Las fiestas de Gracia desvirtuadas (cronica de un vecino) Ser vecino de Gràcia durante la Festa Major es prohibitivo. En algunas ocasiones suben el precio hasta un 250 %. Acabo de salir de la entrega de premios a las calles. En la Plaça de la Vila y sentado en un restaurante donde algunas veces voy los domingos a comer, me han cobrado cinco euros por una cerveza sin ofrecer ni siquiera la lista de precios. En otros comercios, dos euros y medio por un refresco. Ante mis quejas de que yo soy nacido en Gràcia y consumidor habitual sólo encuentras camareros a los que les da igual tus quejas y se burlan. Eso quiere decir que como vecino sólo debo aguantar los inconvenientes de la fiesta y no sus ventajas. O salir sin consumir. Un comerciante se quejaba de lo poco que está ganando cuando la fiesta sólo lleva tres días, y es de los que ha incrementado su precio de una manera escandalosa. Así no nació la fiesta, con comerciantes que sólo se saben lucrar sin colaborar, nació con el espíritu de que los vecinos pudieran sacar a la calle las sillas de casa a cenar o comer con sus amigos a la calle, y de ahí a la competitividad de decorar con más gracia su propia calle. Sé que los tiempos, en casi dos siglos, han cambiado mucho, pero lo que ahora sucede es de un aprovechamiento con mayúsculas. Yo no soy de los que se quejan del ruido y la música (muchos vecinos desaparecen durante la celebración de las fiestas) pero sí que estoy harto de que se aprovechen de una manera tan grave. Comerciantes a los que no les importa colaborar excepto su ganancia personal destruirán nuestra fiesta a la cual dedican tantos esfuerzos los vecinos que adornan las calles. |