Villanueva del Fresno - Badajoz

https://ww.hoy.es/v/20121118/sociedad/cerveza-hecha-cocina-casa-20121118.html


La oficina técnica en la que trabajaba como delineante haciendo cálculos de estructuras tuvo que prescindir de él por culpa de la crisis. Fue un despido procedente y se le cerró una gran puerta. Pero 'gracias' a ese amargo contratiempo, apareció en su cabeza una emprendedora idea que poco a poco fue tomando forma hasta convertirse en una factible ocasión para retornar al mundo laboral. La 'afición' que él y su mujer tenían a la cerveza y sus experimentos en la cocina de la casa del pueblo que tanto gustaban a familiares y amigos podría llegar a ser un buen negocio.
Así nació la marca Jara, un producto extremeño artesano que desde el pasado mes de abril se puede consumir en diversos bares de la región. Rafael Andrades Vaquero, de 47 años, y su esposa María Isabel Ortiz Vega, de 43, vecinos de Badajoz, son los padres de la criatura. Les acompañan en el proyecto el hermano de Rafael y su cuñada.
«Somos consumidores de cerveza y nos gustaba comprar por Internet diferentes marcas. Después descubrimos los kits que se venden para que produzcas la tuya propia», explica Rafael. «Empezamos con las pruebas hace tres años», añade.
Esa cocina de la casa del pueblo, en Villanueva del Fresno (unos 3.600 habitantes), pasó de lugar de reuniones familiares a pequeño laboratorio del que ya han salido tres variedades. Y están experimentando con una cuarta que lleva pimentón de la Vera.
¿Cómo se elabora una cerveza artesana? «Lo primero son los ingredientes, que son cuatro elementos básicos: malta de cebada, lúpulo, levadura y agua. No lleva ningún aditivo ni conservantes. No está filtrada ni pasteurizada, la cerveza sigue viva en la botella», detalla María. Se mantiene en buen estado para consumir entre 12 y 18 meses.
Un kit, entre 30 y 40 euros
Los kits con los que ellos empezaron cuestan entre 30 y 40 euros y traen malta y diferentes lúpulos. «De esta manera, tú ya estás comprando una cerveza con un determinado sabor. Nosotros lo que hemos hecho después es ir experimentando para lograr los sabores que queríamos», apunta María.
Después, hacen faltan, como mínimo, tres ollas especiales: una de maceración, otra de cocción y otra de fermentación. Han de tener capacidad para unos 40 litros. «La olla para la cocción tiene que ser de acero inoxidable, es imprescindible. Cuesta unos 150 euros. Las otras dos pueden ser de plástico y son más económicas, entre 40 y 50 euros», explica Rafael.
El proceso de elaboración empieza con la maceración. «La olla se llena con agua y el grano en una proporción siempre de tres a uno: tres de agua y uno de malta. Ha de estar durante aproximadamente 90 minutos a entre 65 y 68 grados. «Para mantener esa temperatura, la olla se aísla, se cubre con tela, cartones, un parasol... También se puede usar una nevera camping», añade Rafael.
A continuación hay que lavar el grano. «Con la ayuda de unos tubos de goma, se pasa agua de la olla de cocción a la de maceración, la cual tiene un pequeño grifo por el que ya empieza a salir el mosto. Hay que tener la precaución de que en la olla de maceración el agua siempre esté tres dedos por encima del grano. Y el caudal de entrada del agua tiene que ser el mismo de salida del mosto».
El siguiente paso es poner a cocer ese mosto durante 90 minutos, durante los cuales se le añaden diferentes lúpulos para dar sabor y amargor. Después hay que enfriarlo. Se usa un enfriador de placas que tiene dos entradas independientes. Por una pasa el mostró y por la otra, agua fría. De este manera, la temperatura baja de 90 a 20 grados. «El mosto se oxigena y ya pasa directamente al fermentador, donde se le echa la levadura para que el azúcar se convierta en alcohol». Ahí permanecerá durante dos o tres semanas y ya después se podrá consumir.
