La Coronada - Badajoz

Hace algún tiempo que pensé en la posibilidad de volcar en este Facebook popular llamado foro, esas historias con algún añadido de fantasía y posible distorsión que trae el paso del tiempo a todo recuerdo, que nuestros anteriores y presentes vivieron en determinadas épocas de su vida, cuando la informática o la televisión no habían penetrado en los hogares, o sencillamente no existían, y sería bueno narrarlas para que fueran conocidas por este pequeño mundo que nos rodea, es decir, nosotros. A cualquier persona vinculada con el mundo rural le gusta saber de estas historias. Yo me quedaba embobado escuchando los relatos de mis padres, aunque no pude saber los de mis abuelos, pero mis progenitores, castizos de "pura cepa" se cuidaron muy mucho de no perder los recuerdos y costumbres que reflejan un periodo de la historia de La Coronada, que por similitud, es equiparable a la de muchos pueblos de la comarca.

Mañana relataré una de las que más me gustan, pero mientras tanto, cualquiera puede comenzar a escribir la suya, la que escuchó o vivió. Sé que hay personal interesado en este tema y podría convertirse en uno de los más interesantes de estos últimos tiempos del foro.

Salud.

Resulta que cuando decidimos hacer algo con total decisión suele torcerse parte del proyecto.Tal vez se deba a ese maleficio de la superpopular ley de Murphy. No sé como se suele rematar esta frase, tal vez con esa que tapa todos los agujeros o fallos de índole diversa :"gajes del oficio". A mí no me convence, pero no sé que decir.

Todo esto es resultado de la pequeña discusión que hemos mantenido mi padre y yo, y al final a metido la nariz, la pata y todo lo demás posible, mi madre; unas veces dándome la razón, otras quitádomela...¡Mi madre es la puñeta! Lo importante es que ella queda a flote y el resto, "sálvese quien pueda".

Hoy, mi padre, debería relatarme lo referido a lo que él vivió unos cuantos años en La Serena, en la época de las trampas. El auténtico protagonista fue mi abuelo y otros coroneles de la época que iban a cazar con esas trampas, que en muchos lugares se llaman "costillas", a la zona nordeste de La Coronada, en el corazón de la comarca llamada La Serena, y allí permanecían dos o tres meses del otoño-invierno viviendo de la forma más primitiva que imaginarse pueda. Cada 15 días, uno o dos del grupo, regresaban al pueblo para entregar a cada familia de los componentes lo cazado y cada familia lo vendía puerta a puerta, principalmente por el barrio donde vivían.

Pero se ha enfadado el patriarca y no quiere darme detalles de los puntos donde fijaban "residencia"los cazadores o tramperos, y su forma de vivir en aquella estepa; o del trato recibido por algunos mayorales o guardas de esas casonas salpicadas por su geografía, pues recuerdo retazos de que algunos les echaron poco menos que a patadas de sus inmediaciones.

A ver si mañana logro recabar más datos, pero mientras, espero que alguien ayude con sus aportaciones.

Salud.

Interesante tema trinco.

Personalmente conocí a algunos de estos cazadores furtivos, también algunas historias contadas por ellos. Te pudo asegurar, que dormían a la intemperie, con buen tiempo y también cuando caían chuzos de punta como solían decir ellos, imagínate como lo pasarían.

Fueron tiempos difíciles y tristes, pero creo que es bueno recordarlo, el trato que les daban los guardas de la mayoría de las fincas era alguna paliza si los cogían. También es cierto que no solo cazaban animales salvajes, si alguna oveja se quedaba un poco atrasada del resto del rebaño, a por ella , la necesidad y el hambre obligaba, cuando esto ocurría, tenían que trasladar la oveja al pueblo, labor que a veces duraba tres días ya que solo podían caminar de noche, durante el día se escondían.

Seguiremos contando estas tristes historias de nuestros antepasados, esperemos que algún joven las lea y se enteren de lo fácil que es la vida para ellos, y lo difícil que fue para los abuelos.

Tiempos muy tristes, la solidaridad de los ricos con los necesitados brillaba por su ausencia.

Saludos.

Arroyo, gracias por echarme un cable, de verdad.

Cuando pensé en este tema tan pateado por mi padre al hacer referencia a ese mito de toda persona curtida por la vida, "no sabéis lo que es pasarlas canutas", "no habéis visto el mundo más que por un agujero", "SI HUBIERAS ESTADO EN LA SERENA COMO YO, O MI PADRE..." decidí escribir sobre esa aventura, la de sobrevivir en pleno siglo XX igual que lo hicieron nuestros más remotos antepasado SIGLOS atrás. Mi padre no sabe que yo, y toda mi generación, conocemos multitud de cuestiones que él ignora, no sabe que existen, pero debo reconocer que me gana en lo fundamental:él sabe sobrevivir cuando no hay nada.

Esperemos que se calmen los ánimos y me relate lo que habíamos pactado con más detalles.

