Bohonal de Ibor - Caceres

No sabia que os estaban haciendo tantas putadas: Ya sabes sobrino, la recortada y a la espera del Mochuelo.

Enrique y su hijo tras la barra de la cafetería Los Ibores. RA Enrique Fernández lleva toda su vida trabajando en la hostelería. Primero en varios hoteles y restaurantes de Navalmoral de la Mata y más tarde en Bohonal de Ibor, donde regenta desde hace siete años la cafetería Los Ibores, situada a la entrada de la población, junto a la carretera de Guadalupe, poco después de atravesar el puente sobre el río Tajo. Sin embargo los cinco robos que ha sufrido en esos siete años, los dos últimos en apenas tres meses, le ha llevado a plantearse seriamente cerrar el local, quedando a cuatro personas en el paro. Él, su mujer y sus dos hijos, puesto que se trata de un negocio familiar.
Ahora mismo es la única opción que se le ocurre si las cosas continúan así, al verse impotentes para terminar con una pesadilla, que se reavivó en agosto, cuando sufrieron el cuarto robo, y sobre todo a finales de la pasada semana, cuando se produjo el quinto. «El anterior fue el 6 de agosto, y tres meses después otro. Esto no hay quien lo resista», afirma.
A esa reiteración en los robos ayuda la propia ubicación de la cafetería, aislada de las viviendas que forman el casco urbano de Bohonal, del que está separado unos 300 metros. No ha servido que hayan puesto verjas o alarmas, puesto que asegura que se trata de gente experta que esperan a que se vayan para actuar.
«Una de las veces, recuerda, no nos dejaron ni meternos en la cama, porque acabábamos de llegar a casa cuando sonó la alarma». Cuando regresaron a la cafetería ya no había nadie, encontrándose con que habían reventado una puerta, destrozado la máquina del tabaco para llevarse la recaudación y robado el dinero que dejan en la caja para el cambio. Lo mismo que ocurrió la última vez, estimando que ese día podrían haberse llevado unos 1.000 euros, que se suman a los 3.000 o 4.000 de los robos anteriores.
No saben qué hacer
«La paciencia se termina y estamos muy cerca, porque no estamos echando horas en el bar para que vengan unos sinvergüenzas y se lleven el fruto de nuestro trabajo», se lamenta el conocido hostelero, que confiesa que ya no saben qué hacer para evitar los robos.
«Solo nos queda dormir en la cafetería», añade. «Pero eso puede ser peor, porque igual te hacen algo si te sorprenden dentro. Estamos acobardados. Te diría que por la noche hasta me da miedo quedarme solo por si se presenta alguno, y eso que no cerramos tarde. A las diez a diario y a las once y media o doce los fines de semana».
En todos los casos ha denunciado el robo a la Guardia Civil, a quien agradece el interés que ha puesto para investigar lo ocurrido, aunque no haya obtenido resultado alguno. «La última vez estuvieron por aquí tres o cuatro patrullas rastreando la zona a las tres de la madrugada, pero no encontraron nada. Vienen de donde sea con un coche, que les espera fuera mientras actúan y salen corriendo cuando terminan. Lo hacen muy deprisa y no dejan rastro. Es una pena como están las cosas. Así cada vez vamos a quedar menos trabajando».

la inmigración no es la solución es el problema.