UN RELATO MUY SIMPATICO Pues había una señora que siempre le estaba diciendo a su marido lo que lo quería y que ella nunca podría querer a nadie más y que lo que ella haría por él y que él no sabe lo que lo quería y lo que podría hacer por él. Entonces el marido ya estaba un poco cansado de oírle decir siempre lo mismo. Pos voy a ver yo hasta qué punto me quiere ésta. Y un día, pos se hizo el muerto. Entonces, ¡Ay!, la mujer empezó a chillar. Vinieron todas las vecinas: - ¡Ay! Pero qué te pasa, qué te pasa. - Pues nada, mi marido que se ha muerto. - ¡Ay, pos venga, pos habrá que amortajarlo. Y empiezan a buscar. - ¿Dónde están las sábanas? ¿dónde están? - ¡Ay, pues ahí, en la cómoda. En la cómoda están las sábanas. Y empiezan Las vecinas cogen unas sábanas. - Ésta, con ésta, María, con ésta lo amortajamos. - ¡Huy!. No. Que esa es del dote. Ésa es un recuerdo de mi madre, de mi dote. - Bueno, pues ésta otra. - ¡Huy, no, porque ésa, fíjate el bordao que tiene tan bonito. No, no, ésa tampoco. Ya, cogen una que estaba más vieja. Tenía un roto, y eso. - Pues ésta que está un poquillo rota. - Huy, no porque mira, ahí tiene un roto, pero es que ésa está muy buena todavía pa echar piezas y tal. Total, que ya dicen las vecinas: - Oye María, pues a ver dónde amortajamos porque ninguna te viene bien. - Pos mira, sabes lo que estoy pensando. Que ahí en la cuadra, en el tinao, están las redes del carro y yo esas no las voy a usar. Amortajadlo en las redes del carro. Envuelven al hombre en las redes del carro. Lo dejan allí. Ya empieza el duelo formal. Y empieza la mujer: - ¡Ay, maridito mío! ¡Dónde te vas! ¡Ay, maridito mío! ¡Con lo que yo te quiero! ¡Ay, dónde te vas, mi bien¡ ¡Ay, dónde te vas, mi bien! Se levanta el hombre y dice: - A pescar, que llevo red. |