Ex machine Seguro que te lo has preguntado sólo levantarte. Qué santo será hoy, día bisiesto. Es la pregunta que flota en el ambiente desde que has salido a la calle. Pues mira, hoy es San Dositeo. Monje eremita del siglo IV y paradigma del desapego, abandonó su exitosa carrera militar y su fortuna para dedicarse al puro ascetismo y la mera contemplación. Además, San Dositeo me cae especialmente bien por ser el más modesto de los altares, el único que tiene día propio cada cuatro años. Y para colmo, lo hace debido a un conocido error en el calendario gregoriano, o sea, que encima de cor..nu.., apaleao. Felicidades a todos los Dositeos. Alguno habrá (pobres). En fin, que si hoy es el día del desapego para todos los creyentes, yo propongo por concordancia, que para agnósticos, rojos, herejes y ateos, hoy sea el día internacional de los ex. Guardianes de un pedazo de tu error, relevos de una etapa de tus búsquedas, memoria de tus sentimientos más tristes, capaces de sacarle el polvo a cualquier rincón de tus vísceras cuando menos te lo esperas. A medida que la vida te decepciona, coleccionas básicamente dos tipos de ex. Los que te dejaron y a los que abandonaste tú. En otras palabras, los que te jamás te quisieron y los que, a su modo, aún te quieren. Es importante acumular un número similar de cada tipo, no vayamos a haber sentido demasiado el lado dejante y poco el dejado, o demasiado del amante y muy poco del amado. A los que se engañan pensando que lo dejaron de mutuo acuerdo no los cuento, por cobardes, hipócritas y discapacitados emocionales. También deberíamos tratar aparte al último ex, especialmente delicado por reciente, y al primero, particularmente tierno por ingenuo. Al resto, al pelotón, jamás hay que guardarles ningún rencor, pues fue gracias a ellos y a que te dejaran escapar que hoy tú estás como estás y con quien estás. Los ex (y las ex) estuvieron, están y siempre estarán ahí. En cada adjetivo y sustantivo que os atribuisteis en algún momento, inutilizando e inmovilizando desde entonces esas palabras en el depósito de cadáveres de los cariños usados. En cada banco, parque, esquina y destino al que viajasteis, en el que rompisteis, en el que empezasteis a salir. Jamás volverás a pasar por esos lugares sin notar esa profunda punzada en el alveolo de lo que pudo ser y no fue. En cada proyecto que tuvisteis en común, en cada adverbio de tiempo que acortó su vigencia, en cada blanca promesa que destiñó en mentira podrida. Desvirgadas todas las contundencias, a ver quién es el guapo que las vuelve a sentir de segunda mano. Y yo que cada vez estoy más convencido de que lo más grande que se puede aspirar es a ser un gran ex. Mirar cómo les va ahora que ya no están contigo, sino con alguien que te mira mal y te piensa peor, y decirte esa gran frase que siempre se repite un amigo mío. Qué felices somos los tres.
|