Zahínos - Badajoz

LUIS Y LA NAVIDAD

En los días antes a la Navidad las familias se reunían en torno a un gran árbol que había sido cortado en la falda de la montaña, se disponían a colocarle adornos que habían sido adquiridos a lo largo de los años por distintas generaciones.
En casa de los Díaz era igual que en el resto de las casas del vecindario, sacaban los adornos de las cajas que se encontraban en el doblado, apiladas unas encima de otras, en ellas había cintas de colores, espumillones, bolas de cartón y de madera, ángeles, estrellas... eran las cajas que cada año volvían al doblado con alguna nueva adquisición,
pero este año no habían comprado nada nuevo porque la señora Maria había dicho que ya era suficiente y que esperarían al año siguiente para comprar algo nuevo, lo cual no gusto nada a los más pequeños, que estaban deseando de ir a comprar un enorme papá Noel que habían visto en la tienda de la esquina.
Ante la gran desazón de Luis, el más pequeño, su padre se acercó a él
- No te preocupes hombre, le dijo mientras lo cogía en brazos
- Es que yo quería ir a comprar como el año pasado
- Bueno, vamos a hacer una cosa, te voy a contar un cuento que le contaba a tu hermana Maria cuando era pequeña y que le gustaba mucho. ¿Vale?
Entre suspiros de llanto, el niño movió la cabeza afirmativamente y se restregó los ojos.
- bueno
- Erase una vez que se era una anciana que vivía en el bosque
- ¡Sí venga, erase una vez que se era! ¡Así no empiezan los cuentos!
- ¿Y cómo empiezan, entonces?
- Erase una vez nada más.
- Vaaale. Erase una vez nada más una anciana que vivía en el bosque…
- Acho papá, que no, que solo erase una vez y luego el cuento.
El padre entre risas cogió a Luis y lo abrazó. - Bueno venga, sin bromas, empezamos de nuevo.
- Erase una vez una anciana que vivía en el bosque. ¿Mejor así?
- Si venga sigue.
- Bueno como te iba diciendo la anciana vivía en el bosque, en una casita muy pequeña pero muy confortable, tenía una gran chimenea donde la anciana hacía unos grandes fachos en invierno y delante de la chimenea una camilla donde ella comía, un sillón y 3 sillas que compró hace muchos años por si alguna vez tenía visitas, al fondo tenía una cama con una mesita donde guardaba sus cosas, pañuelos, bragas… y todos los dientes que se le habían ido cayendo a lo largo de los años, que eran casi todos.
- ¡Aggg qué asco!
- ¿Te lo cuento o no?
- Que si, venga sigue.
- El único inconveniente que tenía la casita es que el vater lo tenía fuera, y en invierno hacia demasiado frío como para lavarse todos los días, así que solo se lavaba el domingo.
En el pueblo se hablaba de ella, se decía que era medio bruja, porque buscaba hierbas medicinales, nunca iba al medico, comía setas y otras cosas que encontraba en el bosque y porque hablaba con los animales. Tenía una cabra que se llamaba Flora y cuando le daba leche ella siempre le daba las gracias. También tenía un macho que era, según decía, el novio de Flora, este no le caía muy bien porque siempre que entraba en el corralito tenía que tener cuidado con él y eso no le gustaba nada.
Dos pájaros metidos en una jaula, Lolo y Lola, que en primavera sobre todo cantaban mucho y alegraban su pequeña casita.
También tenia gallinas pero a estas no les tenía puesto nombre porque se las comía y decía que no hay que encariñarse con la futura comida.
- ¡Hala! ¿Se comía a las gallinas?
- Claro Luis, nosotros dentro de 3 noches nos comeremos también una.
- ¿Siii?
- Si, ¿sigo?
- Venga si
- Por cierto no te he dicho el nombre de la anciana, ¿no?
- No, no me lo has dicho, ¿por qué? ¿Tiene nombre?
- Hombre claro, todo el mundo tiene nombre, ¿no te llamas tú Luis?
- Si. ¿Como se llamaba ella?
- Se llamaba Rita
- ¿Ritaaaa? Santa Rita Rita lo que se da no se quita.
El niño soltó una gran carcajada, no creía que nadie se pudiera llamar Rita, le pareció muy raro.
- Una mañana muy temprano, cuando Rita salio a echar de comer a las gallinas se encontró un calcetín rojo que había caído en el suelo, al lado mismo del gallinero.
Lo estuvo mirando durante un rato y luego miro a su alrededor, no había nadie,-qué raro ¿como habrá llegado esto hasta aquí?
Entró en la casa y lo puso a los pies de la cama. - en fin, he visto cosas mas raras. Lo habrá traído algún animal, o habrá venido con el viento- y no le dio más importancia.
A la mañana siguiente vio junto al corralito de flora y su novio, una bolsa de tela, y tenía algo dentro, se acercó muy despacio y lo cogió. Al mirar dentro, ¡oh sorpresa!, había tres juguetes: un coche, una muñeca y un diabolo. - ¿Que significa esto?- no podía entender nada de lo que estaba pasando.
Volvió a la casa y lo puso en el suelo al lado de la cama, junto al calcetín rojo.
Cuando ya caía la noche, Rita estaba sentada junto a la candela haciéndose una tostada. Cogía el pan y le pinchaba un tenedor y se hacia lentamente junto a las brasas, de pronto sonó la puerta. Toc toc.
- ¿Quien está ahí? contesto ella con un fuerte vozarrón.
Toc toc.
Rita se levantó con el badil cogido sobre su cabeza y se acercó a la puerta.
-¿Quien?
- Perdone señora, perdone que la moleste pero es que estoy buscando unas cosas que se me han caído y he pensado que a lo mejor usted las había visto.
Rita abrió la puerta y cual sería su sorpresa, delante de ella había un señor mayor, muy alto con unas barbas grandes blancas y un traje rojo y pensó: ¡madre mía!, ¿de que viene disfrazado este hombre?
- ¿Y que busca?- le pregunto ella
- He perdido un calcetín rojo y una bolsa de juguetes, ¿no los habrá visto?
- Pues sí, los encontré, esta mañana los juguetes y ayer por la mañana el calcetín.
- Gracias a Dios, creí que los había perdido para siempre. Últimamente tengo la cabeza fatal. Perdone, no me he presentado, soy Santa Claus

