Sabadell - Barcelona

El periodismo catalán, sometido al poder, incumple sus deberes democráticos

El drama de la prensa sometida afecta a toda España, pero tiene una especial intensidad en tierras catalanas, donde la desinformación y la confusión se transmiten al ciudadano, impidiéndole conocer la realidad y adoptar decisiones correctas, algo que envilece y anula la democracia.

El periodismo catalán, sometido al poder, incumple sus deberes democráticos
Cataluña es hoy el lugar de Europa donde se hace un periodismo más sometido y ajeno a la democracia. El sometimiento al gobierno nacionalista de buena parte de los medios de comunicación es tan intenso que la ciudadanía ha quedado desamparada y sin acceso a una información veraz y solvente, algo que es imprescindible en democracia. Sin una prensa independiente, veraz y crítica, la mentira, la manipulación, el engaño y el ocultamiento de la verdad prevalecen sobre la información y, desinformado, el ciudadano no está en condiciones de adoptar decisiones correctas y consecuentes.

El primer deber de los medios de comunicación en democracia es trabajar con independencia crítica, lo que implica decir siempre la verdad al pueblo y fiscalizar a los poderosos, en especial al poder político, para que su poder esté bajo control y quede limitado. Pero los grandes medios catalanes hacen justo lo contrario: ocultar la verdad, mentir y prestar al poder político un apoyo irrestricto que lo fortalece, lo blinda y lo convierte en abusivo. La consecuencia es que el pueblo catalán desconoce lo que está ocurriendo y las consecuencias del camino que ha emprendido su gobierno.

El control político de los medios catalanes es fruto de una vulgar compra, que distintas administraciones públicas, con la Generalitat a la cabeza, realizan con dinero público, procedente de los impuestos de los ciudadanos, que se plasma en contratos publicitarios, subvenciones y concesiones y ventajas, en su mayoría ocultas.

Esa connivencia entre medios y poder hacen de Cataluña una región antidemocrática y en peligro de transformarse en una tiranía descontrolada.

La dependencia de los medios catalanes de las subvenciones y contratos públicos es inmensa, lo que convierte a los medios en rehenes del poder y a los periodistas en publicistas al servicio del catalanismo y de otros objetivos del gobierno. Los editoriales conjuntos en defensa de las posiciones de la Generalitat son ejemplos vergonzantes de sumetimiento al poder inéditos en el mundo moderno y verdaderamente libre.

El sometimiento de muchos medios y periodistas al poder político catalán ha hecho posible que en Cataluña hayan prosperado la inmoralidad y la corrupción durante las últimas décadas, sin que el pueblo haya sido informado del profundo deterioro ético y democrático. Los medios han silenciado prácticas antidemocráticas y violaciones de los derechos humanos como el cobro de comisiones, la persecución de los que pensaban diferente, el acoso a los castellanoparlantes, el abuso policial, la concesión arbitraria e injusta de ventajas, subvenciones y ayudas, la contratación de amigos y familiares del poder sin concursos ni métodos, el despilfarro institucional, la mentira elevada a método de gobierno, la tergiversación de la historia y la consolidación, dentro de la política, de familias y clanes que recuerdan al Chicago de los años treinta, todo lo cual ha traido como consecuencia un retroceso de la economía y la pérdida del liderazgo catalán en capacidad emprendedora y comercial.

El deterioro dentro de la profesión peridística catalana es estremecedor. Lo que pueda dañar al poder y a los principios nacionalistas no se toca, ni se investiga y todo lo que pueda beneficiarlo, sobre todo la confrontación, el victimismo y el estímulo del odio antiespañol, se hipertrofia de manera inmoral. Los pocos periodistas catalanes que conservan cierta lucidez y siguen creyendo que la información independiente y veraz es un derecho ciudadano inalienable en democracia están señalados, marginados y, a veces, hostigados.

Algunos compañeros de la prensa consultados afirman que ni siquiera es necesario comprar a los periodistas porque la mayoría se suman al sometimiento y a la manipulación voluntariamente, en espera de ser recompensados por sus servicios al poder. Dicen también que es casi imposible encontrar en las redacciones sentimientos de culpa o arrepentimiento por el engaño continuo a la sociedad que se practica desde el periodismo antidemocrático catalán. Muchos ya han tomado partido y se comportan como agentes o soldados de la causa nacionalista o del partido que les proteje y premia.

Algunos creen que el principal problema de Cataluña es su avance inexorable hacia una independencia que podría causarles la ruina y el aislamiento internacional, pero eso no es cierto porque el mayor problema para los catalanes es el deterioro moral, un drama que exigirá el enorme esfuerzo de sanear y reprogramar a la sociedad del mismo modo que se hace con los miembros de esas sectas religiosas que neutralizan la personalidad y convierte a sus miembros en fanáticos abducidos.

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