Zalamea de la Serena - Badajoz

Un mulo en la noria

un mulo de andares cansino y cerebro entrapado, camina sin saber que su camino tiene más rutina que horizonte y ni siquiera sabe... Donde empieza y dónde termina el trotar de su cansina aventura,

un mulo que no sabe de qué se trata su carga ni a qué distancia un descanso le separa, depende de la apreciación de su amo... De ese viejo hortelano,

así, que más le daba al cuadrúpedo, si protestar no le avalaba y rascarse... Ni le dejaban,

daba vueltas y más vueltas atado a un tronco de madera, sin saber cuál era su deber, ni si las vueltas las daba al derecho o al revés,

sí, que percibía el noble animal, que el líquido, que de la noria salía, al chocar contra el pilón entonaba cantares de regadío, agua que con silencioso caminar se perdía surco abajo... Apagando la sed de una tierra de secano, que en mi pueblo está entre las mano de unas nube de verano,

mientras una golondrina a ras del suelo volaba detrás de un insecto que se le rebotaba y yo sentado al borde del camino paciente pensaba,

que grande es mi mundo para que tan insignificante ser como soy... Fuese y lo pisara y el perdón me lo callara.


Una noche en la era...

Equivale, salvando las distancia de los gustos consumados del qué aquí se retrata, al placer que produce la primera noche que duermes en esos grandes hoteles de cinco estrellas pagados por tu compañía en plan faena, y si es con señorita incluida, mejor todavía.

Es decir, tirando de “visa” sin remordimiento por lo que te vayan a descontar de ella al final de mes.

Bueno pues las eras aquellas, hoy, círculos caprichosos en medio de los anchos campos, eran sin estos alardes de la vida moderna una delicia, el decorado es tan natural que a la naturaleza la podías palpar o con ella jugar, dependía de tu mentalidad a la hora de valorar lo que aparecía junto a ti.

Dormir bajo una alcoba a la que nadie le pudo ponerle techo, si acaso algunas nubes de algodón para decorar su interior, sin puertas ni ventanas que se puedan colgar de las paredes de una estrella... Hay un mundo fascinante donde la libertad es la reina madre de todas las batallas naturales.

De repente y entre su gente corriente gobierna la noche con sus tinieblas y sus cascadas de estrellas, nuestras risas resaltan con sonoros ecos en la lejanía.

El canto de un grillo pone música de fondo a un concierto de voces silenciosas, mientras un “mochuelo” llena de misterio el entorno, está escondido entre las ramas de un olivo, quiere inquietarte antes de que empieces acoger el sueño y de paso introducir el miedo en el cuerpo, de aquél que fue niño a la vera de los campos en años ya lejanos.

Una suave racha de aire fresco venida de un apartado horizonte juguetea con las espigas y le pone a las sombras las notas de un runrún, que como melodía no molesta... Y como canción reivindica su protesta.

Por testigo hay un cielo negro de palpitantes estrellas, con su carro y su camino de santiago en las alturas dibujado, hay cometas fugaces que surcan los cielos provistos de espontáneos destellos, al tiempo que avanza la noche, la tierra se llena de tenebrosas y misteriosas sombras a lo largo y ancho de la pradera.

Una hormiga roja, cuando la noche se parte en dos, te hace cambiar de postura al picarte donde más te duela y, con el alba los rayos del sol tocan diana, sin sonar esa maldita voz que sale de la desagradable y chirriante locución que emite un despertador.

Aquí en medio de la naturaleza no hay aguijón que le haga la puñeta con estridentes sonidos a la trompeta de eustaquio, ni existe el inoportuno sobresalto de un ruido incontrolado por ti no deseado.

La noche se te hizo corta porque dormiste como un lirón y por supuesto de un tirón, poner pie a tierra lo haces con la primera vuelta que ordenan tus neuronas, las pilas sin ser alcalina ya rebozan energía para todo el día, sueltas el residuo que de materia te sobra al pie de un olivo sin necesidad de visitar al señor roca, y sin preguntárselo ni espolearlo, el ánimo empieza a pedirte guerra...

Y no todo empieza como termina... Ni dormir en la era tu vida por supuesto cosa alguna determina, pero una vez en la vida te mereces esta propina, del campo de dónde es mi pueblo.