Alcollarín - Caceres

Cuando a finales del siglo XX se volvió a agitar el neoliberalismo, la situación había cambiado, en particular a partir de 1989, cuando un colapso político sacudió profundamente a muchos intelectuales que había destacado por su defender el comunismo o por matizar sus deficiencias.

La caída del Muro de Berlin debió ser saludada como lo que fue: una de las mejores noticias desde el principio de los tiempos. Se agotaba, en efecto, el sistema político más brutal que haya padecido la humanidad, responsable de la muerte de cien millones de trabajadores y de la opresión y el empobrecimiento de miles de millones.

Jamás obtuvieron los comunistas el respaldo de los pueblos, y por eso tomaron el poder por la fuerza y establecieron las dictaduras más sanguinarias, que no por ello arredraron a escritores y artistas, que los respaldaron con gran entusiasmo y, tanto, se sumieron en la zozobra y el desconcierto cuando el derrumbe del Muro exhibió ante los ojos de todos el carácter metódicamente criminal del llamado <<socialismo real>>.

Esto explica la extraordinaria respuesta que tuvo la crisis del comunismo: en lugar de desatar una ola de alegría y felicidad, desató una ola contraria. El planeta, se nos aseguró a través de los medios de comunicación y en las voces de los principales pensadores, no había recibido una buena nueva, sino una malisima: se iba a imponer la asfixiante hegemonía de Estados Unidos y la empresas multinacionales, aumentarían la pobreza y la desigualdad, la degradación de la naturaleza y el medio ambiente, hasta la diversidad mental seria arrasada por la uniformidad intelectual del llamado <<pensamiento único>>. Todos estos desastres se iban a producir como consecuencia de la globalización y el neoliberalismo.

Y es verdad, las empresas multinacionales imponen su hegemonía, y los bancos crean las crisis que tienen que pagar aquellos a los que afecta.
Los bancos crearon esta crisis, con el enriquecimiento desmedido con las hipotecas alegremente concedidas y hoy el Estado tiene que subvencionar precisamente a quienes crearon este problema.

Es verdad que el comunismo resultó una falacia, pero que en su tiempo tenía sentido por la lucha de los desposeidos por salir de la misería contra sus explotadores y quienes les apoyaban; aunque, hay que reconocer que, con métodos extremadamente violentos.

Es mi modesta opinión.

Buenas noches.