Aldeanueva de la Vera - Caceres

Fijaros: quienes pontifican sobre cómo combatir la crisis económica son los que menos la sufren en sus bolsillos; quienes examinan y califican la solvencia financiera de los países son los mismos que los han llevado a endeudarse hasta el cuello.

Vamos a temblar de frío por el invierno, y de escalofríos por las consecuencias de las reglas de juego que el dúo Merkozy ha impuesto a los que nos manejamos con euros. Seguramente eso son lentejas, lo cual no quita para que ignoremos la cara oculta de todo este entramado de deudas, primas, emisiones, ajustes, déficits, etcétera.

El Gobierno, en su afán pedagógico para mejorar la imagen de los impuestos y mostrar las bondades de estos a la más tierna infancia y adolescencia, ha creado un llamado portal cívico-tributario en la web del Ministerio de Economía y Hacienda.

Ese portal cívico-tributario no cuenta toda la verdad de nuestra realidad fiscal, llena de sombras. Sobre una de esas zonas oscuras ha dirigido un foco de luz el sindicato mayoritarios de técnicos de Hacienda, que no hablan de oídas.
Ante el run-run creciente de una próxima subida del IVA, ese sindicato ha explicado que más se recaudaría aflorando la economía sumergida (representa nada menos que un 20%) y, sobre todo, haciendo más progresiva la fiscalidad de las sociedades mercantiles.
Resulta que en la tributación de las empresas ocurre como en la feria de Valverde, donde el que más pone es el que más pierde. Dicho de otra manera: las empresas que menos facturan son las que más pagan, casi un 23% en Impuesto de Sociedades. Y las más boyantes apenas llegan al 20%.
Según mantienen esos expertos del Ministerio de Hacienda, aplicando una subida como la previsible del IVA (que pagaremos todos) a las empresas que facturan más de 45 millones de euros con beneficio superior a 1 millón, se recaudarían 13.000 millones, el triple de lo conseguido con la anterior subida del IVA en julio de 2010.
Como decía aquél, a la hora de sufrir la crisis todos somos iguales... pero unos más que otros.

Dudo de que los gobernantes y los especuladores financieros alberguen temores sobre la seguridad de su pensión. Es más, probablemente podrán jubilarse cuando quieran, no cuando les obliguen. Y puestos a encontrar desigualdades entre los iguales, no son equiparables los apuros del empresario que tiene que echar el cierre a su pequeño taller, que el del empresario que tiene que ha de prescindir de la mitad de la tripulación de su yate.