La Codosera - Badajoz

El pueblo tenía dos Ejidos. El del Potril, donde se desarrollabana las Ferias de Ganado a lo largo del año, y el de la Luz. Este último era conocido por El Lejio, porque no había otro. El del Potril estaba a las afueras del pueblo y casi nadie pasaba por allí, solamente, de vez en cuando, alguién iba a por agua de una fuente que manaba en un extremo del mismo.

Esta fotografía corresponde a una parte del Lejio. Aquí se han construído el Centro de Salud, la Casa de la Cultura, el Comedor Escolar, el Colegio Público y el Ayuntamiento. Las edificaciones que había alrededor han sido sustituida, la mayoría, por otras construcciones más modernas. Los tinaos y cobertizos han desaparecido y el lugar ha ganado con este ambiente mas urbano.

En tiempos pasados El Lejio fue lugar donde se celebran espectáculos durante la Feria. Teatros ambulantes, circos y hasta corridas de toros se dieron en este lugar. En un extremo del mismo estaba el Cuartel de la Guardia Civil, y enfrente, en la parte de abajo, el Salón de Baile. Los dias festivos cuando había baile los jovencitos con las muchachas bailaban oyendo la musica que salía por las ventanas de la sala. El Churrero con la nafre, las señoras con las cestas de chucherias y el que vendía los helados le daban vida a este lugar.

Pero el Lejio cobraba su mayor popularidad los dias que había futbol. Las porterias se colocaban una en la parte de arriba y la otra en frente, en la parte de abajo. El terreno de tierra con los pizarros sobresaliendo era de tierra. El equipo que tenía la suerte de quedarse con su parte de arriba tenía ventaja. La pelota iba más rápida hacia abajo.

El balón no tenía marca ni letras. Era de cuero del que aquí llamamos badana. Había uno solo, si se rompía había que ir a casa del zapatero y que lo cosiera. Cucuíno era el especialista. El cosido a mano y sobresaliendo sus costuras. Duraba y duraba. No se desechaba mientras diera vueltas por el suelo. Sorteaba tierras, rocas y matorrales, pero seguía rodando y los chavales disfrutando por el Lejío detrás de aqulla pelota májica...

La verdad es que a aquellos jóvenes habría que hacerles un homenaje. Ya son mayores, algunoss ya se han muerto y otros, la mayoría, viven fuera del pueblo.

Carecían de indumentaria deportiva. Ni botas apropiadas, ni rodilleras tenía el portero y cada vez que saltaba para detener al balón se encontraba, en su caìda, un suelo de tierra duro como una piedra. Algunos terminaban los partidos con la cabeza vendada y las piernas y brazos llenos de moratones por los golpez que se daban por los porrazos.

Arbitro no había. Los temas se debatían en el campo sobre la marcha, y al final tenía razón el que la tenía. Las porterías estaban delimitadas por dos morrillos con algunas piedras. Palos no había ni redes tampoco. Cuando el balón pasaba, había que tener la vista muy fina para no equivocarte y darte cuenta por donde el balón pasaba. Lejos quedaban las cámaras de televisión actuales que nos aclaran las jugadas. Aquí si tres decían que había sido gol, ya no se discutía.