Cronicas de Alcollarin de IDF CRONICAS DE LAS FIESTAS DEL EMIGRANTE EN ALCOLLARÍN Lunes, 18/08/2008 - ISIDRO DIAZ FERNANDES (IDF) ALCOLLARíN Después de cinco años sin regresar al pueblo durante el mes de agosto, este año hemos podido asistir al resurgir de las Fiestas en Honor a los Emigrantes iniciado el año pasado con la llegada de la actual corporación municipal. Alcollarín, como costumbre impertérrita, sigue rememorando año tras año el ancestral ritual de reencuentros entre vecinos separados en muchos casos por miles de kilómetros. Abrazos, besos, apretones de manos, se suceden en cualquier rincón del pueblo, alternando con el “chateo” no virtual en los bares o sentados “al fresco” al caer el sol tras la solana agostona. La población se duplica durante estos días, y la mayoría de emigrantes que continúan acudiendo a la llamada de sus raíces durante el verano, siguen manteniendo que en su pueblo es donde mejor se come y donde realmente se puede descansar, a pesar del ajetreo de las fiestas locales, de localidades cercanas y las inevitables “procesiones” de vehículos durante la siesta para poderse dar un refrescante chapuzón en las piscinas de Zorita, Campo Lugar, Escurial… Pero las molestias por la inexistente piscina es un mal menor si lo comparamos con los continuos cortes de agua que estamos sufriendo nuevamente. El desabastecimiento o la falta de presión del agua, problema demasiado antiguo que sigue sin solucionarse de forma definitiva, ha empañado la gran labor que se está realizando para que las Fiestas vuelvan a tener el esplendor que les corresponde, siendo en agosto el principal y casi único reclamo para que los emigrantes -muchos de segunda o tercera generación- se decidan por Alcollarín como lugar de descanso. Aparte, claro está, de visitar a la familia y estar junto a ellos durante unos días. Muchas han sido las conversaciones que han girado en torno al grave problema del agua, restando protagonismo a las propias Fiestas y provocando -con toda razón- airadas protestas, monumentales cabreos e incluso haciendo que más de uno se marchase del pueblo antes de lo previsto. Lamentable imagen casi tercermundista que se tendrá que corregir si queremos que los emigrantes sigan viniendo a su pueblo. En ello está la corporación municipal, insistiendo hasta el agotamiento ante Aquagest, la empresa abastecedora, que parece reírse de nosotros recurriendo a continuas averías que ya suenan a excusas que nadie se cree, mientras sigue facturando por un carísimo servicio que no presta, crispando a residentes y a quienes pagamos la factura durante todo el año, para luego no disponer del imprescindible elemento durante los cuatro días que estamos aquí. Como también lo está en el tema de la piscina, proyecto realizado por la Diputación de Cáceres, que desde febrero descansa encima de la mesa del despacho del alcalde porque ha sido paralizado por un problema poco entendible en las medidas en el proyecto. Aunque si continuamos con los problemas de desabastecimiento de agua, de poco nos va a servir la construcción de la piscina. Lo mismo ocurre con la residencia para la tercera edad, pendiente de subvenciones que no llegan o se deniegan a pesar de la insistencia de la corporación ante los organismos competentes. O el pantano, tema del que no se tienen noticias desde que el pasado mes de marzo fuese adjudicada la obra a la empresa FCC. Sin embargo nada se sabe de las expropiaciones ni de cuando comenzará la construcción. Asuntos todos ellos muy importantes para el futuro de Alcollarín, preocupación de los gestores locales, y que han estado presentes en muchas de las conversaciones entre los que estos días nos hemos dado cita en el pueblo, y en cierta manera han eclipsado los muchos e importantes logros de meses anteriores, como el hecho de que el Palacio Pizarro-Carvajal por fin haya pasado a ser propiedad del pueblo. Ideal e incomparable marco en el que se desarrollaron, sin duda, los dos actos más emotivos y emocionantes de las Fiestas: el Pregón, pronunciado por los hermanos Martín Barrado y el estreno de la obra de teatro “El Conde de Alcollarín”, a cargo del Grupo Teatral