Villar del Rey - Badajoz

El día que me marché
de mi Extremadura amada,
yo sentí por mis adentros
que me arrancaban el alma.
¡Que pena, madre querida!
El corazón se me arrancaba:
Que para seguir la vida
nos tengamos que ir de casa.
Aquél 14 de agosto,
cuando el sol más calentaba,
este pobre emigrante
de su tierra se alejaba.
Han pasado muchos años
desde aquella fecha ingrata,
y a pesar de lo pasado
aún me invade la nostalgia.
Con un nudo en la garganta
y pena en el corazón,
volviendo hacia atrás la cara
a mi pueblo dije adiós.
¡Ellos tuvieron la culpa,
los gobernantes de España,
que no supieron dejar
en cada tierra su savia!
El tren que me transportaba
hacia una tierra extraña,
expresaba en sus pitidos
una pena muy amarga.
También otros emigrantes
que en el mismo tren viajaban,
con una mirada triste
miraban por la ventana.
¡Que pena, madre querida!
El corazón se me arrancaba:
Que para seguir la vida
nos tengamos que ir de casa.
Han pasado muchos años
desde aquella fecha ingrata,
y a pesar de lo pasado
aún me invade la nostalgia.

Hoy m’embadurno d’encinas
empapao con mi añoranza,
una cinta en el pescuezo
y una jembra que m’abraza.

Y garveo por tus campos
alreó de tu semblanza,
entre’l jumo de candelas
que s’apagarán mañana.

¿Por qué s’acuerdan de ti
un domingo de jarana,
entre panceta, pinchitos
y una tortilla e patatas?

Si eres la Vigen de Botua,
si arguien te vió aquí la cara
¿díme por qué los pacenses
te dan to’l año la espalda?

¿Aónde está el credo que tién
tós los que llegan al alba
y emperifollan tu manto
y te jacen alabanzas?

¡Viva la Vigen de Botua,
su ermita y sus estampas!

¡Viva la Vigen de Botua
y la tortilla e patatas!