Alcollarín - Caceres

Soy un loro. Un loro denostado a causa de mis múltiples taras; de mis patas acombadas, de mi joroba prematura, de mis ridículos ojos esféricos de loro viejo, de....
Los loros siempre repetimos, repetimos hasta hacernos insoportables y, por esa causa, somos a menudo vilipendiados.
Vivo en el término de Alcollarín, en la dehesa de la boticaria, - si bien, sabéis, que todos los de nuestra especie provienen de regiones tropicales - pero esto ya lo he comentado en varias ocasiones. Y suelo preconcebir rutas por las tierras colindantes que, a veces, me cuesta materializar a causa de mis reumáticas alas casi desprovistas de plumas. El Otoño es bello en casi todos los parajes conocidos, pero especialmente hermoso y excelso en este pequeño trozo de tierra. Todo se transforma como por parte de magia. De repente, te levantas un día y el abertal que emanaba colores ocre se ha transformado en un extenso pastizal teñido de un verde fluorescente que puede destrozar los sentidos de algún inocente profano. Los árboles mueren infestando el campo de toda suerte de variedades cromáticas y , hasta las bestias transforman sus ademanes y sus cansinas miradas...
Hoy volé y, a causa de esta rara alegría otoñal, intenté lanzar al aire varias piruetas, rememorando los viejos tiempos de perpetuo loro en celo pero, en alguna de ellas, estuve a punto de estampar mi desvencijado cuerpecillo contra el mullido colchón verdoso. Desde el tamboril me pareció adivinar a tres personas que parecían eunucos o asexuados porque no se distinguían bien sus atributos diferenciadores. Sus vestidos brillaban, emitiendo destellos jamás vistos por el que esto escribe, y destrozaban todo rastro de vida dentro de ellos. Estaban como transfigurados. Y porfiaban entre ellos. Y reían y hablaban lenguas que no llegué a distinguir, aunque los loros seamos bastante políglotas – gajes del oficio-
Uno de aquellos convulsos personajes, saltaba y agitaba sus manos continuamente, y lanzaba enormes dados de 8 números con tanta fiereza que se perdían en lo alto del firmamento. Luego, no contento con aquel gesto, sacaba barajas de cartas de todos los colores y formas y las repartía a sus dos compañeros y, otras, las estrellaba contra los olviares cercanos y los pájaros que se acercaban curiosos a ver lo que sucedía, como era también mi caso. Las cartas se trasformaban en bolas de bingo y así sucesivamente en una amalgama de divertidos juegos que me tenía con el pico abierto, como entumecido. Embelesado. Y quise ser como él. Pero los loros no imitamos gestos, solo repetimos palabras.
El que caminaba en el centro del grupo, parecía lelo y poco letrado. Solo observaba lo que allí ocurría de manera taciturna; asentía o negaba con la cabeza, y sonreía o, inesperadamente, sollozaba y arrancaba a llorar como un bebé. Parecía muy buena persona y, aunque no hubiera leído nunca un libro y, quizás, por ese motivo, sus compañeros le parecían pedantes y ajenos a la realidad y a la naturaleza que les rodeaba. Y les daba consejos sobre las maulas, sobre cómo gatear un árbol para coger huevos y sobrevivir, como encontrar agua, cómo saber si vendrá la tormenta, si hará calor o frío, o si vivirán muchos años con salud o sabiendo controlar las pestes y los males que acechan al hombre continuamente. Y quise ser como él, pero los loros solo imitamos palabras no gestos. Y, también, me quedó con el pico abierto, entusiasmado de tanta espontánea sabiduría buena.
En el otro extremo venía el hombre más parlanchín y nervioso. Un docto personaje que no cejaba en machacar el silencio de la dehesa con discursos convincentes, teoremas empíricamente demostrados, consejos gratuitos, citas literarias de todos los colores y formas y, todo ello, manejando con contundencia sus manos y su cabeza y ojos. Intentando que los demás asintieran y le dijeran un “si bwana” claro, diáfano, rotundo, como el tibio sol de otoño que nos observaban en esos instantes. Destrozando con sus aguas réplicas y mofas continuas todas las respuestas de sus dos contertulios. Y si lo necesitaba, alzándoles la voz hasta hacer volar de sus árboles bandadas asustadas de gorriatos y palomas. Y también quise ser como aquel tipo era, con aquella autoridad y pasión en todas sus exposiciones. Pero, reitero, los loros solo repetimos palabras, no gestos.
Y de esta guisa, los tres “sin rostro” llegaron a las primeras casas del pueblo donde otro señor transfigurado, honesto (es decir, ajeno a corruptelas) y de rostro adusto les dio la bienvenida y les conminó a acompañarle a la casa del pueblo para departir con ellos un rato. El señor transfigurado, dueño del pueblo, también lanzaba al aire sus misivas y prometía cosas de difícil cumplimento, cosas que me costaba, no obstante, entender: “un pueblo nuevo, abierto, lleno de progreso, de luz, de color, de alegría, de diálogo para los que pagaban los impuestos y para los allegados, etc. Y ofrecía casas a tutiplén a todos los presentes, gratis, como el que ofrece chupa-chups e , incluso encarándose conmigo que soy un burdo pajarraco, me ofreció una. Pero yo le contesté que ya era propietario de una modesta mansión situada en una encina centenaria de la dehesa de la boticaria, y de otra en régimen de asueto en el tamboril y otra más, alquilada a unas cacatúas en el cerro de la coguta.
Y todos aplaudían al profiláctico personaje sin ningún rubor, lanzando vivas y arengas para que fuera siempre igual de sabio e inmortal. E, incluso, los tres restantes transfigurados le rodeaban con sus brazos y le recitaban oraciones en sus oídos. Y al final del discurso los cuatro pronunciaron un estremecedor “finis coronat opus”. Y regresó el silencio, el silencio más brutal, casi atómico, que jamás han oído mis destartalados oídos.
Y así pasó el día, y el moribundo sol otoñal volvió a mostrarme su color más humano, mas traumático... Y se acercó un momento a mi oído, henchido de lánguido fuego muerto, y quiso susurrarme un nombre o unos nombres y unos números para lo que los repitiera, como buen loro, al resto de la comunidad. Y yo le guiñe un ojo ya que no todos los días uno tiene la posibilidad de platicar con el mismísimo sol, un poco entelelido, pero sol al fin y al cabo.
Pero los loros nunca repetimos lo que nos dicen los astros, solo lo que los humanos locuazmente o torpemente dicen cada día, sin pausa, sin vergüenza. Los loros somos así de simples y graciosos.
Agur

