El principio del fin del PSOE en Andalucía os regímenes clientelares se caracterizan por una telaraña de poder que señala quién es el dueño del territorio. En cada división del territorio hay un gobernador civil del régimen que, de un modo discreto pero evidente, indica quién manda, qué se puede hablar y qué no si quieres sobrevivir y tener éxito. Así es Andalucía, un escenario donde los silencios se disputan la hegemonía social y donde hablar te excluye de un trabajo digno, de una subvención, de una bolsa de comida de la ONG local –a mando de un gobernador civil del régimen-. Cientos de miradas desafiantes que, sin decírtelo, te indican a diario que vas por mal camino si eres más libre de tus posibilidades. Andalucía funciona así desde hace mucho tiempo, entre otras cosas por ser una comunidad con poca inversión privada, un modelo productivo ruinoso que produce miseria y explotación laboral y ser muy dependiente de las administraciones públicas. Muchos medios de comunicación no tendrían viabilidad sin publicidad institucional, muy jugosa y repartida a placer. Mucha gente que trabaja en la administración paralela como contratados, más de 20.000 personas que tienen hijos, parejas, madres, padres y suegros, padecen también de enmudecimiento. O qué decir de las falsas empresas privadas que en realidad tienen solamente como cliente a las administraciones públicas gobernadas por el PSOE. El auto judicial que ha hecho estallar las costuras del clientelismo es la crónica judicial de una época que dura ya demasiado: El PSOE ha gobernado esta tierra arbitrariamente y el dinero público ha salido de las arcas sin controles y a borbotones. Ese dinero no ha sido a cambio de nada. Las miradas de los dueños del cortijo te recuerdan cada día que hablar te sale caro. Te lo recuerdan cuando los miras desafiándolos. Cuando te niegan el saludo. Cuanto te ningunean. Cuando te toman por loco. Cuando le preguntas cosas a las que nos están acostumbrados. Cuando contrarrestas sus silencios con dignidad. Cuando los señalas como lo que son: productores de miseria que han tapado con dinero a espuertas que se ha distribuido de manera arbitraria, y n por sentido de la justicia, para frenar una revuelta social en una tierra con un 40% de pobres, con la mitad de sus trabajadores ganando menos de 650 euros y con casi un millón de criaturas sin ingresos. En Andalucía, donde se habla alto, con algarabía e indiscreción, sólo se habla bajito para hacerlo de política, de pobreza, de falta de trabajo o de hartazgo ante el cierre continuo de puertas, que sabes que se te cierran porque no formas partes del régimen que ha cercado las alas a la tierra más rica de Europa. Durante mucho tiempo romper el silencio ha equivalido a hacerle el juego al PP o a deslucir el buen nombre de Andalucía, decían los dueños del cortijo. Desde hace poco tiempo ya sabemos quiénes han deslucido el buen nombre de esta tierra y su gente, quiénes han situado a Andalucía en el mapa vergonzante de la corrupción, la desigualdad, la pobreza y no en la liga que el valiolísimo talento andaluz merecería. Están en todos lados, cómplices, organizados, discretos pero omnipresentes: en asociaciones juveniles, de mujeres, en centros de promoción de nuevas empresas, en entidades falsamente ecologistas, en ayuntamientos, en diputaciones, en empresas públicas y privadas, en universidades, en los institutos, en los bancos, en los medios de comunicación privados y públicos y en las tertulias radiofónicas y televisivas. Todos los días te recuerdan que de seguir así no llegarás a ningún sitio, sin saber que son ellos los que no tardarán mucho en caer. El auto judicial de hoy es la crónica judicial que pone en marcha la cuenta atrás de un PSOE apestado de corrupción, de soberbia, clientelismo, despotismo desilustrado y lejanía con la gente sencilla que durante muchos años han votado al puño y la rosa y ahora, que no hay nada que repartir, no tienen ya ningún freno para hacer estallar la frustración. Nunca ningún andaluz ha votado al PSOE para que hiciera de la administración andaluza una sinvergonzonería y un cortijo del que salía dinero público sin controles y sin ética. Mucho menos el dinero dedicado a los parados, en una tierra que, si fuera un país de la Unión Europea, sería el campeón del desempleo de los 28 Estados Miembros. No hay mal que cien años dure ni cuerpo que lo resista. El auto judicial que acusa a una veintena de altos cargos socialistas, entre ellos a los presidentes que más tiempo han liderado esta comunidad autónoma, es el principio del fin del PSOE en Andalucía. Ahora, al contrario que hace unos años, la alternativa ya no es el PP y no hay dinero que compre más silencios con 4 de cada 10 andaluces en el barranco de la pobreza y la desesperación. Diice @RaulSolisEU. Y yo comparto al 100 % Diigo |