Zahínos - Badajoz

El ratoncito y la araña
Un ratoncillo se había caído a un cubo herrumbroso y frío, un cubo que, abandonado bajo un canalón, había perdido el brillo de su estreno por días y días de abandono.

El ratón se encontraba solo y no sabia otra cosa que dar vueltas en el fondo del cubo, una y otra vez llegaba a la parte más herrumbrosa, esa de la costura de metal.

Desde ahí veía pasar en su pequeño cielo gris y redondo, alguna que otra ave hermosa y lejana, veía como el color se tornaba oscuridad y como se acentuaba el frío.

Sus fuerzas se gastaban y sus patitas flaqueaban, su pelo se le quedaba pegado a su piel por la humedad y ya no era suave como antes.

La única visita que recibía el ratón era la de una araña amable.

De vez en cuando, casi todos los días, se dejaba caer suave con su hilo de plata. Con su patita golpeaba la nariz del ratoncillo que dormitaba solo y cansado de vivir. Le pedía que se animara, que pronto todo se arreglaría y podría salir de allí.

El ratón solo sabía llorar, solo lamentarse de su infortunio. Cada vez que la araña bajaba, él aumentaba su llanto, se entristecía y lloraba desconsolado.

La pobre araña pensaba que era por su culpa, pero realmente lo único que provocaba con su visita, es que vaciara los sentimientos malos y la pena.

De tanto llorar, el cubo se fue llenando de lágrimas, todos los días un poco, cada vez más. La araña temía por la vida del ratoncito, pensaba que se acabaría ahogando en sus llantos, pero pese a la cantidad de lágrimas derramadas, el ratoncito todavía lloraba más y no dejaba de mover sus patitas para nadar en ellas.

Un día, cuando la araña bajó por su hilo de plata, vio sorprendida que el cubo estaba lleno hasta arriba de lágrimas. La superficie líquida estaba quieta como un espejo, oscuro el fondo y frío.

Temió lo peor, su amigo se habría ahogado. Un escalofrío recorrió su rechoncho cuerpo colorido y la tristeza la embargó a ella.

Bajó un poco más, hasta casi tocar el filo de cubo. Miraba su reflejo en las lágrimas de su amigo y ahora era ella la que lloraba de tristeza.

Para su sorpresa, se fijó casualmente que en el asa del cubo había unas pequeñas huellas, húmedas todavía, huellas de patitas de ratón. Las siguió con la vista y abajo, sobre la hierba fresca y verde, vio a su peludo amigo dormido.

Respiraba reposado, sus ojos cerrados se adivinaban tranquilos, la comisura de su boca dibujaba una curva feliz hacia arriba, por fin había salido del cubo de la amargura, quizás con la ayuda de su propia pena, pero siempre gracias a que cuando la araña lo visitaba, en ella vertía con sus lágrimas su amargura.

Es muy bonito, pero ¿cual es la moraleja?

ESO, DINOS LA MORALEJA.Y TE INDICO QUE EN ZAHINERO NO SE DICE HERRUMBROSO ES JERRUMBROSO.