pipas adulteradas Soy un loro. Ayer no pude escribir - los loros, de todas formas, poco escriben- . Los loros hablan. Estaba enfermo, y me quedé dormido en el palo de mi encina. Había comido pipas en mal estado. Los girasoles, con esto de los fondos de cohesión, descohesionados, tampoco son ya lo que eran. Me comí con fruición cuatro pipas, y los resultados fueron dramáticos. Tuve que llamar desde el palo de mi encina a todas las cacatúas existentes en la comarca; pero como ninguna llegó en mi auxilio, tuve que clamar a los cuatro vientos mi desesperanza. Y empecé a graznar como una chova, y llegaron en mi auxilio dos urracas, un cuervo cojo y una coguta, la única coguta inteligente que habita el pueblo desde tiempo inmemorial. Ellos me calmaron y me curaron. Ellos, con sus sutiles cuidados, me han devuelto a la vida de los pájaros soberanos. Ahora vuelvo a ser un loro y no me canso de repetir lo que otros dicen. Vi la muerte de cerca, pero mis improvisados galenos comentaban, realizando piruetas y múltiples graznidos, que soy un poco hipocondríaco. La verdad, puedo entender a la urraca, por la infinidad de ultrajes a los que sus nidos fueron sometidos. Pero siempre miro con recelo a la cacatúa y a la coguta. Son un poco esquivas.... Ahora voy a seguir repitendo lo que nadie dice. |