Aldeanueva de la Vera - Caceres

No hay pena más grande para España que la falta de su presidente. Así lo señalan los últimos sondeos del CIS, que colocan su ausencia por encima del paro o la corrupción en el listado de los principales desvelos de los españoles. Hay que entenderlo. Ha pasado tanto tiempo ya que algunas generaciones, nacidas hace menos de cien días, no lo han visto nunca. Está España huérfana de padre y no hay nadie que no le eche de menos.

Algunos comienzan a sospechar. Ven salir a los ministros -unas veces Soria o de Guindos, otras Montoro (“¿Ése es Rajoy, papá?”, preguntan los pequeños)- y no dicen nada de su paradero. También comparece la vicepresidenta y la gente se levanta para ver más de cerca el televisor, afilando las retinas por si vieran al presidente en una esquina, como si un Consejo de Ministros fuera un recortable de ¿Dónde está Wally? Esto no es serio y lejos queda de ser como Dios manda. No se entiende posible el anuncio del recorte presupuestario más duro de la historia, de la reforma laboral más agresiva de la democracia, la amnistía fiscal más injusta o la subida de impuestos más negada de este siglo sin el siseo cálido de la voz de Mariano. Él no dejaría sola a la patria en tan difíciles momentos. Y ya Soraya no sabe qué decir cuando le preguntan por el jefe, y sólo sonríe, marcando los pómulos, que se le aprietan como bíceps cuando algo la incomoda. Tiene escrito en la cara que algo está pasando.

España está en vilo, como digo. A algunos les ha dado por rescatar el programa electoral con la foto de Rajoy -con su barba recién cortada, sus orejas moldeadas y sus dientes blanquecinos- y se nos están manifestando. La situación no es sostenible. Señores secuestradores: si quieren que sigamos pagando el rescate exigimos una prueba de que el presidente está bien. Será suficiente una foto suya fumando un habano y mostrando la portada del Marca de hoy.

Creo que anda tomando cervezas con Gallardón, esperanza, Soraya, y ranga, mira este video.