Siempre recordaré lo que me explicó en reiteradas ocasiones haciendo referencia a una casona que está cerca del pantano de la Serena. En una noche de lluvia torrencial acamparon contra la pared de la misma. Colocaron las mantas a forma de tienda de campaña para cubrirse un poco ante el diluvio. No llevaban mucho tiempo en el lugar cuando salió el mayoral enfundado en su capote y después de insultarles todo lo que fue capaz les amenazó físicamente. Ellos humildes, transigentes, creo descubrir en estado de sumisión extrema que a mí me pareció cuasi esclavizados ante un haragán con cierto poder sobre borregos. Se fueron bajo una encina lejana y empapados pasaron la noche. Al día siguiente, el cabrIonazo del mayoral se presentó a pedirles lo que habían cazado en las trampas a cambio de no decirle nada a los "civiles".

Salud.

Hoy mi padre parece más centrado, sereno. Tal vez, mi madre, le ha dejado de lado (algo que debe agradecer en grado sumo) y habrá recapacitado sobre su enfado explosivo, "sin qué ni para qué". He conseguido que me diga las fincas o casas donde ponían el jato, los achiperres como él suele decir cuando se refiere a cualquier cosa, o lo que es lo mismo, dicho en cristiano, donde ponía el hato o acampaban. Ha mencionado varios lugares que ya le he escuchado en otras situaciones aunque referidos a historias distintas. En las temporadas que él acompañó a mi abuelo y su grupo, anduvieron por el Umbriazo (el dice Ombriazo), Casa del Porro, Casa de La Lapa, Casa de Vacas, Casa del Dornajo...

Espero que alguien como Arroyo que es algo mayor que yo sepa de otros lugares. Por mi parte trataré de averiguar cómo vivían con más detalles de los que ahora sé.

Salud.

Interesante hilo pero hay una cosa que no me cuadra, si los cazadores venían a casa cada quince días para traer la mercancía cazada, ¿cómo se aguantaban tanto tiempo los animales en buen estado sin frigorífico?
Pero poca coña,tal y como están las cosas podeis seguir explicando recursos de supervivencia por si alguno de nosotros tenemos que ponerlos en práctica porque yo no lo descarto.

saludos.

Efectivamente trinco conozco estos lugares y otros más que iremos comentando con el tiempo, pero quiero contar una anécdota de la finca del “OMBRIAZO”, esta finca era algo especial para nuestros paisanos, mucha caza, y lo que era más importante, el guarda era del pueblo, era un hombre entrañable, sus chascarrillos hacían que el tiempo pasara sin darnos cuenta, pues bien , recuerdo una historia de las que nos contaba, en la que cumpliendo con su deber, en alguna ocasión que se encontraban los señoritos en la finca tenía que correr detrás de los furtivos y nunca los cogía, en cierta ocasión uno de los señoritos le recrimino que se cansara muy pronto de correr y no pudo coger a nadie, el haciendo gala de su ingenio contesto al señorito, perdone usted señorito pero es que cuando iba corriendo se metió un chinato en el zapato y no podía correr.

No pudo dar el nombre de tan entrañable personaje, pero si puedo decir que era un hombre encantador, y con un sentido del humor que quitaba las penas a todos lo que se encontraban alrededor y escuchaban sus historias.

Trinco en privado te diere quien es el personaje, solo puedo decir aquí que tiene un nieto de tu edad, y que es conocido por todo el pueblo.

Saludos.

Arroyo, eres un buen colega (no suelo utilizar esta frase, pero, precisamente por ello, te la dedico). Estoy plenamente convencido de que conoces mejor que yo estas historias dado que en mi caso, vienen de transcripciones, que aunque de mi padre, no puedo confirmar que sean tal como él me las relata; para colmo, este enfado que ha pillado, sin saber ni cómo ni por qué...(seguro que mi madre está detrás de todo el lío por que no traga a Eli o que no traga a Eli, pa qué vamos a andar con rodeos).

Cuenta mi padre que el día después de recoger la parte de la caza cada una de las familias, se sentaban durante horas a pelar los pájaros y se formaba una buena montonera de plumas y allegad@s que aprovechaban para suavizar la tarea con relatos de historias referidas al acontecimiento, a la empresa de "irse a los pájaros" que así se llamaba la cacería. Las mujeres solo pelaban los que se iban a consumir en la familia, los de la venta se vendían tal cual, es decir, sin pelar. La tarea de vender se solía llevar a cabo por la tarde-noche, tal vez por ser furtiva, como bien has dicho antes. La persona llevaba la mercancía en una cesta algo más grande que la que tiene mi madre a modo de revistero. Tenía dos tapas y dos compartimentos y un asa para colgar del brazo y en ella se portaba la caza agrupada por especies, chorlitos, aguanieves, tordos, gollorías, cogutas, gurriatos y otras que ahora no recuerdo. Al acercarse al postigo de la casa daba unos golpes y decía: ¡¡¡Maríaaaa!!! ¿quieres ustéh pájaros? o ¡¡¡tia Maríaaaa!!! quiere ustéh pájaros? son frescos, los ha traído mi marío de La Serena a medio día. La compradora salía y negociaba el precio, pues nunca era fijo, añadiendo "no se lo vayas a decir a nadie" porque van a "tanto" la docena.

