Alcollarín - Caceres

EL PRIMER CERO


Hace tiempo, mucho tiempo, cuando aun la bruja Lola tenia el pelo liso. Ocurrió que habiendo yo asistido al colegio, como todos los dias, en cumplimiento del sagrado deber de todo muchachito en edad de merecer instruccion, que habiendo fijado la señorita, (era soltera, por que jovencita no era, ¡no señor!), para el día de los acontecimientos un examen de mátematicas, el primero al que yo tengo dado por cierta mi asistencia, que habiendose sentado toda la concurrencia propia y ajena a dicha clase, se procedio a repartir hojas para, a continuación, proceder a emborronarlas con cualquier sarta de tonterias, porque de las fuentes del saber habiamos bebido todos más bien poco, ¡p´a que engañarnos!, se puede decir que el botijo del saber estaba "recién llenao."

Todo iba según el guión previsto, o sea las paginas de todos los concurrentes en blanco, tan blanco como deberia ser el blanco y puro vestido de novia de la señorita que anunciaria su celibe estado en trance de ser perdido, si es que tenia lugar algún dia el feliz acontecimiento de su boda, que yo mas bien creo que no, debido al porte y gracejo natural que aquella enciclopedia con piernas, que ¡p´a que engañarnos! era mas bien nulo, porque decir escaso seria excesivo, en el dudoso caso que encontrara algun mancebo dispuesto a deleitarse con tanto conocimento y tan poca gracia, bien, . . . que las paginas seguian en blanco como. . . ¡no!, ¡otra vez no!.

Cuando me percaté de las maniobras extrañas y sospechosas que realizaba mi amigo Jerry, que maniobraba torpemente con el libro de matematicas con un repentino interés por aprender de las fuentes del saber. Años más tarde identifique la misma sensacion viendo como Anthony Perkins iba a matar en la ducha a una chiquilla, disfrazado de abuelita venerable, que mira que hay que ser retorcido. Habiendome yo convertido en mudo observador de la realidad mas cercana, sentí que negros nubarrones se acercaban por el norte. . ., por el sur. . ., por el este. . ., y como no por el Oeste. La tormenta amenazaba descargar no en forma de lluvia, pero si en forma de rotulador rojo y gordo.

La señorita que de cazar maridos demostró siempre que sabia muy poco, sin embargo de cazar copiones, demostró que sabia lo suyo, de tal manera que distraidamente paso de mi amigo y se coloco detrás de el, de manera que si Jerry queria saber donde estaba se tendria que girar del todo y se arriesgaba a tener que explicar el porqué del interés repentino por el rostro de la señorita lo cual no hizo. A medida que iba pasando el tiempo, a Jerry le invadieron de nuevo, deseos de adquirir conocimientos que le permitieran poner algo en aquella hoja que seguia en blanco, como la mente de los concurrentes, asi es que se arriesgó y cometió su único y trágico error; sacar de nuevo el libro y abrirlo, estupido, si no lo habia abierto nunca que le costaria mantenerlo cerrado.

Con una destreza propia de una puma, una lince iberica, una pantera negra y cualquier otro felino que se les ocurra la señorita se lanzo sobre el y gritó ¡Joaquin Ortega! ( yo, desconocia que se llamara asi y mire alrededor por ver si era otro) y sacando un rotulador gordo rojo le dio la vuelta a la hoja del examen y puso un cero, grande, rojo, enorme. La señorita juro que sonreia mientras la clase en absoluto silencio oia como se deslizaba el rotulador por el blanco inmaculado de la hoja del Jerry, que no pudo demostrar lo que sabia, ni poco, ni mucho, porque no sabia de matematicas mas que lo que veia ante sus ojos que era un matematico y redondo cero.

Como quiera que descubrio que todas las miradas se habian clavado en él, mezcla de sorpresa y amedentramiento solo alcanzó a articular una interrogación dirigida a nadie y a todo ser humano, fiel reflejo de lo que seria su filosofia de vida durante muchos años, encogiendose de hombros pregunto,
¿QUE PASA?