- ¡Eh! para, para papá, ¿Santa Claus tiene la cabeza fatal?
- Bueno, eso es lo que dijo él, yo no lo sé... ¿quieres que sigamos o te quieres ir ya a la cama?
- No, no, sigue anda.
- ¿Donde estábamos? Ah, si - Hola- dijo la anciana- yo me llamo Rita. ¿Y por qué va vestido así? debe llamar mucho la atención por la calle, ¿no?
-Bueno, no llamo la atención porque no dejo que nadie me vea, trabajo de noche y solo durante unos días al año.
- Caramba que buena vida.
- Si, lo que pasa es que esos días que trabajo y sobre todo la noche que reparto es muy estresante, porque me tengo que meter en las casas por las chimeneas y tengo que hacerlo con muchísimo sigilo porque nadie puede verme, se puede imaginar...y como verá, no soy ya ni joven ni estoy precisamente delgado.
- Y eso… ¿no es un delito?
- Señora, ¿usted no ha oído nunca hablar de mi?
- No, ¿por qué? ¿debería haber oído hablar de usted?
- Bueno, soy Santa Claus, Papá Noel y otros nombres que me dan en otros países.
- Ni idea, oiga, yo solo conozco a Paco el de la tienda de comestibles, a Raúl el panadero, a Pedro el carpintero, y al tío Jacinto el del bar.
- Pues yo reparto juguetes a los niños en Navidad y la verdad es que tengo muchas ganas de jubilarme, tengo unos compañeros de trabajo que pasan luego el día 5 de Enero por la noche y la verdad es que me gustaría que ellos se encargaran de todo, porque su trabajo es mas cómodo, llegan a las casas montados en camellos, entran por la puerta y no por la ventana y encima en cada casa que van les tienen preparado un vaso de leche a cada uno y un cubo de agua para sus camellos, porque ellos vienen en camellos, yo tengo unos renos que, pobres, tienen más reuma que yo.
- ¿Y por qué no se jubila?
- Pues porque mientras haya niños que se acuerden de mi, no puedo dejarlo.
- ¡Uy! perdone, que maleducada soy, ¿quiere un tazón de caldo?, lo acabo de hacer.
- Pues la verdad es que no me vendría mal, gracias.
- ¿Y cómo sabe que los niños se acuerdan de usted?
- Pues porque cuelgan muñecos como yo en los árboles de navidad y calcetines en la chimenea, y papá noeles subiendo por escaleras la fachada arriba, y en fin... Pero en cuanto que todo eso desaparezca, me iré a mi casa, con mi mujer y por fin podré descansar todo el año, comprenda que ya no esta uno para estos trotes.