«Esta es la manera más artesanal. Así lo hacíamos para los amigos. Salían unos 30 litros más o menos», comenta María.
Obviamente, para salir al mercado, la producción ha de ser mucho mayor y han de embotellar, etiquetar y pasar los controles de sanidad.
En Madrid
Desde que decidieron abrirse camino con la marca Jara -la empresa se llama Vaqueros Beer C.B. (comunidad de bienes)- alquilan las instalaciones que un compañero de profesión tiene en Madrid. «Se trata de una micro (hoy en día existen muchas en España), cuyas dimensiones de fabricación son muy reducidas. Estamos hablando de unos 5.000 litros para abajo», indica Rafael. «La Mahou puede fabricar todos los días cuatro millones de litros...», agrega.
Allí preparan su producto para llevarlo después a bares pacenses como La Casona Baja o el restaurante LEX. También se puede degustar en el restaurante cacereño Racó de Sanguino, entre otros. El precio, entre 2,5 y 3 euros. «No podemos competir con las grandes marcas, la diferencia está en el tipo de cerveza», manifiestan ambos.
Jara ofrece dos variedad: la Ibérica, que es de baja fermentación (5 % de volumen alcohólico) y de color cobrizo por el uso de maltas más tostadas; y la Senara, de alta fermentación (5,8 % de volumen alcohólico), con un cuerpo más denso y de color ámbar anaranjado. Y acaban de terminar una tercera, esta vez, cerveza negra, que todavía no tiene nombre.
El próximo objetivo es tener una micro propia que les permita producir unos 400 litros -y no 30- en cada proceso. En estos momentos están con el proyecto de viabilidad para montarla en un solar que tienen junto a la casa del pueblo. «Hay 275 metros cuadrados de terreno por planta. El proyecto consiste en una planta baja, la sala de recepción de mercancías y elaboración; un semisótano, sala de fermentación y embotellado; y una entreplanta, que sería la sala de catas, de cursos...», indica Rafael.
Gran inversión
¿La inversión? «Entre 120.000 y 150.000 euros. Estamos estudiando la manera de financiarlo. Barajamos la posibilidad de hipotecar nuestras casas. También estamos pendiente de alguna subvención europea. Sabemos que es difícil, pero dedicándote al 100% es rentable», aseguran ambos.
De momento, el primer contacto con el mercado ha sido positivo. Desde abril hasta la fecha han elaborado 2.500 litros de Jara y están contentos con los resultados. Los dueños de los bares les llaman para pedir más botellas. «El último empujón que nos hizo falta para lanzarnos fue la aprobación de cerveceros artesanos de toda España en una feria a la que fuimos. Pensamos que si a ellos, que llevan toda la vida en esto, les había gustado, el producto tenía posibilidades», afirma María.
Ilusión y empeño no les falta, con los tiempos que corren, es una actitud fundamental para sacar adelante una empresa que ya para darle de alta tuvieron que recorrer muchas oficinas de la Administración regional. «Del vino te pueden decir de todo, pero con respecto a la cerveza nadie sabía informarnos. Al final, llegamos hasta el departamento de Fraude, donde nos explicaron, por ejemplo, qué tenía que poner en la etiqueta: el grado de alcohol, el número de lote...», cuenta Rafael.
Y, como resumen, añade: «El personal se alegraba porque siempre están dando de baja a empresas, cuando llega una a darse de alta te reciben con los brazos abiertos».

Me alegro mucho por ellos, que se lo merecen.

Los sueños, sueños son............

La envidia, envidia es ...

Yo les deseo toda la suerte del mundo

kateto nace kateto muere

Enhorabuena por estos emprendedores, que están llevando su producto por todos los rincones de la región y más allá. Yo ya he probado esa cerveza en varias ocasiones, y está muy buena de paladar, quizás un poco fuerte para mi gusto, pero los animo a seguir con su proyecto, porque gente son todo un ejemplo de superación y de seguir mirando hacia adelante. Suerte!!!!