Zafra - Badajoz

Maf1a, dícese, según la R.A.E. en su segunda acepción: “Cualquier organización clandestina de crim1nales”; en su tercera acepción: “Grupo organizado que trata de defender sus intereses”, vulnerando la Ley, añadiría yo; y en su cuarta acepción, referida a un empleo metafórico de la palabra: “Engaño, trampa, ardid”. Haciendo una miscelánea o combinación de estas tres acepciones, maf1a sería una palabra que designa cualquier agrupación humana que, empleando engaños, trampas o ardides diversos, defiende sus intereses constituyéndose, por la vulneración clandestina de normativas y leyes, en un grupo crim1nal.

Pronto se cumplirá un año, exactamente el 17 de enero de 2014, en que la agencia suiza Info4c, encargada por la banca suiza de investigar a los políticos corruptos, hizo público el nombre de un individuo de nacionalidad española, de nombre “Mariano Rajoy”, que según la documentación investigada, avaló a Luis Bárcenas, actualmente en prisión, en el Dresdner Bank de Suiza. El aval tuvo, supuestamente, por objetivo la apertura de la cuenta 8401489 en este banco suizo, con veintidós millones de euros, y era, también presuntamente, compartido con otros dos avalistas: Luis Fraga, sobrino del fundador del PP, y José Ramón Varela, ambos amigos íntimos de Bárcenas.

Curiosamente, ante hechos de tal gravedad y de tal calado, el actual Presidente del gobierno aún no ha dado ninguna explicación ni ha emitido ningún comunicado. Y sorprendentemente ningún periodista ni ningún parlamentario de otros grupos le ha expuesto la lógica pregunta de rigor. ¿Qué explicación tiene un silencio inaudito ante una situación que supondría la dimisión inmediata de cualquier político? Recordemos, por ejemplo, el llamado caso Toblerone en Suecia, donde la ministra de Trabajo, la socialdemócrata Mona Sahlin, se vio obligada a dimitir al descubrirse que había usado su tarjeta de crédito oficial para pequeñas compras privadas, como una tableta de chocolate en un aeropuerto. Pero España es España.

Aquí tenemos un gobierno en el que el nombre del Presidente aparece como avalista en una cuenta multimillonaria de un banco suizo, un gobierno implicado en el mayor caso de corrupción organizada de la historia de nuestra precaria democracia, en el que hay ministros que desconocen saber el origen maf1oso de regalos millonarios, como coches de lujo, aparecidos, al parecer por gracia divina, en su garaje. Un gobierno de un partido en el que, presuntamente, se ha estafado al Estado, en el que se han beneficiado de dineros negros, en el que se ha empleado de manera indiscriminada el cobro ilegal de comisiones, en el que se ha desviado dinero público a grandes empresas, en el que se ha reformado la sede con dinero ilegal, en el que se recibía dinero de empresarios amigos, en el que se llevaba una contabilidad paralela de dinero ilegal, en el que muchos de sus miembros de élite han estado relacionados con una trama mafiosa que ni Vito Corleone hubiera sabido planear.

Al parecer, los bancos suizos, en especial el Dresdner Bank, que según algunos es el banco más visitado por los del PP en Suiza, están repletos de cantidades industriales de dinero español. Probablemente ese mismo dinero que se nos había dicho que no había; probablemente ese mismo dinero que se ha sustraído de la sanidad, de la enseñanza, de la dependencia, de la dignidad de los españoles. Probablemente ese dinero que les falta a ese 20% de españoles que viven tras el umbral de la pobreza, entre ellos, miles de familias que viven en la calle, cuyo número se ha incrementado casi un 19% en sólo dos años.

¿Cómo es posible, me pregunto, que en un país europeo presuntamente democrático pueda tener continuidad en el poder un gobierno implicado, presuntamente, en tales casos de gravísima corrupción? ¿Cómo es posible que una democracia carezca de resortes legales y jurídicos para impedir, o al menos, para sofocar tales inauditos desmanes? ¿Cómo es posible que se inhabilite a los jueces que luchaban contra la corrupción mientras cientos de corruptos de altos vuelos siguen apoltronados en sus puestos públicos? Parece que España se ha berlusconizado, y los disparates maf1osos de aquel presidente que hizo de su país su propia finca privada se están repitiendo en versión hispana.

Y la corrupción es ahora, según las encuestas, la principal preocupación de los españoles; aunque una buena parte de los españoles se quedaron en casa en las últimas elecciones, y otra buena parte, según las encuestas, seguirá votando al PP. Inaudito y demencial. Y a algunos no nos queda más que pensar que, definitivamente, no hay que irse a Sicilia para vivir rodeados de maf1osos, y que un pueblo que elige y que apoya a corruptos o maf1osos no es víctima, es cómplice. Mientras tanto, casi una cuarta parte de los españoles forcejea con el filo de la miseria, aunque, como dijo el filósofo Ignacio Ellacuría, nadie tiene derecho a lo superfluo mientras todos no tengan derecho a lo esencial. ¡Ah! ¡Disculpas por la cita!, olvidaba que ya han hecho desaparecer la filosofía de la Educación.

