La Codosera - Badajoz

Este relato que os expongo a continuación, es uno de los cuarenta capítulos que llevo escritos, con lo cual ya creo completadas las historias de nuestro pueblo, durante parte del pasado siglo XX, que están en la momoria de muchos de vosotros ó quizas en la de vuestros padres, si teneía la suerte de que los tengais cercanos.

Os voy a dar mi correo electrónico, para si lo creis oportuno, me hagais sugerencias ó aporteis vuestra colaboración. Gracias por ello.

-- - - - - - - - - - - - CHANDAVILA.- 1ªParte.

La devoción a la Virgen de Chandavila, no solamente la tenemos los vecinos del pueblo; desde que ocurrieron las apariciones en el año 1.945, esta corriente mariana ha ido en aumento, no solamente en los pueblos de los alrededores si no tambien en la vecina Portugal.

Postrado en el último banco del Santuario, mi sitio preferido, he visto llorar hombres y sonreir a mujeres. A todos los he visto rezar. Mas que rezar los he visto hablar con la Virgen, mover sus labios casi imperceptiblemente. Y he llorado. Y he reído. Y he rezado, porque a Chandavila no se viene solo a rezar, se viene simplemente a estar con Ella; a darle las gracias por todo aquello que nos concedió, a contarle nuestras penas y también nuestras alegrías. La casa de Chandavila es la casa de todos, lo mismo los que somos del pueblo que de aquellos que nos visitan y forman parte de nuestra grán familia. Allí nos cobijamos bajo su manto, a la que hablamos de Tú, como la mejor de nuestras amigas, sin caer por ello en la irreverencia. Notamos su protección; cuando nos despedimos de Ella, nos alejamos reconfortados, esperanzados, llenos de paz interior y de sosiego. Le decimos adios, pero es un hasta la vista.

Recuerdo la fiesta en mis años de infancia, como una de las fechas más esperadas. El mes de Mayo, es uno de los mejores meses del año para visitar nuestro pueblo. Los fríos han desaparecido y el campo se encuentra muy bonito; los árboles se han vestido con sus mejores galas y las flores están por todas partes.

Chandavila se encuentra en plena sierra, no lejos del pueblo; apenas la separan dos kilómetros y medio, por un camino bastante aceptable, a pesar de tener que hacer el trayecto de ida cuesta arriba. Este esfuerzo poco importa, si con ello disfrutas de una vistas hermosas durante el recorrido. En la lejanía, en la cima de una cadena de sierras, divisas el majestuoso castillo de Alburquerque, atalaya del entorno. Muy cerca, en la parte baja, todo el valle del río Gevora, muestra al visitante la riqueza de sus huertas, y en la distancia sobre las montañas, el Puerto Roque, de la vecina Valencia de Alcántara. A medida que te acercas, te llegan los aires marineros de la vecina Portugal.

Organizar la fiesta, era tarea de los vecinos y vecinas. El párroco se encargaba de pedir la colaboración del vecindario para encalar el Santuario y limpiar los alrededores. El alcalde mandaba arreglar las principales calles del pueblo y pedir a los vecinos que encalaran las fachadas de las casas, con objeto de dar buena imagen ante los peregrinos que nos visitarían.

El día anterior, en cada casa, se notaban los preparativos de la comida. Se hacían dulces en la mayoría de las casas, y el horno de la panadería se llenaba de clientas con las latas para cocerlos. El los comercios se notaba una mayor actividad de gentes comprando lo necesario para la comida en el campo.

Por la tarde, la parada de La Estellesa, del autobús de línea regular, estaba mas animado. Se esperaban a los emigrantes, sobre todo chicas trabajadoras, que darían un colorido especial, lleno de juventud y alegría.

Por la mañana temprano, con los primeros rayos de sol, comenzaban a llegar los primeros autobuses. Subir a Chandavila era imposible para ellos, por lo que habrían de quedarse aparcados en los alrededores del pueblo. Algunos niños contaban mas de veinte unidades, aparte de los coches particulares que llegaban, pero en menor número. A éstos, subir la cuesta del Lagar de Carilla, tambien les iba a resultar dificil de salvar.

El conductor de cada autobús comienza a abrir el maletero y darle a cada pasagero sus pertenencias. Bolsos llenos hasta arriba, con la comida preparada, en todos ellos. Visten ropasa ligeras, las jovenes de colores alegres, pañuelos en la cabeza y zapatillas para aguantar la caminata.

El camino se llena de peregrinos. Unos cantan, otros ríen y algunos rezan; otros van descalzos, para cumplir una promesa; sus caras están tristes y llorosas, esperanzados de poder llegar arriba y encontrarse ante la Virgen.