Farándula, escrita también por Manuel Angel y Prudencio Martín. No sería justo destacar por encima de otro la interpretación de ningún miembro del grupo, ya que todos, cada uno en su papel, supieron estar a la altura, brillantemente dirigidos por Loli Prados, en una noche mágica e inolvidable para los más de cuatrocientos hechizados espectadores que desde el primer instante fuimos cautivados por la grandeza y belleza del escenario, el graderío, la música, el sonido, la iluminación, el vestuario... Perfecta puesta en escena que deja el listón muy alto para próximas representaciones de este abnegado grupo de artistas, orgullo de Alcollarín, que no escatiman esfuerzos para cada año brindarnos la magia y el misterio del teatro, superándose a sí mismos. Es una pena que los medios de comunicación regionales, prensa escrita, radio, televisión, no estén más atentos a lo que ocurre culturalmente en pequeñas localidades como la nuestra, para dar a conocer estos actos y a estos grupos de gentes concederles la categoría que sin duda se merecen. Como apunté al principio, las Fiestas en Honor a los Emigrantes continúan el ascenso iniciado el año pasado, percibiéndose el esfuerzo y ganas de hacer las cosas bien hasta conseguir la dignidad que estos festejos nunca debieron perder, siempre con arreglo a nuestra población y teniendo en cuenta la escasez de medios económicos con que cuenta el Ayuntamiento a consecuencia de la herencia recibida. Por regla general la asistencia de público a los distintos actos programados fue bastante numerosa, participativa e incluso de colaboradores espontáneos en muchas de las actividades. Sin dejar de destacar, días o meses antes, las aportaciones económicas y regalos de vecinos y emigrantes. A pesar de la predisposición y la buena voluntad mostradas, aún quedan algunas cosas por pulir. Detalles como la iluminación del escenario el último día de Fiestas durante la actuación de Pedro Reyes y la entrega de trofeos, dando lugar a comentarios de algún “enteraillo”, -por calificarlo de alguna forma-, poniendo en tela de juicio la autenticidad del artista. Mayor implicación y reparto de tareas entre los miembros de la comisión de festejos, que desahoguen al concejal del ramo, quien a pesar de su afán y tesón le es imposible abarcar y tener todo controlado, produciéndose errores propios del cansancio y la actividad frenética de esos días. Hechos como la puntualidad horaria en el inicio de los festejos, no dejar a la improvisación y a última hora quienes han de llevar los cabezudos -por poner dos ejemplos-, se deben corregir para que concuerden con el buen hacer que caracteriza al grupo altruista y generoso encargados de divertirnos a todos. Aunque tuve ocasión de hacerlo personalmente, me vais a permitir dar las gracias públicamente al gran humorista Pedro Reyes por hacernos pasar un rato de lo más divertido, llenando la plaza del pueblo de risas y carcajadas, poniendo el colofón perfecto a las Fiestas de forma totalmente desinteresada. Gracias a Manolo, marido de Marce, por abusar de su amistad con el magnífico artista, consiguiendo traerlo a Alcollarín. Gracias por tu deferencia personal conmigo, por llevarlo hasta el velador donde nos encontrábamos con mi familia y amigos para presentárnoslo personalmente. No quiero concluir esta crónica sin tener un emocionado recuerdo para Francisco Gómez, “tío Kiko”, quien desgraciadamente nos dejó el segundo día de Fiestas. Sin ser natural de aquí, se casó con una alcollarineja, formando una maravillosa familia y mostrando continuamente su cariño y aprecio por el pueblo y sus vecinos, del que fue concejal, compañero mío de corporación presidida por Santos Carrasco. Un fuerte abrazo y todo mi ánimo a María, su mujer, y a sus hijos Nina, Marisol y Paco. Alcollarín, poco a poco, nuevamente se despide de sus hijos que emocionados regresan al lugar donde un día partieron buscando el trabajo y bienestar que él no les pudo conceder. De nuevo empezaremos a contar los días que restan para, a la menor oportunidad y a pesar de todos los pesares, regresar a nuestras raíces.
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