REPELUCO ORIGENES DE MI REPELUCO A LOS ANIMALES Señoras... Señores... Me complace compartir con ustedes, algunas reflexiones sobre como he llegado a ser tan crítico en el trato con los animales vivos, porque que con los animales sin vida, por descontado después de haber sido convenientemente aderezados, me llevo bien... muy bien me atreveria a decir. El caso es que soy consciente de lo extraño que resulta que siendo éste un foro, eminentemente rural, alguien confiese abiertamente que la naturaleza le dá repeluco, ese es mi caso, tengo grabado a fuego en la mente un miedo ascentral a cualquier cosa que tenga patas y pueda tener un comportamiento hostíl hacia mí, no es necesario que lo manifieste, simplemente con que a mí me lo parezca, me basta. El primer episodio de esta mi reflexión, tuvo lugar cuando tenia yo la tierna edad de dos o tres años, por avatares de la vida tuve conciencia de mi existencia cuando me ví rodeado de gallinas, hasta aquel momento no tengo ningun recuerdo que sea digno de mención, el caso es que rodeado de gallinas, y con un trozo de pan en la mano, empecé a sentir una inquietud, que poco a poco fué a más y se convirtió abiertamente en pánico, de repente una voz, que yo creo era de mi madre me gritó: ¡ Pero, echales el pan !, ya les he dicho alguna vez de mi capacidad para asociar ideas, pero este aciago dia, debia de estar todavia en ciernes, y no habia sido desarrollada, convenientemente por mi cabeza, la cuestión es que yo no asociaba pan con gallinas, ni gallinas con pan, y por eso no comprendia aquel desusado interés que demostraban las gallinas por mí, y porque cuanto mas corria, más gallinas aparecian de todos lados, las cosecuencias de esta circunstacia, fué mi miedo a las gallinas, aunque sea en la olla , para dar caldo. Y mi absoluto convencimiento de que las gallinas son unos animales similares a los pigüinos, el día que me enteré que les encendian una luz y ellas ponian un huevo confirmé mi teoria; ¿Se puede ser más... pingúino ?. El repeluco que me producen los animales vivos, logicamente no se circunscribe solo a las gallinas. Recuerdo vagamente (no porque yo no quiera hacer trabajar mi memoria, si no porque no lo recuerdo bien).Recuerdo vagamente decia; la visita en un pueblo, era una visita con mi madre a una señora mayor, de negro porque por entonces se llevaba mucho, no como ahora que hasta que no lo ponga de moda Tommy Hilfiger, los jovenes no son capaces de ponerselo, bien la señora he de decir en su descargo que era muy amable, demasiado amable para mi ansiedad e inquietud; que iban creciendo de manera exponencial al tiempo que pasabamos allí, -¡Coge una perronilla, bonito!-, decia, mientras me acariciaba la barbilla, la señora en cuestión tenia un olor, digamos que "peculiar" he de decir en reconocimiento a su amabilidad, que antes los niños nos lavabamos una vez a la semana, y las personas mayores una vez al año, aunque no les hiciera falta. De repente, apareció otro actor en la comedia de mi vida, y este fué un gato negro que se paseaba muy chulo él por toda la estancia, paseaba entre las sillas, paseaba por debajo de la mesa, paseaba entre mis piernas. . ., yo creo que consciente de la inquietud que imprimia a mi estabilidad emocional. La señora frotando los dedos en dirección al chulo aquel, decia: ¡Mira llamale, mssssss, msssss, !, y vá el chulo y le hace caso, viene hacia nosotros y se sienta a mi lado, ¿Acaso tengo pan?, animal, ¡gallina que pareces una gallina! , ¡si no he cogido ni las perrunillas! me decia yo solo; incapaz de entender porque aquel contoneador de caderas, y ojos brillantes, habia decidio compartir mi sitio en la silla y asociando como en el caso de las gallinas que los animales se acercaban cuando tenia pan, el caso es que la inquietud que me produjo este episodio, marcó tambien mi relación con los animales, de tal manera que años más tarde no podia entender como el policia Matute, se podia llevar bien, con aquellos impresentables encabezados por Don Gato. Agradezco enormemente, cualquier muestra de comprensión ante este fenomeno y comprenderán algunos como, yo, crecí carente de la necesidad de subirme a los árboles para ver el milagro de la vida, que sin duda a mí me habria aportado grandes dosis de inquietud. Si les divierten estas pinceladas de franca sinceridad otro día les hago llegar más episodios de una infancia que ya se me antoja lejana, por más que los mas cercanos a mí, no dejen de decirme que soy un p... crio. Debo dejar claro que este es un pequeño relato que no coincide plenamente con la realidad y que yo ya tengo superado este pánico a los animales, y que ya no necesito cruzarme de acera cuando veo un perro. (¿A quién crees que engañas, ca.ón, más que c.gón?). |