La Coronada - Badajoz

La noch'e la riá



El otoño metío'n agua

había jormäo mil riachuelos

que cargaban los arroyos

a su paso po los pueblos;

y ya había argunos pantanos

con mu poco pa está llenos.



Aquel octubre jué gris,

casi tós los días lloviendo,

pero naidi barruntaba

que juera a sé tan en serio.



Prencipió'l mes de noviembre

entöavía con más genio

y en la madrugá del seis

s'ajuntaron lluvia y viento

estremeciendo la noche

¡era una noche de perros!



Aquello da miëo contaglo.

Como'l peó de los sueños.



Tós los riachuelos y arroyos,

qu'andenantes iban secos,

jueron llenando'l Rivillas

y su cauce bien repleto

s'adentraba'n Badajó

con la juerza d'un deseo.



Y el Calamón, por su lao,

¡ese sí que venía güeno!

Había cruzäo to Valverde

con la rabia de los celos

arrasando po las calles

to lo qu'encontró por medio.



Y pa colmo, en las ajueras,

antes e pasá po'l Cerro,

en metá de las corrientes

enrabietás com'un trueno,

s'abía jormäo un amasijo

con barro y con bichos muertos,

con ramajos y con troncos

arrancäos e cuajo enteros;

y con coches esguazaos

amontonäos en to'l medio,

enreäos con la chatarra

y con tejaos de jierro

reventäos de los doblaos

po la juerza de los vientos,

apresando los dos cauces

y anegando los barbechos.



Era alréo de la una,

casi naide cogía'l sueño

la gente'l Cerro e Reyes

prencipió a sentí argún mieo;

pero enjamás cabilaron,

Mu lejos daquellas tierras, donde el agua entró a degüello, extremeños de la diáspora, campusinos de los güenos, echaron mano a una lona y a palitroques de acero y pusieron un sombrajo de casi noventa metros.
Mesas pusieron debajo con los avios extremeños, migas y pinchos morunoa, salchichones, recios quesos, jamón y lomo curaos, de cochinos extremeños, vinos de t´os los colores de Aceuchal a Cañamero.
Mientras la gentes lloraban con tristeza y desconsuelo, Valverde de Leganés, a los difuntos de Cerro.
Esas anónimos gentes, extremeños de los güenos al gentio ofrecian los sustentos extremeños, la multitud generosa, respondió de modo pleno, degustando los manjares, pagando lo que quisieron.
Cuando se acabó el condumio, se contaron los dineros, cerca de veinte millones se recogió de este pueblo.
Para mitigar dolores, destrozos y desconsuelos, Valverde de Leganés, los habitantes del Cerro.
Esto que escribo es tan cierto, como la luna y el mar que pasean de la mano, sonriendo en San Sebastián.