Ya ves Arroyo, estamos a un paso de volver a lo mismo pero acompañado del móvil y el el GPS para localizar a los mochuelos.

Salud.

Un detalle destacable en esa aventura de "irse a los pájaros" era la formación del grupo de expedición. Mi padre me explicó, en otras ocasiones, que se juntaban los componente por cuestión de amistad, de avenimiento y conocimiento de la tarea. Nunca faltaba el cocinero, pieza fundamental para conseguir la durabilidad del trabajo de la cuadrilla que, además, sabía realizar todas las otras labores, pero se libraba de algunas cuestiones, como echar las trampas y recoger lo cazado, que ya lo hacían por él uno o varios miembros del grupo; esto no ocurría siempre, pero sí en muchas ocasiones y a cambio, además de cocinar, mantenía cierto orden y limpieza en el jato.

El menú era de lo más elemental, pero suficiente cuando la posibilidad de reunir los alimentos era la justa. Predominaba el arroz con patata y bacalao para el medio día; las sopas de pan, o de tomate, que es lo mismo, para cenar; también las puchas con chicharrones -trozos de tocino refrito- y los pellizcos de morcilla patatera, normal, chorizo y tocino. El pan era muy bueno; el pan rubio que ahora llamamos integral que sabía a gloria según mis padres, y duraba los 15 días sin ponerse duro. Las migas no faltaban en cada desayuno y se adornaban con "arengues", ajos y torreznos de tocino con magros, unas veces fritos y otras asados en la misma lumbre donde se hacían las migas y calentaba al grupo en los momentos más crudos de los fríos de La Serena; la misma lumbre que secaba las ropas empapadas por la lluvia, la indumentaria que había sido mojada por las yerbas esteparias, las retamas, los juncos de los humedales... En ella se secaron muchas mantas que retardaban unas horas en quedar empapados hasta los huesos; con ellas hacían mamparas para resguardarse de los vientos cuando estaban desnudos, tiritando, esperando a que se secara la ropa mojada, o solo para estar más resguardados cuando no había peñas o paredes de casonas que pudieran protegerles.

Salud.

¡Que malos tiempos corrían por aquellos entonces, Arroyo, que malos! cambiando ciertos matices podría atreverme a decir que eran casi tan malos como los que viven muchas personas en la actualidad, una cantidad insignificante de tan solo el 30% de la "españalidad".

El mayoral de una finca situada entre el pantano de La Serena y el de Zújar, de cuyo nombre no quiero acordarme, para no dañar a sus descendientes, si es que los tuviere y leyeren este humilde foro, una noche de lluvia torrencial, enfundado en su capote y vara en mano, atizó con "bravura" a los pobres pajareros que acamparon al "socuello" de la casa del señorito. Este malhombre murió recibiendo los santos sacramentos y con un currículum vitae de tres pares de cohones. Seguro que entró en la gloria directo, pero mi padre no lo olvidará jamás: ¡con qué buen arte sabía atizar varazos a los que le pedían clemencia! Le suplicaron de todas las maneras posible, y el verdugo no tuvo clemencia, se sentía seguro porque nadie le denunciaría y así desbravó su ira, rabia y mala leche (aunque rezara el rosario de tanto en tanto en reunión con su familia y la del señorito). Mi padre jamás lo olvida y desde hace tiempo, yo tampoco.

Algunos miembros del grupo estuvieron varios días inutilizados y uno de ellos lo pasó especialmente mal, aunque pudo recuperarse al cabo de una semana de darle friegas con tomillo y aceite; la mitad de su cuerpo era negro debido a los moratones que tenía, y en la cabeza le abrió tal brecha que, uno de los componentes del grupo,el más curtido, hubo de coserle con hilo de remendar los pantalones.

Puede que no tardando mucho, nos veamos en La Serena.

Salud.

Mi padre no olvida aquellos trances tan dolorosos. Uno de ellos es el referido al día que le tocó llevar los pájaros al pueblo y repartirlos entre las familias.

Montó en su burra Cana con los serones llenitos de chorlitos, aguanieves, zorzales, cogutas, sisones (asisones dice él) y algún otro pájaro que no recuerdo el nombre.

El guarda o mayoral de cierta finca le pilló por el camino y le hizo parar con amenazas desmedidas, por tratarse de un crío, así me lo imagino. Mi padre temblaba y comenzó a llorar suplicando al "lo que fuera" que le dejara seguir, que su familia lo estaba pasando muy mal y le esperaban para vender los pájaros y poder comer un tiempo más. ¡Ni caso!. Le robó los mejores ejemplares y se despidió con la amenaza de que procurara no cruzarse más en su camino, como si el tipo aquél no supiera bien la procedencia de aquella caza y ubicación de los tramperos, pero le interesaba seguir comiendo bien, buenos pájaros mientras durara la temporada.

Así eran las cosas de esa etapa de nuestra historia en la que solo se podía sobrevivir; aunque sin democracia, estaban libres de hipotecas, móviles, coches...y una retrahila interminable de "trastos" y necesidades inventadas.

Salud.