La Codosera - Badajoz

Esta mañana he subido a la parte de arriba. He tenido que abrir un montón de cajas hasta encontrar el disfraz que andaba buscando. Pasado mañana comienzan los carnavales y hay que estar guapo para que las gentes nos vean. Disfrazados ya vamos todo el año; cada uno de nosotros lleva su propio disfraz.

Bajando la escalera me he acordado como eran las casas de nuestros abuelos. Ahora todas las viviendas son parecidos; algunas incluso son iguales ó casi iguales a las de otros vecinos. En aquellos años, cada vivienda tenía sello diferencial.

Los números en las puertas no era necesario mirarlos. Cada fachada tenía unas características distintas. Hoy son casi todas iguales.

Fachada principal a la calle, otra fachada mirando al patio interior y en medio los dormitorios. Estas habitaciones eran las mas acogedoras; calientes en invierno y frescas en verano; algunas no tenían puertas de paso; cortinas para no impedir la circulación del aire, eran suficientes.

El doblao era el lugar de la casa, donde los niños nos divertíamos. Allí encontrabas tu mundo de fantasía, lejos de la mirada de tus mayores; nadie te molestaba durante el tiempo que permanecías.

Ocupaba toda la superfice de la planta superior de la casa. No solía tener tabiques divisorios y las tejas, apenas estaban sujetadas por pequeñas tablas de madera que las soportaban.

En las noches frias de invierno, la helada transpasaba las tejas, curando la chacina, en algún caniso de la estancia.

Allí se guardaban aquellas cosas que no eran necesarias para la vida diaria de la casa. Como el cuarto trastero, pero a lo grande. Muchas familias lo utilizaban para guardar parte de la cosecha agrícola. Era como el granero.

En verano, el mejor refugio para dormir la siesta; seguro que allí nadie te molestaba; una manta en el suelo encima de las lanchas ó un viejo somiers, eran suficientes.

En casi todos ellos te encontraba baules. Viejos, algunos de tanto viajar, otros, vencidos por los años pasados. Abrir la tapa del arcón, era toda una sorpresa para cualquier niño. Trajes de novias.., zapatos pasados de moda.., largos vestidos, quizás picados por la polilla.., y algún sombrero. Puede que en algún rincón encontrases un atado de cartas y postales. La correspondencia no se destruía. Una carta jamás se rompía. Releerla, pasados unos años, era vivir nuevamente los momentos felices de tiempos pasados. Quizás, te encontrabas fotografías antiguas; eran rostros, para tí desconocidos, puede que hasta estas pesonas, hubiesen muerto.

Estas visitas las solías realizar solo ó en compañía de algún hermano o amigo. Eran momentos para compartir los secretos y disfrutar con los descubrimientos.

Rara era la casa que no tenía doblao. Este lugar, era también, el lugar refugio de gatos; muy abundantes en aquellos años. Aquí vivian placidamente y aquí celebraban sus reuniones amorosas. En los dias de celos, los tropeles por las dependencias se sucedían, lo mismo de noche que de día; mas por la noche. A la mañana siguiente era el comentario de la casa, -¿No oístes los gatos anoche?-, -Como no iba a escucharlos, si los tenía encima de mi cabeza-. La compensación para el dueño de la casa, era que gracias a su presencia, no había un solo ratón en la casa.

Pobres ratones!.

Me a encantado tu relato a la vez me a recordado mucho a este verano.

Veras este verano subimos al doblao de mi madre en la tojera con mi hija y mi sobrina y estuvimos mirando lo que tu dices los vestidos de novia que eran tres el de mi madre de mi hermana,y,el mio.
Ellas no se podían creer que nos hubiéramos metido dentro de los vestidos,pero claro era otra edad la que teníamos.

también encontré rebuscando por los baúles una pipi lastrum que me regalaron cuando era aun muy pequeña y ademas como va a cuerda casi casi funciona.

encontramos cosas que guarda mi madre que nuestras hijas ni siquiera conocían ni sabian para que servían.

Pero son recuerdos que están ahy y animan a la hora de volver la vista a tras para recordar el tiempo pasado.

A en el mio recuerdo que de pequeña me daba pánico los ruidos del sobrao y mi abuela me decía siempre "son los gatos a por los ratones"

Valoco, me alegro que te haya gustado el relato. Pocos doblaos quedan ya en el pueblo. Hoy rentabilizamos todo y aprovechamos todos los recursos. El metro cuadrado de una vivienda cuesta mucho dinero, y no se puede permitir el lujo de tener esos espacios unicamente para el desahogo de una casa.
Tu, todavía, tienes la suerte de que tu casa lo conserva. Allí, junto a la raya, aún no ha llegado la especulación y puedes disfrutar de esos recuerdos, que son parte de nuestras vidas. Hoy, ya no se guarda nada. Los contenedores están llenos de todos los achiperres que, en las casas no tiene cavida. Se compra un mueble y se tira con el otro.., ó una silla..., ó lo que sea. Todo lo tiramos. Hay gentes que hasta, buscando por los contenedores, amueblan sus casas. Tiramos hasta los recuerdos. Solo nos van a quedar las imágenes del CD.

Como dice nuestro común amigo Perolo, !Que tengas un buén día!