Barberà del Vallès - Barcelona

Artículo publicado en la página web del Partido Nacional Republicano y del diario EL PUNT:

BOADELLA Y LA DISTORSIÓN DE LA REALIDAD




Jaume Farrerons
Julio de 2006

Publicado en catalán el 14 julio de 2006 en la sección TRIBUNA del diario EL PUNT. Traducido al castellano para “La Tercera República” por su propio autor.

La plataforma Boadella se presenta como una bocanada de aire fresco en el ambiente corrupto del nacionalismo. Esto es, al menos, lo que nos quieren hacer creer determinados espacios de opinión vinculados al PP. Pero un elemental análisis de su realidad interna pone en evidencia lo que podríamos calificar de distorsiones de la realidad de un discurso que considera el falseamiento simbólico de los problemas sociales objetivos el elemento central de su ataque a la política catalanista. En este sentido, Ciutadans de Catalunya no sustituye la supuesta mentira del nacionalismo por un discurso más auténtico, sino que añade a la dogmática vigente un conjunto alternativo de tópicos “políticamente correctos” y, por tanto, no aporta nada más que un nuevo factor de manipulación popular al ya rico panorama catalán de las imposturas políticas. ¿Cuáles son, pues, las supuestas mentiras del “no nacionalismo”?

En primer lugar, la más conocida, a saber: este proyecto se pretende, precisamente, no nacionalista, pero una experiencia de tres o cuatro meses en su foro interno o una simple conversación con los miembros más destacados de sus agrupaciones locales pone en evidencia que las bases son nacionalistas españolas y que si no lo confiesan más abiertamente o reclaman la plasmación programática de este sentir es porque en la finca privada de Boadella el nacionalismo en general ha sido expresamente estigmatizado. Pero lo más posible es que los fundadores ya lo sepan, aunque no quieran reconocer la realidad. Tenemos, entonces, la mentira del no-nacionalismo como distorsión originaria y fundamental.

En segundo lugar, Ciutadans comenzó su trayectoria identificándose con un espacio político de izquierdas, circunstancia que le permitió una rápida implantación en el cinturón de Barcelona. Sin embargo, ya en el segundo manifiesto renunció al rótulo en favor de una transversalidad que ha provocado significativos malestares entre los que consideraban que la mencionada ubicación política era uno de los requisitos de su adhesión, y que no se había tenido en cuenta esta sensibilidad, verdaderamente mayoritaria, dispersa por casi todas las agrupaciones locales. Finalmente, el pasado 6 de mayo, cuando se constituyeron los órganos provisionales, el enfrentamiento entre las personas que los fundadores habían nombrado a dedo para dirigir el partido hasta el congreso fundacional y la voluntad democrática de las bases se convirtió en una verdadera batalla ideológica, en la cual los elementos pro PP entorno a Arcadi Espada desplazaron a los dirigentes naturales de las agrupaciones, de sensibilidad socialista.

Dicho brevemente, Ciutadans será formalmente, cuando termine su congreso fundacional, un partido de derecha liberal que se dirigirá a un electorado de izquierdas a fin de poner estos votos al servicio del proyecto que encabeza el señor Piqué, quien nunca los obtendría por méritos propios en las mencionadas zonas obreras.

En tercer lugar, la plataforma de Boadella ha utilizado la simpatía y rebeldía de este personaje teatral para hacernos creer que el nuevo partido no sólo aportará una sigla “más” al mercado electoral, sino sobretodo una nueva forma de hacer política, transparente y próxima a los ciudadanos reales. Recordemos la frase del Tívoli: “Quiero volver a votar con ilusión… Y ahora estamos muy cerca de conseguirlo, desde un partido transparente y democrático que contará con mecanismos para garantizar que su comportamiento muestre el todo momento la voluntad de las bases”. Tercera mentira y ésta quizá la más grave, si esto es todavía posible. Ciutadans se ha formado entorno a un puñado de intelectuales elitistas que han nombrado a capricho dos personas, los señores J. March y Pepe Domingo, para liderar el proceso de fundación del partido desde planteamientos expresamente declarados como no asamblearios. Francesc de Carreras ya menospreció una iniciativa de las agrupaciones, a las cuales ni tan siquiera se molestó en responder, en que se proponía otra forma de hacer las cosas. Simplemente, la asamblea general de socios no ha sido nunca convocada y los que la reclamábamos hemos terminado abandonando el partido. Así, pese a que no se puede confundir democracia participativa con posiciones de izquierdas y que de hecho muchos de nosotros nos alegramos cuando Ciutadans renunció a la etiqueta ideológica para declararse transversal, esperando que con ello se facilitaría la construcción de un movimiento cívico basado en principios éticos republicanos y configuración asamblearia –en lugar de los habituales aparatos burocráticos y dogmas doctrinales heredados-, la realidad es que los procesos de derechización y cierre oligárquico del proyecto han ido juntos.

En definitiva, Ciutadans de Catalunya es un proyecto político “no nacionalista” que come el pan del nacionalismo español, un partido “progresista” que emplea el voto y la militancia socialista o de izquierdas al servicio de la derecha liberal, un partido “alternativo” comprometido con la “transparencia” que ha tapado la boca a sus bases obreras mientras Boadella representaba la comedia del hombre simpático, inteligente y transgresor. Esta plataforma instrumentaliza así una realidad que, a la vez, le inspira desconfianza: la del gran sector social de trabajadores castellanohablantes catalanes, hostiles, es cierto, al catalanismo del PSC, pero también a los intereses derechistas del Círculo Ecuestre y del Sr. Piqué. Para llevar a cabo esta dudosa operación pro PP, Arcadi Espada apelará a la amenaza nacionalista y mantendrá engañado a un electorado y a unas bases que, si se pudieran expresar de forma asamblearia, harían estallar, con propuestas políticamente no correctas (pensemos en la inmigración) el dispositivo elitista impuesto por los intelectuales fundadores. Por tanto, estos ciudadanos nacionalistas españoles y de izquierdas, inmensa mayoría dentro de la plataforma Boadella, encarnan la prueba viviente de la mentira en el seno de una organización supuestamente crítica con el discurso del Tinell, de un proyecto que rechaza la falsificación catalanista de la realidad pero que se fundamenta en una perversa distorsión política –y humana- de su propia base social.