Pd: Gracias a peter y mochuelo por ayudarme a colgar anteriores relatos. No sabéis que los loros cuando perdemos cien plumas seguidas somos recompensados igual que los niños con su ratoncito pérez. En este caso he estrenado un ordenador, la mayoría de cuyas miles de teclas no tengo ni idea de su utilidad.

Genial como siempre, Loro. ¡Vaya relatitos que te marcas!. Menuda fantasía. Y hasta te atreves en latín. Ya sé que es repetido de lo que dicen los cuatro, pero hay que entenderlo.
En fin, como ya tienes nuevo ordenador, cosa por lo que te felicito, te deseo que tenga un largo y perfecto funcionamiento, pues así espero que tus intervenciones sean más frecuentes, para nuestro regocijo y deleite.

Mis saludos Loro.

Menudo relato, Loro, me has dejado con el pico abierto tambien.
Enhorabuena, sigue contandonos cosas como éstas, pues cada vez que narras lo que tus pequeños ojos ven, con esa espectación , los duendes se enriquecen,grácias Loro, es todo un placer tenerte aqui con nosotros.
Saludos.

Un saludo loro, ha sido un placer colaborar contigo
AGUR, como tú dices.

De nada Loro. Ha sido un placer colaborar contigo.
Agur. como tú dices

Loro,ayer no pudimos contestarte,para decirte que vaya tela,eres ¡GENIAL!nos encanta y no dejes de escribir,aunque a algunas respuestas las quiten,,como las de Peter y las de Puwill,no hay derecho.

El Alma del Mundo está alimentada por la Felicidad de las personas;o por la infelicidad,la envidia y los celos.

menudo relato!, loro, magnifico, donde los haya.
ESTUPEFACTOS los duendes se han quedado al leer ésto, con la boca abierta, espectantes .
Sin duda todo un enriquecimiento , apreciando así lo que es una buena literatura.
Sigue describiendonos , lo que tus pequeños ojos curiosos ven.
Saludos Loro, y buen fin de semana . Refugiaté de tanta lluvia, no sea que cogas un refriao, ciudaté , vale!.

¡VAYA! ahora sí salen los mensajes,esto es increibleeeeeeeeee

Dudo que por tu aspecto “denostado a causa de tus múltiples taras” consiguieras triunfar en algún concurso de belleza para pájaros exóticos que por estas fechas se celebran a lo largo de la geografía nacional e internacional, uno de ellos en nuestra Extremadura, concretamente en Villafranca de los Barros, donde se llevará a cabo el Campeonato de España, considerado la pasarela Cibeles de los pájaros.
De lo que no tengo dudas es de tus grandes posibilidades en cualquier concurso literario que te presentases, hasta podrías ganar algún viaje y así no te cansarías en tus vuelos. Pero, como reiteradamente dices, los loros solo repetís lo que decimos los humanos, y eso me hace pensar que quizás tampoco te dejasen participar.
De todos modos, siempre te quedará la opción de compartir con nosotros tus originales relatos de exóticos pensamientos, y a nosotros la enorme satisfacción de poder disfrutarlos.
Felicidades Loro.

Te felicito por tu relato "Loro", y ya que tienes ordenador nuevo te pediría que no tardes en volver a escribir , amortiza ese regalo de tu "ratoncito Pérez" Un saludo.