta el paso. Después lo conduce hasta su cueva, le manda hacer lumbre (en ocasiones con huesos de hombres que ella misma ha matado), le hace beber de una horrible calavera que anticipa el destino que le aguarda:

“--Bebe, serranillo, bebe,/ agua de esa calavera,/ que puede ser que algún día/ otros de la tuya beban.--…”

Le sirve de comida piezas que ella ha cazado por el monte. Tras la cena se toman una pausa en que el intruso toca la vihuela o el rabel. Unos romances omiten la posterior relación sexual, pero otros ponen bien de manifiesto el ímpetu erótico de la serrana, que se queda dormida tras el encuentro amoroso. Entonces el huésped, que tuvo la precaución de dejar la puerta entreabierta, trata de escapar:

“Dióme yesca y pedernal/ para que lumbre encendiera/ y mientras que la encendía/ aliña una grande cena./ De perdices y conejos/ su pretina saca llena,/ y después de haber cenado/ me dice: --Cierra la puerta.—/ Hago como que la cierro,/ y la dejé entreabierta:/ desnudóse y desnúdeme/ y me hace acostar con ella./ Cansada de sus deleites/ muy bien dormida se queda,/ y en sintiéndola dormida,/ sálgome la puerta afuera.”

Cuando la serrana despierta, el mozo se encuentra en plena huida. El mozo corre despavorido sin mirar atrás. De nada sirve que la serrana le tire la montera tirando con su honda o de alguna forma similar y le sugiera que pare a recogerla. Tampoco el mozo parece muy dispuesto a seguir las advertencias de la serrana de que no descubra su cueva. Pese a sus amenazas, se muestra decidido a denunciar a la serrana en cuanto regrese a un poblado.

Aquí en algunas ocasiones la serrana detalla su condición genética, fruto de una unión entre un pastor y una yegua. Sin embargo, en otras versiones esos versos se tornan en maldición amenazante dirigida al joven:

“--Anda, reanda, villano,/ que me quedas descubierta,/ que mi padre era un pastor/ y mi madre era una yegua;/ que mi padre comía pan/ y mi madre pacía yerba.”

“--Por Dios te pido, serrano,/ que no descubras mi cueva./ --No la descubriré, no,/ hasta que no esté en mi tierra./ --Te echaré una maldición/ si acaso la descubrieras:/ Tu padre será el caballo,/ tu madre será la yegua,/ y tú serás el potrillo/ que relinche por la sierra.”

En muchos romances éste es el final de la historia. En algunas versiones la serrana se suicida. En unas pocas se narra el apresamiento de la Serrana.

El romance de la Chancalaera hurdana sigue el mismo modelo que el de la Serrana, y posee su misma dimensión mítica.
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