Higuera de Vargas - Badajoz

FATIMA
En casa de un pastor, con una hija postrada en cama, enferma de tifus, incapacitada para andar por los terribles dolores articulares y calva a consecuencia de las erupciones cutáneas, no había esperanza de salvación para la niña. El andancio de tifus se había llevado por delante a niños y adultos. No cabía más que resignarse. Medicinas no las había ni en sueños y por todo remedio le aplicaban muchas horas de cama, pan mojado en el suero sobrante del queso y a veces mojado en vino terapéutico y queso de oveja fresco recién hecho con tanto amor como paciencia por sus padres. La aspiración vital era pasar días, aguantar. La niña, sin apetito no saboreaba ni las delicias de cuajada con miel preparadas por su madre.
Los entierros se repetían a diario, las campanas doblaban y el luto era moda permanente. Los llantos breves por frecuentes e inútiles, no por indiferencia, sino por la urgencia en buscar el sustento. El escaso valor de la vida lo sublimaba la religión y la universalidad de la penuria, únicos consuelos.
Como en cualquier lugar donde los ratos de vagar o de asueto se ocupan necesariamente en hablar, a falta de otros entretenimientos, pronto corrió como la pólvora la noticia de la llegada de la virgen de Fátima al pueblo. Sin poder explicar bien los motivos se anunciaba con entusiasmo y alegría, quizás porque otro remedio no se podía soñar ni pagar. Sacaron al Cristo de los Afligidos en procesión, pero el tifus no parecía muy devoto del susodicho Cristo, no le hizo ni caso y la mortandad continuó como si tal cosa. Lo intentaron con la virgen de Loreto, pero cayó un chaparrón durante la procesión que contenta podía darse la virgen si no terminaba con pulmonía. Las artes sanitarias mostradas por la patrona del pueblo en otras ocasiones no funcionaron y es que las enfermedades avanzan una barbaridad. En los corrillos de conversaciones se extendía el pesimismo y el fatalismo. En este pueblo hasta los santos son de segunda categoría. De modo que cuando se anunció la llegada de la virgen de Fátima se colmaron las esperanzas. Eso si que era una virgen de verdad y no las paparruchas del pueblo, por donde pasa no deja ni un mal catarro.
Cada noticia acerca de la llegada de la virgen famosa, era recibida con alborozo y expectación. El cura afirmaba la preeminencia del pueblo sobre los convecinos para la llegada de la virgen, pero manifestaciones de fervor mariano impedían su paso por ningún pueblo sin las debidas celebraciones, con misas, rogatorias y visitas de enfermos.
No faltaban los escépticos, preguntándose en voz baja. ¿Cuándo ha salido nada bueno de Portugal? ¿Quién ha visto a esa virgen? Tres zagales chicos, pastores analfabetos. ¿Dónde la han visto? En el campo. Muy escondida ha salido para que la vea nadie. Teniendo catedrales grandes como palacios va a salir en un chaparral cualquiera, ni que fuera moza de mulas la virgen. Pero bueno si nos arregla lo del andancio de fiebres tifoideas bienvenida sea.
Y recibieron a la virgen famosa con novena y santa exposición. Cuando el colectivo se inunda de esperanza, aunque los enfermos no experimentaran mejoría, hasta los menos fervorosos se muestran esperanzados.
Colocaron a la virgen en lugar preeminente del templo para recibir rogatorias y estipendios. De inmediato surgió la polémica. Había quien pretendía llevar a un enfermo ante el altar para someterlo a los influjos beneficiosos de la figura, pero el reverendo se opuso. No sin razón, por no haber escuchado esa práctica en pueblos precedentes. Después de las lógicas y devotas disputas entre el personal encargado de su custodia, las beatas y los familiares con enfermos, por la diferente forma en que cada cual pretendía mostrar sus privilegios en el disfrute de la presencia de la sagrada imagen.
Mas de un enfado costó al sacerdote llegar a un acuerdo que dejase a todos medianamente satisfechos. La virgen saldría en procesión por el pueblo y pararía ante las puertas de quien así lo pidiese, rezando el oficiante un responso por la salud del enfermo ante su casa. De inmediato hubo quien objetó la duración eterna de la procesión ante tal cantidad de enfermos. El cura encontró la forma de reducir las paradas. Sólo pararía ante las casas con enfermos, creyentes con acreditada fe y dispuestos a pagar el responso con agua bendita. Él era el único capacitado para medir la fe de los agricultores. Conocía la frecuencia con que asistían a misa, la cuantía del óbolo dominical y desde luego, su mirada a la bandeja era inquisitiva. No tenía en cuenta los sacrificios de quienes se rascaban el bolsillo, contaba hasta el último céntimo y en cuanto podía reclamaba, tanto en sermones como en conversaciones informales, esfuerzos en lo material para la salud del cuerpo espiritual.
Cuando el pastor y su mujer supieron los requisitos y el precio para optar a la consulta de la virgen de Fátima, cayeron en la desesperación. No había solución posible. El padre se lamentó. De los pobres no se acuerda ni Dios ni la virgen.
La madre en cambio poseía una fe sólida e inteligente. Sabía lo inútil e innecesaria de la petición al sacerdote, quien sanaría a su niña era la virgen y a ella debía pedírselo. Como vivían en una calle por donde pasaría la procesión, adecentó su casa y rezó con todas sus fuerza.
“No tenemos nada, ya lo sabes, no podemos pagar al cura para que sanes a mi hija. También sabes que si es decisión tuya que muera, lo aceptaremos como aceptamos que nos la enviaras. Fuiste madre y sabes el dolor que causa la muerte de un hijo, si puedes, cúrala”.
Por la tarde, a la hora de la procesión, colocó a su hija sentada en una silla y abrigada por un cobertor, a la puerta de su casa, y puesta de rodillas al paso de la imagen, repitió su oración tantas veces como pudo. El pastor despojó su cabeza de boina e inclinó levemente la frente ante el cortejo. Eran la fe y el respeto de la mano del miedo. Al término de la procesión regresaron al interior de la casa, la niña volvió a su cama y el matrimonio se miró en silencio. El pastor en su mirada lanzó la pregunta que sin pronunciarla, escuchó su mujer. Claro que servirá para algo. Dijo sin mirarlo.
A la mañana siguiente, mientras la madre faenaba en la candela, llegó la niña andando. Se había levantado sola, su frente estaba fría y el color cerúleo de su piel había desaparecido. Su madre la abrazó y repitió mirando al techo. Gracias, gracias, muchas gracias.