Coral Bravo es Doctora en Filología

Los masfiosos este pais
roban mas que los de Berlin

Y mas que los de Pekin

Maf1a, dícese, según la R.A.E. en su segunda acepción: “Cualquier organización clandestina de crim1nales”; en su tercera acepción: “Grupo organizado que trata de defender sus intereses”, vulnerando la Ley, añadiría yo; y en su cuarta acepción, referida a un empleo metafórico de la palabra: “Engaño, trampa, ardid”. Haciendo una miscelánea o combinación de estas tres acepciones, maf1a sería una palabra que designa cualquier agrupación humana que, empleando engaños, trampas o ardides diversos, defiende sus intereses constituyéndose, por la vulneración clandestina de normativas y leyes, en un grupo crim1nal.

Pronto se cumplirá un año, exactamente el 17 de enero de 2014, en que la agencia suiza Info4c, encargada por la banca suiza de investigar a los políticos corruptos, hizo público el nombre de un individuo de nacionalidad española, de nombre “Mariano Rajoy”, que según la documentación investigada, avaló a Luis Bárcenas, actualmente en prisión, en el Dresdner Bank de Suiza. El aval tuvo, supuestamente, por objetivo la apertura de la cuenta 8401489 en este banco suizo, con veintidós millones de euros, y era, también presuntamente, compartido con otros dos avalistas: Luis Fraga, sobrino del fundador del PP, y José Ramón Varela, ambos amigos íntimos de Bárcenas.

Curiosamente, ante hechos de tal gravedad y de tal calado, el actual Presidente del gobierno aún no ha dado ninguna explicación ni ha emitido ningún comunicado. Y sorprendentemente ningún periodista ni ningún parlamentario de otros grupos le ha expuesto la lógica pregunta de rigor. ¿Qué explicación tiene un silencio inaudito ante una situación que supondría la dimisión inmediata de cualquier político? Recordemos, por ejemplo, el llamado caso Toblerone en Suecia, donde la ministra de Trabajo, la socialdemócrata Mona Sahlin, se vio obligada a dimitir al descubrirse que había usado su tarjeta de crédito oficial para pequeñas compras privadas, como una tableta de chocolate en un aeropuerto. Pero España es España.

Aquí tenemos un gobierno en el que el nombre del Presidente aparece como avalista en una cuenta multimillonaria de un banco suizo, un gobierno implicado en el mayor caso de corrupción organizada de la historia de nuestra precaria democracia, en el que hay ministros que desconocen saber el origen maf1oso de regalos millonarios, como coches de lujo, aparecidos, al parecer por gracia divina, en su garaje. Un gobierno de un partido en el que, presuntamente, se ha estafado al Estado, en el que se han beneficiado de dineros negros, en el que se ha empleado de manera indiscriminada el cobro ilegal de comisiones, en el que se ha desviado dinero público a grandes empresas, en el que se ha reformado la sede con dinero ilegal, en el que se recibía dinero de empresarios amigos, en el que se llevaba una contabilidad paralela de dinero ilegal, en el que muchos de sus miembros de élite han estado relacionados con una trama mafiosa que ni Vito Corleone hubiera sabido planear.

Al parecer, los bancos suizos, en especial el Dresdner Bank, que según algunos es el banco más visitado por los del PP en Suiza, están repletos de cantidades industriales de dinero español. Probablemente ese mismo dinero que se nos había dicho que no había; probablemente ese mismo dinero que se ha sustraído de la sanidad, de la enseñanza, de la dependencia, de la dignidad de los españoles. Probablemente ese dinero que les falta a ese 20% de españoles que viven tras el umbral de la pobreza, entre ellos, miles de familias que viven en la calle, cuyo número se ha incrementado casi un 19% en sólo dos años.

¿Cómo es posible, me pregunto, que en un país europeo presuntamente democrático pueda tener continuidad en el poder un gobierno implicado, presuntamente, en tales casos de gravísima corrupción? ¿Cómo es posible que una democracia carezca de resortes legales y jurídicos para impedir, o al menos, para sofocar tales inauditos desmanes? ¿Cómo es posible que se inhabilite a los jueces que luchaban contra la corrupción mientras cientos de corruptos de altos vuelos siguen apoltronados en sus puestos públicos? Parece que España se ha berlusconizado, y los disparates maf1osos de aquel presidente que hizo de su país su propia finca privada se están repitiendo en versión hispana.

Y la corrupción es ahora, según las encuestas, la principal preocupación de los españoles; aunque una buena parte de los españoles se quedaron en casa en las últimas elecciones, y otra buena parte, según las encuestas, seguirá votando al PP. Inaudito y demencial. Y a algunos no nos queda más que pensar que, definitivamente, no hay que irse a Sicilia para vivir rodeados de maf1osos, y que un pueblo que elige y que apoya a corruptos o maf1osos no es víctima, es cómplice. Mientras tanto, casi una cuarta parte de los españoles forcejea con el filo de la miseria, aunque, como dijo el filósofo Ignacio Ellacuría, nadie tiene derecho a lo superfluo mientras todos no tengan derecho a lo esencial. ¡Ah! ¡Disculpas por la cita!, olvidaba que ya han hecho desaparecer la filosofía de la Educación.

Coral Bravo es Doctora en Filología