MARTINETE – DEBLA MARTINETE. Parece tener su origen en la fragua, a cuyo acompasado trabajo ciñe su ritmo. No necesita del acompañamiento de guitarra. El martillo en el yunque fue la prima que les compuso la farseta, y el bordoneo lo simuló el resollar del fuelle. Las rojas y azules llamas que lenguetean el hierro, queman, llegándolo, este cante triste y monótono, que sale de la negra boca de la herrería, torturado y jadeante, y que sólo engalla la greñuda cabeza cuando el aire fresco de la calleja le da en el rostro y calma sus pulmones abrasados la primer bocanada que, con fruición, absorbe. Sigue luego arrastrando sus tercios, y cierra el último con una lamentación que modula el dolor al con templar las manos incapacitadas por el trabajo para la caricia blanda. A su son se contaron romances, odios tradicionales de familias gitanas; a su cadencia se acogieron las penas de los Montoya y las bravatas de Curro Puya. El Martinete más conocido es el llamado natural. Toman parte en su cante, muchas veces, varias personas que alternan en los tercios, bien improvisando, bien siguiendo la letra de una leyenda. El Martinete redoblao: ya lo describe el sobrenombre. Es más largo y florido, por decirlo así, que el Natural, recordando mucho La Caña en la entrada. Tiene tambien su macho, que lo compone una repetición del tercio último, precedido de una frase, en distinto tono, para hacerlo resaltar. Existe – existió, mejor dicho – un Martinete de Martinetes; una quintaesencia del Cante Jondo que se llamó La Debla; de tanta dificulta, de una modulación tan sostenida, de unos tercios tan duros de ligar, que no hay ya quien la cante. Yo la oí sólo una vez por la boca de una gitana vieja, que a pesar de gallos y destempladuras me sobrecogió, haciendo resaltar la magnificencia de este cante, sólido como tallado en granito, más calado que peineta de carey, señoril como una mantilla de blodas, con más filigranas que arrancadas cordobesas…Es el retablo maravilloso ante el que doblan las rodilla y humillan la cabeza los demás cantes, y ante el cual la misma Caña se siente empequeñecida, aunque orgullosa si piensa que lo crió a sus pechos. LA DEBLA. Es ya una ruina. Para escucharla, más se necesita de imaginación que vuele que de oído a paso castellano. ¡Dentro de poco, la reja de los modernos gustos arará tus recuerdos y las algarabías del jazzband sembrarán de sal el campo de tus cimientos. Desgrasia de aquel que vive y come pan de mano ajena, ¡Simpre mirando a la cara si la pone mala o güena!. ¡Mare mía de mi alma! ¡Pare mío qué vergüenza! Que los gitanos se enteren que tengo la fragua en venta. Nadie diga que es locura esto que m’está pasando que la locura se cura y yo estoy agonizando. Ni el oló de l’arbahaca, ni la frescura der río, tiemplan el fuego que tengo dentro der pecho metio. Aquel que diga que no, que mis penas no son ná, manque sea por un momento, que se ponga en mi lugá. Como el pájaro enjaulao que miente con su alegria canto entre rejas de jierro con la libertá perdia.
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