La Codosera - Badajoz

La vida en el pueblo es tranquila. Parece que nada se mueve, que todo sigue igual, pero no es así. Detrás de esa apariencia sosegada y tranquila hay gentes que trabajan, que piensan y que organizan comercios, empresas e instituciones públicas.

El otro día, viendo la exposición de fotografías en el Hogar del Pensionista, me fijé en muchas caras de gentes que ya no existen. Todos ellos tenían su profesión determinada, unos eran autonómos y otros trabajaban por cuenta ajena. Allí estaban representados casi todos. Solteros, casados y hasta viudos ó separados se podían ver retrados en la pared, frente a nosotros.

Hoy el pueblo es otro, dicen los que nos visitan. Esto ya no es como antes, opinan muchos de los que se tuvieron que ir apretados por las circunstancias del momento. Y tienen razón, los trabajos de ahora ya no son los que eran. La aparición de las máquinas mitigan los esfuerzos y los trabajadores realizan sus tareas con más comodidades que las de entonces.

Han habido pues, una reestructuración de las tareas y muchas profesiones se han perdido, algunas muy conocidas, que dieron lugar a bautizar a los que las realizaban, é incluso a sus familiares.

Me estoy refiriendo en concreto a la figuara del alguacil, un empleado municipal que, a la jubilación del último conocido, ya no volvió nunca más a ocuparse en el Ayuntamiento.

El alguacil era una persona querida en el pueblo, ya que sus funciones eran, entre otras, citar a los vecinos para sus relaciones con las instituciones oficiales, bien con el Ayuntamiento ó con el Juzgado. Era la persona que traía y llevaba los papeles oficiales. El no ponía multas ni sancionaba a nadie, solo informaba de lo que en el ayuntamiento ó en el juzgado le mandaban. Era como el alguacil que sale en todas las corridas de toros, el encargado de darles las orejas ó el rabo a los matadadores que se lo hubieran merecido.

Quico "el Alguacil", hermano de Simón Herrera fué el último que tuvimos. A su hija Paca también se le conocía y se le conoce por este apodo.