Esa niña tiene hoy setenta y un años y recuerda ese relato como si hubiera ocurrido hoy mismo.

precioso relato,me ha puesto el bello de punta, y es cierto que ocurrian esta cosas en la antiguedad , lo se porque he oido contarlo a mis mayores; y en mis propias carnes siendo una niña viví una experiencia que me marcó.

Me encontraba jugando en la calle con una amiga mia que pertenecia a "la alta sociedad" (yo pertenecia a la baja)y llego el sacerdote de turno , a ella le dió un beso y un caramenlo y a mi me quedó mirando.( menos mal que mi querida amiga despues lo compartió conmigo ) En aquel momento infantil setí dolor por no recibir el tan deseado caramelo, cundo he sido mayor me he dado cuenta del verdadero alcance del hecho y en mas de una ocasión me he acordado del curita en cuestión, que Dios lo tenga donde le corresponda.

Una historia de la España triunfal. Católica apostólica e inmortal.
¿De donde se sacan esos energumenos que son ejemplo para nadie? Si han escupido sobre los más humilde con auténtica saña. Pocos, muy pocos curas se han apartado del redil de la prepotencia. Cada uno tenemos un montón de nombres de curas en la memoria, con sus gestos de chulería, de suficiencia y creídos de sus pertenencia a una raza superior. Caridad que es más ofensiva y humillante que el mercado, la mayor parte de ellos, vendedores de pisos en el cielo, cometiendo cada día simonía.
Fernando Savater llama al cortijo de Roma, la Sucia Sede, no aspiro a rectificarlo.

Ahora los curitas son todos progres, y tampoco hay pobres, por eso la virgen no sale.

quien es esta mujer? la historia es impresionante

Creo que de joven trabajó en casa de la familia "Jaramago", lo pongo entrecomillado por no saber si se trata de apellido o apodo. Tampoco sé si la familia "Jaramago" continua en Higuera o emigró, ni nada de ellos.

Creo que la identidad de la persona concreta poco importa, a mi por lo menos el relato me dice mucho más qué sociedad era nuestro pueblo, cuales sus valores, y me importa y me duele, porque de esa sociedad procedemos;
y desde la distancia temporal, puede servirnos para comprender algo mejor muchas actitudes presentes. No hemos cambiado tanto, si entonces era la iglesia y la falange quienes ejercían con despotismo el poder sobre los más humildes, o más pobres, tendríamos que compararlos con las instituciones actuales y cotejar, si existe tanta diferencia como quieren hacernos ver.
Hoy, con luz y agua corriente en las casas, sanidad universal, internet, al alcance de mucha gente, creo que nos hace falta un esfuerzo de imaginación y de memoria para no andar desorientados, como niños contentos una mañana de reyes.

lo que seria una pena que el siglo XXI estuvieramos como hace 80 años,

preciosa historia

Vaya historia, una virgen haciendo de ATS o de Sanitaria. ¡Cuanto privilegio tenía la gente antes! Ahora no nos recibe ni un sacristán.

El relato me sugiere un montón de preguntas. ¿Por qué los cristianos ocupan camas y listas de espera en la Seguridad Social? Si la fe sana y salva, buena gana de andar esperando. ¿Por qué se preocupan tanto de su paso a mejor vida? Si ellos cuando van a cualquier juicio, aunque sea el final, llevan siempre los mejores abogados.
Estimado y desconocido autor,¿le consta si el cura requirió el pago por la consulta? Porque ni se me ocurre poner en duda la relación
causa-efecto entre la curación y la procesión. Como diría un cura viejo, "las evidencias son las evidencias".

Por lo que puede verse, usted no simpatiza con los cristianos y su o nuestra religión. Por eso, yo también paso a hacerle algunas preguntas para que por favor, si puede y tiene argumentos, me las conteste: ¿Usted, por casualidad, no será de los que adorna su casa en Navidad? ¿No será un@ de l@s que toma vacaciones en unas fechas en las que no cree, verdad?. ¿No será usted de los que lleva a sus hijos (si los tiene) a ver Nacimientos, ni mucho menos lo hará en casa, verdad). Ni que decir tiene que no celebrará la Nochebuena, ni Navidad, ni Año Nuevo ni nada, ¿verdad?. ¿Y quizá le diga a sus hijos, sobrinos, etc, que escriban carta a los Reyes?. ¿Y quizá sea de los que van con ellos a ver las Cabalgatas?. ¿Los bautizó y se casó por la Iglesia?. ¿Ha necesitado alguna vez una fe debautismo y se la han dado?. ¿Ha solicitado apostasía?...En fin, seamos consecuentes con lo que decimos pensar, y tengamos las Fiestas en Paz.Un Saludo a todos.