La Codosera - Badajoz

Antiguamente, no hace tantos años, esta calle era conocida como "el Barrio de la Luz". Un puñado de casas ya era un barrio. De las construcciones que se ven en la fotografía, tendríamos que decir que, en estos últimos años, sus fachadas han sido reformadas. Solo una, la que no está encalada, podemos decir que guarda casi el mismo perfil que tuvo antaño. Echamos en falta el parral que cubría la fachada, cuya sombra mitigaba el calor de sus moradores, en los días del cálido verano.

Para los responsables de los ayuntamientos respectivos de estos años de contínuas reformas locales, no ha sido dificil alquitranar la calle y construir los acerados. Complicado les resultó trazar la línea rasante de calle y acerado. Al final de la misma, en la parte alta de la fotografía, observamos escalones; barreras arquitectónicas dificil de superar para gentes imposibilitadas. Seguro que más de uno ha pegado un traspié.

Si nos transportamos en el tiempo, las dificultades con las cuales se encontraron los que la reformaron, obedecen al firme en el cual se asienta el barrio. Caminar por aquí por entonces, era ir sobre la superficie de un terreno pizarroso, y al final del todo, en lo más alto, era donde la roca más sobresalía.

Había dos barrios; el de San Miguel, que era otra calle, y el que aquí vemos.

Para los muchachos de entonces, estos lugares eran remansos de tranquilidad, en los cuales se desarrollaban juegos a lo largo del día. La poca circulación de carruajes ó caballerías por este lugar, era propicio para disponer de la calle como escenario de la reunión. Pocos materiales se necesitaban para jugar y el firme de tierra propiciaba el marco idóneo para divertirse.

Utilizando un palo, rayabas una línea en la tierra y se podía jugar a las siete y media. Con el terreno un poco inclinado y unos hoyos determinados te divertías tirando la pelota y ver a quien le tocaba para salir corriendo y el compañero tratar de darle un pelotazo. Para jugar a los bolindres se necesitaba un agujero en el suelo, al que llamábamos guá. Y si el juego era al mocho, un par de morrillos de piedras sobre la tierra, un palo largo y otro corto y a taconear. Para jugar con la peona se necesitaba que el firme de tierra estuviese limpio, lo contrario para cuando se quería uno divertir con los zancos, que la tierra habría de ser un barrizal donde entrarte con los zancos, hechos con dos botes de latas ó con dos ramas traídas del cabezo.

El barrio ha cambiado y los juegos tambien. El cemento ha traido otras cosas, la mayoría buenas, sobre todo para las mujeres que ahora tienen sus casas más limpias y han de fregar menos. Muchas ya no se acuerdan de aquellos pisos de lanchas de color grisáceo a las que trataban de sacar brillo a base de zumo de mucheca.