Ahigal - Caceres

Señores concejales:

Como saben, y si no lo saben yo se lo digo, vengo constatando desde hace lustros que el sino de nuestros políticos locales es dejar su impronta donde se vea. A ustedes tampoco, señores concejales, les resultará ajena esta realidad. Cuando hablo de ustedes me refiero a ustedes en su conjunto, aunque lógicamente en cada momento la mayor parte de la hogaza le corresponde a los que en una determinada legislatura dirigen nuestros destinos.

Pretendo que mi carta, señores ediles, deje constancia de lo que percibo: que en ocasiones el propósito de marcar la huella supone todo un intento de borrar la que plasmaron sus predecesores. No me interpreten mal, porque hasta el momento no he dicho si tal proceder es bueno o es malo, o todo lo contrario.

Los precedentes párrafos están en relación con la última actuación llevada a cabo en la plaza. Puesto que la mayor parte de ustedes, señores ediles, son nuevos en estas lides y, por ello, desconocedores de las vicisitudes de la fuente, que ahora es protagonista de esta misiva, voy a hacer una breve historia.

Hubo un alcalde en Ahigal que un día tuvo la idea de contratar una fuente de grandes proporciones y “luminosa” para instalarla en la plaza. De ese modo tendríamos una plaza convertida en rotonda o glorieta. No importa en demasía cuál era la filiación del susodicho alcalde, aunque de paso digamos que pertenecía al Partido Popular.

Llegó otro alcalde, ahora del Partido Socialista, y remodeló la plaza con bastante buen acierto. Pero se encontró con un problema. La anterior corporación había firmado la fabricación de aquella fuente y el nuevo ayuntamiento tenía que tragársela. Hubo gestiones y el contrato quedó eliminado, pero creo que a cambio de la compra de otra fuente más pequeña. Y así fue.

La plaza estaba con su fuentecilla. Pero llegó una moción de censura y volvió el Partido Popular bajo la batuta de alguien perteneciente a no sé qué fantasmagórica agrupación política. Como el nuevo alcalde tenía que dejar el golpe de su actuación placeril, pues, entre otras cosas, agrandó el vaso de la fuente.

De nuevo el Partido Socialista en el ayuntamiento, después de muchos años. Vistas las actuaciones de sus predecesores, fácil era adivinar que algo se haría sobre la fuente en cuestión. Indudablemente, señores concejales, no soy profeta, porque esto era fácil predecirlo. Han quitado el pináculo de la fuente, pero han conservado el vaso, y en su interior han plantado una palmera.

¿Qué harán los otros cuando vuelvan con esta fuente de “tócame Roque”, que es el reflejo de la incoherencia que vivimos en este pueblo que se sigue llamando Ahigal?

No es mi deseo clavar mi pica en contra o a favor de estas actuaciones. Pero disculpen, señores concejales, si les digo que esto es un auténtico cachondeo. Bueno; digámoslo de otra manera: esto es Ahigal.

Un afectuoso saludo para todos los concejales, sobre todo teniendo en cuenta lo poco que cobran para lo mucho que piensan.

Yo asé la manteca.

A nadie nos es desconocido el refrán" que nunca llueve a gusto de todos" y el cuento del anciano muy anciano, que todos los días y tardes, ya fuera con lluvia o sol, se esforzaba en ir quitando tierra y más tierra a la montaña con un simple azadón y un cubo pequeño, con la intención que desde su aldea se viese el mar. Un vecino que veía su titánico esfuerzo se atrevió a preguntarle que por qué ponía ese empeño en trabajar inútilmente en algo que él, ya por ley de vida no podría disfrutar.No tardó en responderle el anciano que él efectivamente no lo vería ni lo disfrutaría, pero sí las generaciones venideras.
Todo esto viene a colación por los cambios que ha sufrido La Plaza y otros lugares del pueblo con más o menos acierto.
Centrándome en La Plaza, va de mal en peor. Cada cambio ha sido borrar y destruir los recuerdos de un lugar con una personalidad propia. Basta con recordar los antiguos soportales de cantería con los actuales, para darnos cuenta de la metedura de pata con el cambio.¿La mencionada fuente? A mi parecer, ni antes ni ahora refleja una estética idónea con el entorno.No sólo por la feliz idea de recurrir a una especie arbórea que nada tiene que ver con las especies autóctonas de la zona, sino porque a la vista de cualquier espectador, resulta un "pegote" total.Cuesta decirlo, pero no resulta bonita nuestra plaza.

Por otro lado, es bien seguro que en cada casa y en la escuela, se les enseña a los niñ@s a respetar los bienes tanto propios cómo comunes, sin embargo, basta con pasear por La Nava y mirar hacia las farolas y darnos cuenta que hasta la teoría cae en saco roto.

Saludos