A medida que van llegando, buscan un lugar a la sombra de los castaños, de las encinas ó de los alcornoques existentes en el lugar. Rezarán a la Virgen y volverán para reponer fuerzas. Los manteles a cuadro, como deben de ser para estos acontecimientos, se van desplegando sobre la hierva que nace floreciente como un manto extendido con multitud de colores. Nada de sillas, ni mesas, ni banquetas. Aquí no hay mas asientos que la bendita tierra y algunas piedras que pueden usarse como reposadero. Una manta extendida en el suelo, servirá para tumbarse.

Las fiambreras de aluminio comienzan a abrise. De las bolsas no dejan de salir paquetes envueltos en papel de estraza. -Este chorizo es de la matanza de mi suegra-, -está bastante curado, lo he tenido en una orza y puede comerse, está muy tierno-. Las abuelas no dejan de sacar cosas; han ido a rezar un rosario y vuelven deseosas de organizar la comida. -Buén lomo, para mí que está hecho en casa!.. -Es igual, esta tarde caé, seguro!- -Fijate que fariñera... huele... huele.., ya solo me quedan un par de ellas-. -Y, ¿del tocino?, que me dices del tocino?-.. -Mira que veta... -Parece de papada..-


jlolmo@ya.com

-- - - - CHANDAVILA -2ª Parte.

Los cuencos de aceitunas se pasan de mano en mano. Alguién comenta que están un poco zapatúas.-¿Donde teneís el queso?-, -Toma este es de un pueblo de Cáceres, que le compré a un hombre que viene vendiéndolo-. Tortillas de patatas, chuletas de chivos rebozadas, croquetas... Los platos corren de mano en mano, vaciándose a medida que pasan por delante de los comensales. Los hombres empinan la bota de vino de pitarra. Todo está bueno, hecho con el mayor cariño del mundo, para disfrutar con los los familiares y amigos. De postre fruta del tiempo y los dulces de la abuela. Alguién pregunta por el café. -Lo tomaremos en el Marco, portugués y de puchero, que está mejor-. El botijo de agua, de barro de Salvatierra, sirve para refrescar las gargantas resecas por el polvo.

Una vuelta por los alrededores del Santuario era obligada. Escuchar las explicaciones que alguién comentaba sobre las apariciones y con un poco de suerte hasta podías ver a Afra, una de las jóvenes videntes. Esta chica era muy callada, humilde, sencilla; solamente devolvía a las gentes su sonrisa, que inspiraba dulzura y cariño. Quizás mas accesible fuese Dolores, otra de las videntes y residente en el pueblo. Esta señora era mas comunicativa y le gustaba de recibir a las gentes en su casa; tenía una imagen de la Virgen en una de las habitaciones de su vivienda, a la que le gustaba de rezar en compañía de alguién que llegase para visitarla. Marcelina, la más pequeña de todas, en su día se marcho al Convento, allá en Ciudad Real, y todavía allí continúa.

A quinientos metros se encuentra el Marco, formando parte de la raya portuguesa. Después de comer, el trayecto está lleno de gentes que se acerca a este enclave, unos por curiosidad y otros para realizar alguna compra. Si pasas el puente de madera, sobre el río Abrilongo, te encuentras en tierras portuguesas. En estas tiendas no se puede comprar nada que tengas que pasar para nuestro país. La Guardia Civil vigila el camino. La tentación es muy grande, un kilo de café aquí vale la cuarta parte que en España, y además su sabor es mucho mejor. Las mujeres mas atrevidas no paran de comprar kilos del torrefactado y ocultarlo bajo sus ropas para no ser visto. El aroma que desprende las delata. Vuelven contentas y temerosas, cuando pasan junto a la pareja de la Guardia Civil. Hoy han tenido suerte. En alguna ocasión pararon el autobús, a la salida del pueblo, y requisaron todos los kilos de cafés que llevaban.

La tarde declina y es hora de preparar la marcha a casa. Lentamente van guardándolo todo. Las fiambreras vacias. Las mantas dobladas. Los manteles de cuadro, para lavarlos al día siguiente. El botijo, sediento, seco. El día ha sido aprovechado. Cada peregrino carga con algo y emprenden la marcha. Tienen suerte, esta vez, el camino es cuesta abajo. El aire y el sol han curtido sus pieles; la mayoría lleva el rostro colorado. Durante el trayecto se escuchan las canciones de los jóvenes, despidiéndose hasta el año próximo.

Los últimos en marcharse son los miembros de la Cofradía. Han trabajado duro; llevan varias jornadas preparándolo todo para que la fiesta resulte brillante. Medallas, rosarios, estampas..., todo ó casi todo se ha vendido y con el dinero obtenido se podrán acometer las reformas necesarias, que el Santuario precisa. Todos han de trabajar para la fiesta del año próximo.