Zalamea de la Serena - Badajoz

Vuelos de una pequeña golondrina

A los niños y niñas que contemplan a las veloces golondrinas zigzagueado sobre el adoquinado de las calles de nuestros pueblos.
( En septiembre nutridas bandadas de golondrinas se reúnen sobre pueblos y campos. En densos grupos atraviesan el estrecho de Gibraltar, cruzan el desierto del Sahara hasta llegar muchas de ellas a Sudáfrica, donde descansarán, repondrán fuerzas durante nuestro invierno, para retornar en primavera al lugar donde nacieron. Un viaje en el que recorrerán con sus frágiles cuerpos más de 12.000 Km.
Es por ello que solicito respetos para las aves y sus viviendas de barro, sin ambos elementos no podríamos disfrutar de este pajarillo que dicen tiene en su plumaje los colores de la Semana Santa.)

---------------------------------------------------

Con curiosidad se asoma, apoyando la cabecilla sobre el borde del moldeado barro laboriosamente trabajado, mira alrededor de sí y por primera vez contempla el lugar.
La luz de la mañana hace parpadear sus ojillos, sigue observando, la llegada de su madre hace que su boca se abra de una forma automática para recoger el manjar que esta le brinda.
Siente la necesidad de apoyarse sobre el lecho de acogedoras plumas, pero la curiosidad la anima a seguir contemplando desde su fresca atalaya a los seres que sin reparar en su presencia, caminan bajo ella.
Desde la altura ve los curvados surcos que las filas de tejas dibujan sobre las cubiertas de las casas.
Un poco más abajo se encuentra la iglesia, enmarcada en una tranquila plaza a la que el sol llega cada mañana para reposar un rato sobre los bancos de oscuro hierro moldeado.
Justo al lado de la iglesia dos columnas cilíndricas que hacia el cielo apuntan. Levantadas por antiguos moradores del lugar, una de ellas ha ofrecido al fragor de los años su tercio superior, la otra con su altura original de cerca de veintitrés metros. Muestran ambas en su vertical redondez las heridas producidas por las invisibles herramientas del tiempo.
Se sustentan sobre un recio basamento rectangular, granítico como ellas mismas. Cuentan las brisas que las envuelven desde hace más de veinte siglos, que se construyeron en memoria de un importante personaje de la antigua Roma.
Están coronadas las dos columnas por un intricado rompecabezas vegetal sabia y desordenadamente colocado. Ve la golondrina desde su aposento la llegada de una cigüeña al nidal de la columna más alta, saluda a su compañera inclinando su largo cuello hacia atrás, hasta tocar con la nuca las blancas plumas de su lomo, para a continuación mover la cabeza hacia delante, repitiendo ambas el gesto ceremoniosamente, mientras con su pico emiten un curioso repiqueteo, que se asemeja al ruido que nuestras abuelas producían con la barreña y el machaor de encina, cuando hacían el gazpacho



Descubre así la golondrina por primera vez la causa del ruido que tantas veces escuchó y que tanto la asustaba obligándola a estar quieta agazapada en su nido.
Mientras esto contempla, su madre en un constante trajín sigue abasteciendo su insaciable estómago con sabrosos insectos, que le hacen tener un abultado buche, contribuyendo con esto a su rápido crecimiento.
Pasadas unas semanas, llega el momento decisivo en el que ha de abandonar su circular aposento de plumas y barro.
Desde tiempo atrás viene ejercitando sus alados brazos, ha ido robusteciendo sus músculos pectorales. Siente la necesidad de recorrer los aéreos caminos de las golondrinas.
También tendrá que aprender a alimentarse de volátiles invertebrados.
Su madre posada sobre un cable próximo al nido, le dice en el lenguaje de las golondrinas que es momento ya de abandonar su refugio. ¡Acompáñame para que te muestre los abiertos espacios en los que deberá transcurrir tu existencia. ¡
Sin dudarlo, la golondrinita salta fuera del nido, abre sus alas a la brisa de la mañana y libre se desliza con un vuelo inicialmente vacilante sobre el empedrado de la calle donde ha nacido.
La cercana presencia de su madre la anima ha revolotear sobre la tranquilidad de la plaza, gira en una de las esquinas ganando altura, sube por encima del tejado de la iglesia, sigue ascendiendo y pronto divisa bajo si las solidad columnas con sus aladas inquilinas, que han seguido su trayectoria con las cabezas ladeadas.
Sube alto, muy alto, tan alto que puede ver desde el espacio las diminutas casas, las espaciosas plazas, los bermejos sombreros de los tejados, arremolinados en torno al viejo castillo.
Contempla sierras y campos. Hacia el oeste observa un inmenso espejo prisionero de una muralla, sobre el que los rayos del sol toman un baño. Cuantas veces volará a ras del pantano para calmar la sed y refrescar su plumaje sobre las frescas aguas.
Mientras gira libre, consigue su primera comida, una lustrosa hormiga alada de intenso color negro, la cual sirve para apaciguar fugazmente la llamada de su estómago.
De ahora en adelante, este será el medio donde deberá desarrollar la mayor parte de su existencia.
Se ausentará en Septiembre, regresará en Abril. Anidará no muy lejos de donde nació, y ella misma será creadora de nuevas golondrinas que nos seguirán obsequiando con nuevas primaveras.

Desde San Sebastián.
Un ilipense de la diáspora
¡¡¡ZALAMEA CAPITAL CULTURAL DE LA SERENA!!!

Y este poema de MARIO BENEDETTI
TITULADO:
LAS ULTIMAS GOLONDRINAS

Sabes
gustavo adolfo
en cualquier año de éstos
ya no van a volver
las golondrinas
ni aún las pertinaces
las del balcón
las tuyas

es lógico
están hartas
de tanto y tanto alarde
migratorio
de tanto y tanto cruce
sobre el mar y retórica
y pretextos
y alcores

su tiempo ya pasó
lo reconocen
y a mitad de su ida
o de su vuelta
oscuras
cursilíneas
tiernitas de alas largas
se dejarán caer
como buscando
cada una su ola
terminal.

ZALAMEA CAPITAL CULTURAL DE LA SERENA
DESDE AQUÍ UN ILIPENSE