Estuvieron hablando hasta las dos de la madrugada, eran los días previos a la Navidad y papá Noel andaba organizando todos los regalos en su trineo, por lo que se pudo permitir echar un rato con Rita, que lo escuchaba meneando la cabeza. Pobre, pensaba, si ella tuviera que hacer ese trabajo tan duro, tan lejos de su casa y de sus animalitos, no podría. Aquel hombre le daba mucha pena, porque además tenia del frío toda la cara quemada y le sobresalían los mofletes como si los tuviera hinchados como un globo. Y bueno aquel traje, era espantoso y encima ni siquiera abrigaría mucho, no tenia pinta de abrigar.
- Luis, a la cama que es muy tarde y mañana no hay quien te levante-. Le grito su madre
- Jopé papá me está dando mucha pena papá Noel...
- A que si, yo creo que no deberíamos colgar ningún papá Noel del árbol y esperar a que lleguen los Reyes Magos, porque ellos son un poquito mas jóvenes y además tienen mucha ayuda porque siempre vienen con pajes, que son los que verdaderamente trabajan.
- Pues los pajes también se cansaran, ¿no?
- No, porque son jóvenes y además solo les hacen contratos para una temporada, al año siguiente contratan a otros nuevos.
- ¡Ah!
A la mañana siguiente Rita se levantó con una gran pesadumbre, no tenia ganas de hablar con Flora, ni de hacer un oficio, la conversación con papá Noel la había dejado muy preocupada, no le parecía que tuviera edad de andar metiéndose por las noches en las casas por la chimenea. ¿Y si algún día lo sorprendieran y le hicieran daño?, No dejaba de ser un extraño colándose en casas ajenas ¡y por la chimenea!. Era un gran problema y pensó que con lo tranquila que ella vivía, aquel hombre había ido a complicarle la vida, sin querer por supuesto, pero le daba tanta pena…
Estuvo toda la mañana pensando y pensando y no encontraba ninguna solución.
Esa noche papá Noel volvió a visitar a Rita, estuvieron cenando al calor de la candela, se comieron entre los dos una tortilla de patatas que Rita había hecho a fuego lento y un tazón de caldo.
De pronto a Rita se le iluminaron los ojos.
- ¡Ah! Creo que tengo la solución.
- ¿Si?
- Sí, claro, es muy sencillo, ¿porque no contratas a hombres que se vistan como tú y así ellos podrán repartir los regalos? Serian muchos papá noeles, en cada ciudad podría haber unos cuantos, en los pueblos… así al mismo tiempo ellos repartirían los juguetes por donde vivieran, lo que no les costaría ya tanto trabajo y tu podrías volver a tu casa con tu mujer, los niños tendrían sus regalos, los papá noeles trabajo y tu tranquilidad. Es genial, ¿no te parece?
- ¿Tú crees que eso estaría bien?
- Bueno ¿y porque no? todo el mundo saldría ganando. Se mantendría el mismo espíritu de navidad pero sin tantos sacrificios.
- La verdad es que me parece una idea genial. Mañana iré a poner un anuncio, y empezaré a organizarlo todo.
- ¿Quieres un polvorón?
- Uf, no gracias, estoy que reviento. Creo que me voy a ir, si no, no acabaré nunca.
- Buenas noches y ten cuidado está la noche muy oscura y fría.

A la mañana siguiente en el periódico se podía leer un anuncio que a Rita le sonó: “se necesitan personas responsables para trabajo de organización y reparto. Se ruega máxima seriedad y discreción”
Esa noche papá Noel y Rita hicieron una pequeña fiesta, él le contó que había recibido muchas respuestas y que ya lo tenia todo organizado, ese año seria el último que él trabajara, a partir del siguiente serian sus papá noeles los encargados de repartir todos los regalos a lo largo y ancho del mundo. La navidad estaba asegurada para todos, incluso para él, que por primera vez en su vida podría celebrar el día de nochebuena en casa con su mujer.
Era el día de Nochebuena y Rita estaba muy feliz, por la mañana invitó a Flora y a su novio a un gran montón de avena, canturreó toda la mañana, por la noche se preparó una de las gallinas sin nombre, en una gran cazuela que había comprado en el mercadillo, le añadió unas setas y se hizo una gran ensalada y para celebrar todo aquello se tomo un vasito de vino. Aquella era su mejor nochebuena.
A la mañana siguiente, junto a la chimenea encontró una bolsa, miro dentro, había un poncho de colores, unos calcetines de lana, un sombrero de paja y una tarjeta que decía “ para mi amiga Rita, la mejor amiga que se puede tener”.
Rita lloró cuando vio todo aquello, era la primera vez en su vida que recibía regalos y estaba tan contenta como una niña pequeña. Y colorin colorado, este cuento se ha acabado…
- ¿Te ha gustado Luis?
- Claro que me ha gustado, y ahora comprendo porque hay papá noeles en el corte ingles, en otras tiendas, en las calles… son trabajadores, el verdadero está en su casa con su mujer. Me alegro por él papá... pero tendremos que ir a comprar el papá Noel a la tienda para colgarlo en el árbol.
- Pero Luis ¿no hemos quedado en que te alegrabas por él de que estuviera descansando?
- Si pero si dejamos de colgar papá noeles en los árboles y en las ventanas, aquellos hombres que se visten como él se quedaran sin trabajo, y no queremos que eso pase, ¿no?
Su padre sonrió, no dejaría nunca de sorprenderse con su hijo, - si Luis, mañana iremos a comprarlo, ya convenceremos entre los dos a mamá.
Venga hijo a la cama, esta noche dormiremos muy bien.
- Hasta mañana papá.
- Hasta mañana hijo.

Me ha encantado tu cuento Emel,enhorabuena

Estos pequeñajos siempre se salen con la suya

Hola Tuliiii

¡Pero si yo creía que Emel era una bruja! ¡Vaya, vaya!

chacha que es muy relargo

como todos tus relatos,lleno de talento

Muy bueno, sí señor. Olé por emel.
Feliz Navidad a todos.

lo acabo de leer, es buenisimo. FELIZ NAVIDAD.

Me ha encantado, lástima que haya tenido que haber el sacrificio de la gallina innominada