EL LAGARTO CLAUDITO EL LAGARTO CLAUDITO Me acuerdo y no lo olvido allá por el treinta y dos que formábamos un trío mis dos hermanos y yo. Siempre estábamos juntitos en un olivar arrendado ellos trabajaban siempre y yo guardaba los guarros. El mayor era Manuel y Miguel era el del medio y yo como es natural pues era el más pequeño. Había un olivo muy gordo en medio del olivar y muy cerca había un pozo que era un buen manantial. A la sombra del olivo poníamos las alforjas que guardaban la merienda muy fresquita a su sombra. El olivo en su gran tronco tenía una pequeña trueca, y por ella asomaba un lagarto su cabeza. Me acuerdo que hacía buen tiempo era muy próximo a Mayo y el lagarto allá en la trueca parecía aletargado. Todos los días comíamos a la sombra del olivo y el lagarto aún seguía que parecía dormido. Mi hermano Miguel se entretenía con una varita muy fina pinchándole en una parte desperdicios de comida le iba acercando al lagarto la varita en silencio con comida en un extremo y se la comía presto. Al cabo de algunos días que ya calentaba el sol el reptil ya se movió con energía mayor. Se bajaba del olivo con movilidad y gracia parecía que poco a poco tenía más confianza. Veíamos de día en día que el tenía muchas ganas de tener buena amistad con la gente que allí estaba. Cuando salía el sol y estaba casi dormido hacia unos movimientos a veces muy convulsivos. Mi hermano que era el del medio y el que más quería al bicho nos dijo que lo había bautizado con el nombre de Claudito. Dijo que se parecía a un hombre muy viejito, y que se llamaba Claudio en los movimientos y en el físico. Ya nos esperaba por el suelo al volver del trabajo hacia el olivo, se ponía muy tieso para arriba y con el cuello muy erguido. Observaba nuestros movimientos y lo hacía con mucha confianza, le pasábamos la varita por el lomo y parecía como si le hiciera gracia. Una mañana nos fuimos hacia el pozo después que habíamos almorzado, para beber agua fresquita y encima fumarnos un cigarro. Cuando estábamos en silencio de entre las piedras del pozo con sorpresa, vimos que se deslizaba hacia el olivo una culebra. Pero más sorpresa fue cuando vimos que Claudito se lanzaba desde el olivo a la tierra y a la culebra agarraba. Por fin los dos se engancharon en una dura pelea el mordió y remordió ella lo enroscaba con destreza. Así estuvimos un buen rato y nosotros entusiasmados hasta que Claudio se zafó del lazo que ella le tenía echado. Dió un salto y la cogió por detrás de la cabeza y la culebra se estiró como si fuera una cuerda. La culebra se movía menos cada vez con menos fuerza el lagarto estaba como ciego no pudimos conseguir que soltara su presa. Nos fuimos a trabajar volvimos a la merienda, Claudio allí no estaba la culebra estaba muerta. Aun se movía un poco pero ya con poca fuerza, el lagarto se había ido a descansar a su trueca. La tiramos más bien lejos para que las moscas no acudieran pues estábamos en el verano y las moscas acuden con presteza. Estuvo dos o tres días sin salir nuestro buen Claudio de su trueca creímos que hubiera muerto de aquella dura pelea. Pero al fin salió un buen día con ganas de retozar se bajaba de la trueca y se subía y de pronto se paraba a escuchar. Queríamos nosotros a aquel lagarto como si fuera cosa de gran valor pues nos pasábamos muy buenos ratos y lo observábamos con atención. Cuando volvíamos algunas veces al olivo y él no estaba dábamos una voz "Claudito" y al momento se presentaba.. Yo me acuerdo algunas veces y hace más de medio siglo que era como una ilusión como un juguete cuando eres niño. Y me acuerdo, como no de la trueca del olivo de la sombra y del pozo y del lagarto Claudito. Pues me ha servido esta recuerdo para entretenerme un gran momento y para que le sirva a alguien algún día igual que si fuera un cuento. Por Victoriano Ramos Rivero. |