La Coronada - Badajoz

Telediario del mediodía, que más da la cadena.
Peregrino sin rumbo, doliente, como un quijote moreno, no cubre su escueto cuerpo con armadura de lata , con una desgastada saya arropa su famélica humanidad.
Rocinante es seguro que habrá sucumbido por el camino, sembrando con la delgadez de su cuerpo el reguero de cadáveres transhumantes.
En sus manos no brilla la tizona, ni porta adarga reluciente, con las debiera enfrentarse a los molinos del ayuno o cortar las cabezas de los gigantes de la abstinencia.
Sus alargados dedos de pianista del hambre, abarcan y sujetan la estera de yute con la que recubre la flaqueza de su pequeña hija, a la que la vida tan solo le concedió el plácet
de cinco años de fatigas.
La terrible enfermedad que hasta el momento no vemos por estos lares ; el hambre, aunque dios proveerá, tan sencilla de poner en tratamiento y eliminar si esa fuera voluntad de todos, ha acabado con su vida de privaciones.
Con sus huesudas manos del color de la oscuridad, deposita con delicadeza el frágil cuerpecillo en una fosa abierta en la reseca y candente arena.
Mientras tanto, maldita sea la ensalada fresca, la frialdad del agua recién sacada de la nevera y las proteínas de la carne de cochino a la plancha, que sobre la mesa esperan.
Me cago en la vida, por no nombrar estancias de más altas magestades.
Que ojos tan redondos tienen esos niños de color azabache, esos que más mueren que viven ¿ solo en el cuerno de África,? que contraste de cuerpos, delgadez a raudales por doquier, solo se ven hinchados sus vientres, y esto parece ser motivado por la hambruna, que tristeza en sus ojos de luna, que miradas tan expresivas en las que parecen preguntarnos ¿ porqué.?
Ese porqué de verdad que nada tienen que ver con tantos otros porqués, este es desesperadamente cierto.
Maldita sea la ensalada, el agua fresca y las proteínas del solomillo de cochino.
Continúa la rueda de la vida, aparecen en la pantalla unos confesionarios que la locutora dice que son de diseño, instalados en Madrid, con motivo de la visita del máximo dignatario de la comunidad creyente católica
En ellos se lavaran almas y cuerpos para poder ir tirando.
Para cuando un viaje de gentes creyentes o no, a esos lugares para llevar una cantidad semejante de millones a los empleados en los fastos de la capital de la nación.
Donde poder contemplar para nuestra indiferencia, la miseria y el abandono de esas gentes, sobre todo los de los niños con los ojos de luna, esos que nunca vieron caminar a su lado los mínimos cuidados a los que tienen derecho como ciudadanos del mundo, entre otros el derecho a la vida, a la familia, al juego, al sustento.
Yo por mi parte he perdido el interés por la ensalada y los demás condumios, se me revuelven las tripas por la parte de culpa que a mi persona corresponde por la situación, en la que se encuentran esos hijos de dios en África.
Se que no tardando mucho se me olvidaran las imágenes, las una y las otras, ¿ o no ¿ y asistiré sin decir, ¡ basta ya ¡ a estos y otros aconteceres, promulgados por los sucesores de un hombre, que lo poco que tenía lo repartió entre los más necesitados.
Que recorrió los caminos con las gentes a pie, igual que el famélico hombre que portaba sobre sus huesudas manos de pianista de la desdicha, un pequeño ser que cerró una mañana a la vida, sus redondos ojos de luna